Si a Dios le pides y Dios no te da...

Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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“Si a Dios le pide y Dios no le da, es porque es gratis. Este es un servicio pago. Es tiempo de consultarnos.” Algo así decía la publicidad de unos parapsicólogos, atribuyéndose  poderes para resolver los problemas que Dios a título gratuito y como haciéndote un favor, se demora en resolver o no resuelve.

Es que las personas demandan respuestas inmediatas. No sólo de sus semejantes, también del mismísimo Dios. Les pasan cosas y transitan a la deriva por la vida. Muchas de ellas saben, conocen y reconocen que Dios en verdad, tiene suficiente poder para ayudarles con su problema, que tiene las respuestas que ellos necesitan, pero no las obtienen, no las encuentran. Inclusive muchos cristianos DEMANDAN –no piden, ni ruegan–  cosas de Dios. Y como las respuestas con frecuencia se demoran “más de lo debido”, entonces “declaran”, “establecen”, “decretan”, en el NOMBRE de Dios, pero sin pasar por la SOBERANÍA de Dios. Literalmente poniendo a Dios a su servicio. El siervo diciéndole a su señor lo que tiene que hacer! Entretanto, en alguna mesita, en algún lugar de la casa, como “refuerzo” descansa una bonita Biblia siempre abierta. “Trae suerte” dicen. Es para que “nos bendiga” la casa, la salud, el trabajo, la familia. Abierta, mas no leída. Mucho menos, puesta en práctica. Bonito amuleto. 

La vorágine, el ritmo acelerado y vertiginoso en que se vive hoy en día y la secularización de valores, conceptos y hábitos de vida, imponen la terrible enseñanza, la escuela del: “Lo quiero, pero lo quiero ya”. Y piden, y piden, y piden… y no se sentaron ni por un segundo a revisar si sus demandas son lo que les conviene, si se trata de decisiones tomadas conforme al corazón de Dios, si se corresponden con SUS planes, con SU VOLUNTAD, con SU SOBERANÍA, con SUS TIEMPOS.

Entonces aparece gente que pone las cosas en el ámbito de las soluciones mágicas, fáciles e inmediatas y saca un amplio rédito de ello. Si hay algo que mejora, crece, se nutre; eso es la cuenta bancaria de ellos. Gente que dice lo que la gente quiere oír. La gente busca gente que les promete lo que ellos quieren. No importa el precio. Dios no cumple, nosotros sí. Es realmente así? Cómo les va después de que pagaron la última cuota del “trabajo”?

Bien es cierto que hay situaciones y situaciones. A veces riesgo inminente de muerte, una enfermedad, una ruptura, la pérdida del trabajo, la triste partida a la eternidad de un ser amado… tantas cosas por las cuales genuinamente clamamos por la intervención divina y una urgente respuesta. Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos visto necesitados de ese milagro urgente. Aún así, mal que nos pese, Dios tiene sus tiempos y nada escapa a su control. No se nos cae un pelo sin que Él lo note. Toda vez que Dios nunca nos prometió una vida sin problemas. Sí nos prometió una vida con su presencia y compañía en medio de los problemas.

A principios de los ’80, tuve oportunidad de concurrir a una campaña evangelística por Luis Palau. Un hombre que tuvo bastante que ver en el proceso previo a mi conversión a Dios. Pero lo que realmente me impactó en ese entonces, no fue sólo su prédica. En una sala apartada del estadio de fútbol donde se celebraba la campaña, había un grupo de personas en oración. Pero eso no era solamente cosa de ese momento, de ese día. Ya venían teniendo esa práctica por meses, antes de la celebración de cada campaña. Ese era verdaderamente el “secreto de su éxito”.

Es que Dios nos ha provisto a los seres humanos de una de las armas más formidables capaces de curar y resolver multitud de males. El poder de la oración. Dios no le debe favores a nadie ni interviene en las vidas de las personas como un acomedido que te hace un favor. Abrir una Biblia, invocar su nombre, no es lo mismo que frotar una “lámpara mágica de Aladino” y emerge de sus entrañas un genio dispuesto a cumplir mágicamente y sin ningún esfuerzo de tu parte; tus deseos y proveer soluciones a tu existencia. Un gran atleta no se hace “mágicamente” y  sin esfuerzo. Dios tiene mejores planes para ti.  Y éstos incluyen esfuerzo, disciplina, fe, constancia, perseverancia, paciencia, obediencia, oración, y unas cuantas palabritas tanto o más  incómodas y difíciles de digerir, que estas.

Pero si se lo permites, puedes rendir tu vida a Él, entregarle el timón de la nave de tu vida y que sea Él quien la conduzca. Si hay algo que Dios no puede hacer, es rechazar un corazón quebrantado y arrepentido.

Por ello, amad@: tal vez sea justamente el momento, ahí mismo donde te encuentras ahora, de acercarte a Dios con sinceridad de espíritu, reconocer delante de Él tus limitaciones y errores y clamar a Dios por perdón. De revisar cuidadosamente qué es lo que has estado pidiendo y por qué. Discernir las intenciones de tu corazón. Mucha gente sincera se sorprende: Cómo pude estar tan ciego? Cómo no me dí cuenta? Menos mal que Dios no me hizo caso, si no, hoy estaría preso!! Dios, dame lo que necesito para vivir -decía el escritor de Proverbios- no sea cosa que si me hago rico me olvide de ti y si soy demasiado pobre termine robando y ofendiendo tu nombre. (Proverbios 30:9)

Luego, busca un grupo de personas experimentadas en el poder de la oración que estén dispuestas y en condiciones de mostrarte qué es lo que piensa Dios y a interceder delante de Él por tus necesidades. TUS NECESIDADES, no TUS DESEOS… cuidado con esto!

Si a Dios le pides y Dios no te da, tal vez tengas que aprender a esperar y a pedir conforme al corazón de Dios, en vez de buscar soluciones mágicas, fáciles, rápidas y sin esfuerzo.

Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

(Santiago 4:2-3 RV 1960)



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