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Las quemaduras del rencor

William Brayanes
Haz de Sabiduría
https://hazdesabiduriaministerios.blogspot.com
Admin


El 6 de junio de 1972 se publicó una foto que recorrió todo el planeta, en donde Phan Thi Kim: niña vietnamita de 9 años de edad, junto a otros  niños, huía desnuda y aterrorizada, luego de que su ropa se había deshecho y su piel se quemaba por los efectos de una bomba de napalm que el ejército invasor había lanzado.

El tiempo pasó; la guerra del Vietnam terminó; la niña  sobrevivió; llegó a la adolescencia, pero los traumas físicos y  sicológicos,  seguían   atormentándola.  

“… Llegué a desear haber muerto aquel fatal día del bombardeo,   para no sufrir   más –decía Kim-  era muy difícil para mí soportar toda esa carga de odio, ira y amargura. ¡Veía mis cicatrices y me enfurecía!  … Odiaba mi vida. Odiaba a todos los normales…”  

Hasta que un buen día -según su propio relato-   al visitar una biblioteca  encontró una Biblia; la ojeó, y por primera vez comenzó a creer que en sus páginas encontraría una salida para sobrellevar sus traumas. 

Y así fue: años más tarde  se encontró frente a frente con  su agresor: el soldado responsable del ataque contra su aldea. ¿Cuál fue su reacción?... Seguidamente su declaración: 

“La guerra hace que todos seamos víctimas. Yo como niña sufrí,   pero él, que hacía su trabajo como soldado, también sufría.  Yo tengo dolores físicos, pero los de ese soldado son  peores; los  lleva en el alma. Él, se había  convertido en un alcohólico. Su vida estaba destrozada. Por lo tanto, lo abracé y lo perdoné”    

Querido visitante:

El testimonio de esta mujer, que  a propósito en 1999  fue elegida como Embajadora de Buena Voluntad de la ONU, nos obliga a reconocer  indefectiblemente la grandeza  del perdón, y  a admitir que no  existe  herida  más grande y mortal para el alma, que la de alimentar diariamente: resentimientos,  odio, rencor.

¿Cómo podríamos elevar nuestra oración diaria al Señor, si decidimos no perdonar? El propio Jesús nos exhorta a que  cuando estemos orando, si tenemos algo  contra alguien, lo perdonemos. (Marcos 11:25). Igualmente la oración modelo dirigida al Padre, que Jesús nos enseñó (Mateo 6:12)   nos lleva a pedir y a confesar :  Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.

La pregunta obvia e inmediata que Dios nos haría es :  “¿De verdad los has perdonado?”

Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna.

(1 Juan 3:15)

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