Los creyentes: Pecamos o no pecamos?

Daniel Gaydou
DEVOCIONALES CORTOS DIARIOS BIBLICOS
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1 Juan 2:1 

Sí, mis queridos! Hoy hace un frío bárbaro! Aquí en Carlos Paz ha nevado, así que está todo blanco. Todo el mundo alborotado mandando mensajitos con fotos de una especie de Bariloche cordobesa. porque ha nevado en un montón de lugares en la zona central del país. Tampoco hay luz, por supuesto, eso era de esperar, Pero hoy yo quería igualmente compartir este tip con el teléfono alzado. Sé que cada vez que entra alguna fotito blanca van a escuchar el vibrador del teléfono haciendo: “bzzzz! bzzzz!”. Y quería compartirles un tema que siempre me da vuelta en la cabeza, que es el tema de los pecados. Cómo los creyentes nos movemos con el tema de los pecados.

Mi papá tenía un testimonio que escuché una vez, que me ayudó a entender esto y lo comparto con ustedes. Él dice que siempre tenía como remordimientos de cosas que había hecho en la juventud. Nunca me enteré, nunca me animé a preguntar. Y que un día, leyendo el texto que justamente fue el el que llevó a Martín Lutero a la conversión, él entendió que Dios ya había olvidado sus pecados. Entonces dice que él pensó: “-¿Qué hago yo acordándome de mis pecados, si Dios, que es el que debería ser el ofendido, me perdonó y ya los ha olvidado? Si Él los ha olvidado, ¿por qué los recuerdo yo?” Y que fue un momento de libertad espiritual para él. El momento del perdón de los pecados por Dios, te digo que es un momento de máxima libertad en nuestras vidas. Te animo a ejercitarlo. Cada vez que te des cuenta que metiste la pata, o como dicen acá en Córdoba: “que has hecho móoco”, entonces es el momento para pedirle perdón a Dios. Lo antes posible, lo antes posible, pedile perdón a Dios. Lo antes posible decile: “-Sí, está mal lo que hice, y lo hice yo”. Sin excusas, sin edulcorantes, sin cintitas de colores, son pecados. La bolsa de la basura hay que tirarla a la basura, porque por más que le pongan moñitos de colores, tiene basura adentro. Tirala esa porquería, que no te sirve ni a vos ni a nadie. Bueno, sí. Hay alguien a quien le sirve, pero no vamos a hablar de él hoy. No, hoy no.

Dice que había un hombre que lo habían llevado a la justicia por robar. Entonces tenía un abogado, y el abogado intentó hacer una estrategia de defensa, de lástima. Y entonces empezó su alegato así: “-Su Señoría, mi defendido, que usted lo puede ver aquí, es acusado de terribles crímenes contra la propiedad. Yo quisiera decir, a favor de él por supuesto, que usted con solamente mirarlo, debería tener piedad de él y darse cuenta que este pobre infeliz, con el perdón de la palabra, realmente es incapaz de las cosas que se le acusan. Es más, es totalmente incapaz. Nunca trabajó en su vida. Es una persona que no se da maña ni para agarrar una pinza. Le dieron un día una pala y la agarraba al revés. ¿Puede Ud. creer? Es vago. En lo único que piensa es en comer, chupar y eso. Una vez que tiene un peso, lo gasta “chineando” por ahí. Es un verdadero desastre! Mire, cómo será que todas las parejas que ha tenido lo han abandonado antes del año porque vivía de ellas directamente, así. Así que no lo quiere nadie en el pueblo, justamente por eso. En realidad, en el fondo tiene un problema mental, que Ud. lo puede ver, que es bastante retrasado, que es una persona que no se da maña para nada, y todo…” Y en ese momento el acusado le toca el codo, y le dice: “-Escuchame, Roberto; ¡no me defiendas más!"

