Eres una persona espiritual? Examínate a través de Gálatas

Lael Fenton
Coalición por el Evangelio
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Necesitamos con urgencia hombres y mujeres espirituales. Cuando las iglesias están llenas de personas espirituales, todos se benefician al menos de dos maneras. Primero, las iglesias evitan la trampa legalista de hacer provisiones para la carne. En segundo lugar, las iglesias cumplen su propósito reconciliador mediante la restauración y al llevar las cargas de los demás.

Esto es lo que dice Pablo en su carta a los Gálatas: “Hermanos, aun si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gá 6:1).

El desafío radica no solo en encontrar a tales hombres y mujeres, sino en identificar las características necesarias para ser considerado una persona espiritual.

¿Qué es una persona espiritual?

Una persona espiritual es casi un enigma. Para algunos, la frase puede evocar imágenes de un monje o un sacerdote, ataviado con ropas acordes a la ocupación. Para otros, puede traer a la mente imágenes de una persona bien vestida que lleva su Biblia a todos lados y constantemente está orando. Aun para otro grupo, una persona espiritual parece tranquila, organizada, alguien que cuida de los demás porque su vida no está llena de dificultades.


En cierto sentido, todos los cristianos somos espirituales, ya que se nos ha concedido el Espíritu Santo como un adelanto de nuestra herencia (Ef 1:13-14; Ro 8:9). Sin embargo, tenemos una percepción muy marcada de que algunos cristianos son más espirituales que otros. Pablo parece insinuarlo.

¿Existe una base bíblica para establecer las características de una persona espiritual? Creo que la hay. Es proporcionada por el contexto de Gálatas.

La espiritualidad según Gálatas

Al estudiar el increíble evangelio que se encuentra en Gálatas, encontramos que gran parte del argumento de Pablo se basa en la obra del Espíritu Santo en la vida de los creyentes, comenzando con la conversión. En Gálatas, Pablo hace la pregunta de una manera que podría parecer extraña: “¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gá 3:2). Una persona espiritual es alguien que escuchó el evangelio, lo creyó y recibió el Espíritu prometido por fe (Gá 3:14).

Una persona espiritual es alguien que escuchó el evangelio, lo creyó y recibió el Espíritu prometido por fe. 

Pero ser espiritual no termina al recibir el Espíritu. Cuando llegamos a Gálatas 5, Pablo instruye a los creyentes a andar por el Espíritu (Gá 5:16), vivir por el Espíritu (Gá 5:25) y ser guiados por el Espíritu (Gá 5:25). Más adelante también habla de sembrar para el Espíritu y así segar la vida eterna (Gá 6:8). Estas instrucciones son guías poderosas para establecer una visión bíblica de la espiritualidad.

Muchas iglesias ponen un énfasis muy fuerte en ser “guiadas por el Espíritu”. Sin embargo, lo que practican en realidad es una teología basada en sentimientos. Si deseamos saber cómo es la espiritualidad, debemos mirar “el fruto del Espíritu” en lugar de escuchar nuestros sentimientos (Gá 5:16-26).

Yendo a la práctica

La base práctica de una vida espiritual también se encuentra en Gálatas: “No nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gá 5:26). A lo largo de esta carta, Pablo ha estado enfrentado a los judaizantes, así como aclarando el mensaje del evangelio. Los judaizantes “desean agradar en la carne” y “desean hacerlos circuncidar para gloriarse en la carne de ustedes” (Gá 6:12-13). Pablo identifica a la persona espiritual como alguien que no encuentra su valor a través de la comparación con los demás.

Muchas iglesias ponen un énfasis muy fuerte en ser ‘guiadas por el Espíritu’. Sin embargo, lo que practican es en realidad teología basada en sentimientos. 

Según Pablo, la persona guiada por el Espíritu no se jacta de tener una actitud de superioridad o inferioridad (Gá 5:26). Estas actitudes, lamentablemente, describen a muchas personas en la actualidad. De alguna manera, hemos llegado a creer que la espiritualidad es como escalar posiciones corporativas. En lugar de gastar nuestra energía en el ministerio a los demás, gastamos nuestra energía evaluando dónde estamos en comparación con los demás.

Aquellos que “desafían” a otros tienen una confianza excesiva en sí mismos. Tienden a considerar que los demás no han alcanzado su nivel de espiritualidad y, por lo tanto, están dispuestos a desafiar a otros para probarlo. Por el contrario, aquellos que “envidian” a los demás tienen una confianza exagerada en las habilidades de otras personas. Tienden a ver a los demás como si hubieran logrado algo que ellos no pudieron lograr (o al menos no han logrado en este momento). Sin embargo, ambas actitudes conducen a lo que Pablo le advirtió a los Gálatas: “las obras de la carne” (Gá 5:19-21). Cuando miramos a otros para determinar de qué podemos jactarnos, comenzamos a vivir en la carne.

Se busca: personas espirituales

No es de extrañar que Pablo instruya a las personas espirituales a restaurar a los que eran sorprendidos en algún pecado. Nadie está mejor calificado. Alguien con una actitud de superioridad se jactará de que no ha sido vencido por tal pecado (puede que ni siquiera esté enfrentando tal tentación). Por el contrario, alguien con una actitud de inferioridad vivirá impactado por el fracaso de la persona considerada como superior.

Sin embargo, nuestra espiritualidad nunca se basa en nuestros logros humanos ni en las acciones de otras personas. Nuestra espiritualidad descansa en el regalo del Espíritu Santo que se nos dio en la salvación, y se cultiva al caminar humildemente por el Espíritu, sembrar para el Espíritu y llevar el fruto del Espíritu para la gloria de Dios.

Que Dios llene nuestras iglesias con esas personas.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.

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