Las quemaduras del rencor
Haz de Sabiduría
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El 6 de junio de 1972 se publicó una foto que recorrió todo el planeta, en donde Phan Thi Kim: niña vietnamita de 9 años de edad, junto a otros niños, huía desnuda y aterrorizada, luego de que su ropa se había deshecho y su piel se quemaba por los efectos de una bomba de napalm que el ejército invasor había lanzado.
El tiempo pasó; la guerra del Vietnam terminó; la niña sobrevivió; llegó a la adolescencia, pero los traumas físicos y sicológicos, seguían atormentándola.
“… Llegué a desear haber muerto aquel fatal día del bombardeo, para no sufrir más –decía Kim- era muy difícil para mí soportar toda esa carga de odio, ira y amargura. ¡Veía mis cicatrices y me enfurecía! … Odiaba mi vida. Odiaba a todos los normales…”
Hasta que un buen día -según su propio relato- al visitar una biblioteca encontró una Biblia; la ojeó, y por primera vez comenzó a creer que en sus páginas encontraría una salida para sobrellevar sus traumas.
Y así fue: años más tarde se encontró frente a frente con su agresor: el soldado responsable del ataque contra su aldea. ¿Cuál fue su reacción?... Seguidamente su declaración:
“La
guerra hace que todos seamos víctimas. Yo como niña sufrí, pero él, que hacía su trabajo como soldado,
también sufría. Yo tengo dolores
físicos, pero los de ese soldado son
peores; los lleva en el alma. Él,
se había convertido en un alcohólico. Su
vida estaba destrozada. Por lo tanto, lo abracé y lo perdoné”
Querido visitante:
El testimonio de esta mujer, que
a propósito en 1999 fue elegida
como Embajadora de Buena Voluntad de la ONU, nos
obliga a reconocer indefectiblemente la
grandeza del perdón, y a admitir que no existe
herida más grande y mortal para el
alma, que la de alimentar diariamente: resentimientos, odio, rencor.
¿Cómo podríamos elevar nuestra oración diaria al Señor, si
decidimos no perdonar? El propio Jesús nos exhorta a que cuando estemos orando, si tenemos algo contra alguien, lo perdonemos. (Marcos 11:25). Igualmente la oración
modelo dirigida al Padre, que Jesús nos enseñó (Mateo
6:12) nos lleva a pedir y a confesar
: “Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.”
La
pregunta obvia e inmediata que Dios nos haría es : “¿De verdad los has perdonado?”
Todo el que odia a
su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la
vida eterna.
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