¿Vieron que la defensa a veces te puede terminar hundiendo más de lo que vos ya estás hundido? Y hoy voy a hablar de eso, del tema del pecado. Los creyentes, vos y yo; a ver, ¿pecamos o no pecamos? Yo te voy a leer ahora un texto donde dice que “no pecamos” y que “sí pecamos” en el mismo versículo, las dos cosas. Y vos te vas a dar cuenta, porque en tus respuestas, seguramente has estado jugando entre estas dos posibilidades. Si vos me preguntas si yo peco, la respuesta es: “Eeeh, sí”. Ese “Eeeh” es la respuesta. “Sí” es el sinceramiento final. Pero en 1ra. Juan capítulo 1, dice que nosotros, los hijos de Dios, no pecamos. ¿A qué se refiere? ¿Cómo es este tema? ¿No pecamos o sí pecamos?

Bueno, alimentado con la idea de la espiritualidad que entró en Europa… que entró en Europa, no; que se fortaleció en Europa, con los viajes de Marco Polo, y el descubrimiento del Lejano Oriente y eso. Ideas de India, por ejemplo. Esa idea de India, de que una persona puede dejar de, hasta de comer, de respirar, de ir al baño, de bañarse; de dejar todo como un ideal de santidad; se juntó con las ideas de santidad de la edad media del neoplatonismo. Y entonces dio un resultado cristiano de un ideal de vida sin pecar, y si es posible; sin comer, y sin dormir, sin abrigo, ¡sin nada! La vida despojada de todo. Por supuesto, es una idea contraria a lo que está en la Biblia, que dice que Dios te llena de bendiciones. Y ese ideal de santidad dice: “sí, pero para ser santo hay que tirar todas las bendiciones a la basura, por la borda.

Esa idea de que ser santo es ser pobre, de una persona que se auto-niega porque sí, es una idea que no está en la Biblia. Que no tenía el propio Jesús, que no tenía ninguno de los apóstoles y que conlleva la idea de que yo me puedo perfeccionar por cuenta propia para ser agradable a los ojos de Dios. Cosa que es extraña la Biblia que dice que todos somos pecadores. Y que el punto no es si yo tengo una vida donde peco, o no peco y me distingo por eso. Porque si yo no peco, ¡pobres de ustedes, los simples mortales pecadores! Porque yo los miro con mi superioridad espiritual y les digo: ¡pobres de ustedes que sois pecadores! Y me subo al púlpito y desde el púlpito me da una perspectiva así tipo “yo soy santo ¿y ustedes? Ustedes son pecadores. ¡Que levante la mano el que nunca ha pecado!” Entonces alguno baja la cabeza y piensa: “¿Y por qué no levantás la mano vos? ¿Qué sos vos? ¿San Antonio sos vos?”

Entonces hay que tener cuidado con lo que dice la Biblia. El ideal y el paradigma contrapuesto acá no es si yo peco o no peco; sino, si yo estoy en las manos de Dios o no. Porque estando en las manos de Dios, cada tanto voy a pecar, voy a cometer pecados. Una explosión de ira, qué sé yo… un montón de cosas. Pero la diferencia va a ser que me va a molestar el pecado, me va a molestar el pecado.

Dice así en 1ra. Juan: 

Hijitos míos,  estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo.

(1ra Juan 2:1 RV 1995) 

¡Eso está fantástico! Ese texto es libertad pura, querido! Libertad pura! Respirá hondo! Respirá hondo! Tu defensor no te va a terminar de hundir. Te va a salvar porque Él pagó por tus pecados, y por los míos. Entonces, la respuesta a si pecamos o no pecamos; es lamentablemente, dolorosamente, PECAMOS. A veces pecamos sin darnos cuenta y nosotros creemos que pecado es solamente cuando nos damos cuenta. No, también pecamos sin darnos cuenta. El pecado está entretejido en nosotros hasta que vayamos a la presencia de Dios.

Pero una cosa es tener los pecados perdonados y tener una conciencia de pecado; a simplemente ser pecador y que no te importe nada. Ahí está la diferencia.

Te mando un frío beso, la naricita helada; en este día, deseando que Dios te bendiga y te dé esa libertad de saber delante de Él: NO TENÉS PECADO.



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