VETE EN PAZ Y QUEDA SANA

William Brayanes
Haz de Sabiduría
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La Biblia, en Marcos capítulo 5, versículo 24 al 34, nos relata sobre una humilde mujer que llevaba doce años de angustia y sufrimiento, al padecer de una enfermedad que no solamente le traía las molestias obvias de imaginar: tristeza, desánimo o desesperanza, sino que además, la cultura de su pueblo la etiquetaba como una persona espiritualmente impura.

La mujer en cuestión sufría de flujos de sangre.

Cierto día, dicha mujer se enteró que venía en camino un tal Jesús de Nazaret, de quien se decía ostentar, aparte de amor, misericordia y autoridad, un poder especial para obrar milagros.

Una interrogante vendría entonces a la mente de la mujer: ¿Será posible que hoy mismo pueda encontrarme con Jesús?... ¿Podrá él devolverme la sanidad que tanto necesito? Una pequeña llama de esperanza intentaba encenderse en el fondo de su corazón, aunque estaba consciente de la casi imposibilidad de acercarse al maestro, debido a la multitudinaria muchedumbre que debía rodear lo, y a su propia condición de mujer indigente.

Sin embargo, avanzó asimismo a entender que luego de tantos intentos fallidos por solucionar su problemática, ésta podría ser su última oportunidad. Esa idea la llevó a reunir coraje para en el momento menos pensado, abrirse paso entre el gentío, y casi a rastras acercarse a espaldas del maestro, y sin decir palabra únicamente sujetar el borde de la túnica de Jesús.

Dice la Escritura que “al instante cesó su hemorragia”, y que el Señor la despidió con estas palabras:

“¡Hija, tu fe te ha sanado! Vete en paz y queda sana de tu aflicción.”

Querid@ visitante:

Es posible que tú también te encuentres llevando a cuestas un antiguo problema no resuelto. Puede que estés luchando con la idea de acercarte o no a Jesús; dudando de si escuchará o no tu clamor; si te ayudará o no a salir de la dificultad.

Quién sabe alguien te ha dicho que no tiene sentido “molestar” a Dios; que Él está para cosas más importantes; y que lo tuyo, por ser quién eres, definitivamente ya no tiene remedio.

Tú, simplemente cierra los oídos a cualquier voz de desaliento; vence el prejuicio, temor, falta de fe, vergüenza u orgullo, y ve a recibir ahora mismo ese toque especial del Maestro, quien está precisamente pasando por tu vida. Quizá no obre con la misma rapidez que lo hizo con la mujer de este pasaje bíblico (o quizá sí). Eso lo decide Su indiscutible soberanía.

Tú solo póstrate en oración; muéstrale los anhelos de tu corazón, y espera su respuesta. (WB.)

Porque todo el que pide, recibe;
El que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
(Mateo 7:8)

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