EL PAJARITO Y EL VIENTO

Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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Había cierta vez un pajarito que continuamente estaba quejándose porque aleteaba con todas sus fuerzas y a pesar de sus denodados esfuerzos no podía avanzar más rápido. El aire lo frenaba. Quería remontar más y más alto, pero el mismo viento se lo impedía. Un día, el “señor de los cielos, el aire y el viento” cansado de sus súplicas y quejas decidió hacer algo al respecto. Le quitó el aire.

Ahora, el empeño de aquel pajarillo se vio terriblemente frustrado, porque por más que aleteaba, sin aire sus alas ya no servían para nada y no conseguía despegarse del piso. La falta del vital aire se hizo sentir también en su cuerpo. A punto de morir asfixiado sin poder respirar, con el último aliento de vida que le quedaba clamó a su señor y éste le devolvió el aire que tanto odiaba y le ofrecía resistencia. Otra vez podía vivir… y volar. ¡Formidable lección!

Muchas veces he pensado y afirmado que las “cartas con las que me ha tocado jugar en esta vida” no son precisamente las mejores. ¡Cuántos esfuerzos, cuántos intentos de estar mejor, cuántos proyectos he visto frustrarse sin llegar a nada!

A veces, cansado y sin aliento he bajado los brazos clamando a Dios por que tuviera a bien quitarme las dificultades… ¿Y eso no es lo mismo que el clamor del pajarito porque no podía volar más rápido y más alto a causa del mismo aire que le daba aliento de vida y le permitía volar?

Querer estar y ser mejor en cualquier ámbito, desde cualquiera sea el punto de vista que se lo mire, es perfectamente lícito y absolutamente sano. Lo que no es bueno es querer renunciar a las dificultades que nos toca pasar o rendirse ante ellas. Así como el blanco no es blanco sin el negro, la luz no es luz sin las tinieblas; nada es nuestra vida en este mundo caído fuera del Huerto del Edén sin las dificultades que nos rodean.

No se transa ni se negocia con las dificultades. Las vencemos o nos vencen. No salió a negociar David cuando se enfrentó a Goliat. Tampoco afrontó el desafío contra el enorme gigante justamente con las mejores armas… sólo con las “cartas” que la vida le dio para que pusiera en juego. Sin armadura de guerrero y tan sólo con una honda de pastor y unas piedras.

Amad@: Clama a Dios por visión, ciencia y sabiduría para usar las armas que tienes en tus manos. Te sorprenderá lo que no sabías que puedes hacer y el gigante se desplomará.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28 RVR1960).

Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito originalmente para: Mensajesdeanimo.com
También publicado en: Destello de su Gloria.org
Todos los derechos reservados. Publicado con permiso

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