LA REVERENCIA DEL JUNCO
La Roca Ministerios
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El viento y las corrientes bravas de las aguas arrecian contra el junco de la orilla. Se dobla, hasta tocar el agua inclusive, pero no se quiebra.
Son muchas las veces en que prometí a Dios cambios en mi vida. Muchos fueron los intentos. Me embarqué en planes y proyectos. Pero siempre lo hice en tiempos de bonanza y con mis propias fuerzas. No pregunté a Dios. Sólo tomé decisiones, firmes decisiones, por cierto. Actos de buena voluntad sin duda alguna, impregnados de la mejor de las buenas intenciones, y en la convicción de que era eso lo que Dios quería. Como suelo decirle a mi hija y a otras personas sobre quienes tengo alguna responsabilidad: “No suponga; pregunte”.
El sol se puso, el día brillante se tornó en un cielo oscuro con espesos nubarrones que presagian inminente tormenta. Y ésta no tardó en llegar. Fueron muchas las oportunidades en que una situación inesperada, un vuelco en mi vida, la aparente tardanza de ese milagro ansiado, me puso a caminar en otra dirección. Cada promesa pareció literalmente disiparse. Y mis firmes decisiones y esfuerzos también se esfumaron.
La ansiedad y la desesperanza entonces, ganaron terreno sobre la fe y la esperanza. La “ciencia de la paz”, la “paz-ciencia”, la “paciencia”, digo, se puso a prueba… Y debo confesar que no aprobé la asignatura.
Finalmente, ya no había una tormenta. Habían dos: la de afuera y la de adentro, donde las alabanzas a mi Dios no era justamente lo que predominaba. Lo que ayer fue luz y bonanza hoy era oscuridad y caos.
¿Te has sentido así alguna vez?
Cuando la corriente y el viento arrecian, es entonces -y sólo entonces- cuando el verdadero valor de una palabra de Dios se hace claro y evidente. El viento dobla el junco de tu vida hasta tocar las corrientes. Sólo sientes la turbulencia de las aguas que pasan por debajo como cosa de nunca acabar.
Cuando toda tu vida, sueños, ilusiones, proyectos, planes, ministerio, familia, finanzas; y lo que es peor: la fe; se desmoronan como un castillo de naipes, tal vez sea tiempo de borrar y comenzar de nuevo. O lo que es lo mismo: permitir que el Gran Hacedor se ocupe de esto.
El junco se dobla, pero sigue en pie. Es tiempo de convertir ese doblarse de derrota, en REVERENCIA.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tenéis aflicción, pero confiad, Yo he vencido al mundo.
(Juan 16:33 BTX)
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