EL ESPÍRITU DE LA LEY

Daniel Gaydou
DEVOCIONALES CORTOS DIARIOS BIBLICOS
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La formalidad no garantiza de ninguna manera la calidad del vínculo. Ahí te explico. El hecho de que yo reconozca un hijo mío y firme su documento de identidad, no quiere decir que yo sea un buen padre para él. El hecho de que yo me case según la ley -cosa que como vos sabes, se practica cada vez menos- porque es una formalidad. Que la misma formalidad no puede perseguir tanto como la formalidad del hijo, que sí tiene consecuencias mucho más serias. ¿Me estoy explicando? Porque estoy medio dormido, hoy es lunes, fue un fin de semana agitado. Cosas de los pastores evangélicos. Dicen que los pastores evangélicos son el tipo de persona que renuncia todos los domingos a la noche para volver a agarrar el pastorado los lunes a la mañana.

Me parece importante, a la luz de Gálatas 3:19, que voy a leer enseguida, que uno entienda que el vínculo, la relación personal, vos y yo, dos personas; no se puede sustentar en la legalidad. Es decir, en las normas, en las leyes. Se tiene que sustentar con algo superior a eso, sin, por supuesto, negar las leyes. Por ejemplo, está en la ley de que hay que cumplir con el semáforo en rojo. Hay un semáforo en rojo, hay que parar sí o sí. Si vos estás llevando a una persona gravísima al hospital, sacás un pañuelo blanco y te pasaste el semáforo en rojo, y… quebrantaste la ley. Pero has preservado el principio de la vida como superior, que es la misma razón que tiene lo del semáforo en rojo. ¿Te das cuenta cómo es un ciclo que se vuelve a cerrar?

Tiempo antes de la venida de Cristo, en ese espacio que hay entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, del espacio histórico; hubo unas historias muy interesantes que están registradas en unos libros, que se llaman de los Macabeos. Y en esa época descubrieron las tribus que vivían rodeando a los judíos en Palestina, descubrieron que ellos el día sábado no iban a hacer nada porque era el día que no se podía trabajar. Entonces comenzaron a hacer incursiones sobre las ciudades, las poblaciones judías, porque sabían que ese día no se iban a defender. Entonces entraban como “Pancho por su casa”, robaban, secuestraban; hacían lo que querían y se iban con sus tesoros. Se volvían a recuperar los judíos, laburando, despacito y otra vez, un sábado les caían. Hasta que un tal “Martillo” Macabeo, Judas Macabeo (“Martillo” era su sobrenombre) hizo que la gente reflexione así: ¿Qué es lo que estamos haciendo mal? Porque esta gente, que sabe que nosotros cuidamos la ley, tratamos de cumplir con lo que Dios manda. Resulta que usan lo que Dios nos manda para nuestro bien, lo usan para nuestro mal. ¿Cómo es eso? Y él dijo: lo que estamos haciendo mal, es que nos estamos poniendo en un pie de igualdad el cumplimiento de la formalidad de no trabajar el sábado con el de la preservación de la vida. Y me parece que es mucho más importante la preservación de la vida. Accidentalmente por una invasión y que eso nos obligue a transgredir el mandamiento de quebrantar el sábado. Quebrantamos el mandamiento del sábado, pero preservamos uno muy superior que es el respeto por la vida que Dios nos dio. Así fue como que la próxima vez que hubo una pequeña invasioncita, una corrida de estos chorros que rodeaban a los judíos, los judíos estaban preparados para defenderse y eso cortó esa seguidilla de guerrillas, que los perjudicaban tanto; porque les quitaban por ejemplo, todo el grano almacenado con el cual iban a vivir los próximos meses, los condenaban al hambre, y así. Entonces, dice Pablo en Gálatas 3:19: 

Entonces, ¿para qué se entregó la ley? Fue añadida a la promesa para mostrarle a la gente sus pecados. Pero la intención era que la ley durara sólo hasta la llegada del Hijo prometido. Por medio de ángeles, Dios entregó su ley a Moisés, quien hizo de mediador entre Dios y el pueblo. Ahora bien, un mediador es de ayuda si dos o más partes tienen que llegar a un acuerdo. Pero Dios —quien es uno solo —no usó ningún mediador cuando le dio la promesa a Abraham. ¿Hay algún conflicto, entonces, entre la ley de Dios y las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Si la ley pudiera darnos vida nueva, nosotros podríamos hacernos justos ante Dios por obedecerla. Pero las Escrituras declaran que todos somos prisioneros del pecado, así que recibimos la promesa de libertad que Dios hizo únicamente por creer en Jesucristo. Antes de que se nos abriera el camino de la fe en Cristo, estábamos vigilados por la ley. Nos mantuvo en custodia protectora, por así decirlo, hasta que fuera revelado el camino de la fe. Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino Cristo; nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por medio de la fe. Y ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley sea nuestra tutora. Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Y todos los que fueron unidos a Cristo en el bautismo se han puesto a Cristo como si se pusieran ropa nueva.* Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.

(Gálatas 3:19-28 NTV) 

Es muy interesante pensar en esto. ¿Para qué están los Diez Mandamientos, por decir de alguna manera, para qué están? Están para mostrarnos claramente cómo es el panorama moral de Dios. Pero un verdadero cristiano no puede seguir su vida por un recetario que saca de la Biblia. es muy importante esto ¿eh? Nosotros, las personas que estamos muy vinculadas a la religión, digamos a la fe en alguna de sus expresiones, somos los mejores candidatos para dejar de confiar en la guía del Espíritu Santo para estar todo el tiempo pensando en un recetario moral que sacamos de la Biblia. Y ese recetario moral que yo estoy llamando ahora, no lo digo despectivamente. El apóstol Pablo tampoco decía despectivamente que la Ley sirvió nada más que como una guía hasta que vino Cristo. Sino, finalmente en nuestra relación con Dios, debe primar la guía en la base de la ley ¿no cierto?, en la base de este recetario moral que está en la Biblia. Como por ejemplo, ”no matarás”; por supuesto que está vigente eso. Pero no podemos dejar de matar a alguien simplemente porque dice que no hay que matar y entonces yo no mato. Sino porque en mi espíritu no desea matar. No lo quiere. Ni aun a los enemigos. Porque ese Espíritu que movió esa misma legislación, mueve mis acciones.

Y me acuerdo de una anécdota graciosa, con una lógica que explica, que refleja un poquito esto de la relación entre las leyes y los vínculos. Cuando la misionera Alba Montes de Oca se fue a trabajar a San Martín, en el Chaco, ella alentaba a que las parejas de los aborígenes se casen. Y les explicaba, a sacar documentos y todo; ella misma les ayudaba a sacar su documento de identidad y todo, para que entren en la ley y en la legalidad, digamos. Y encontré una pareja, el hombre sobre todo, no se quería casar. Entonces, ella le preguntó: “-¿Por qué no te querés casar?” “-No, dice, porque si yo me caso, después mi mujer me va a engañar con otro”. ¡Mirá vos el tipo, su relación con la ley cómo era! ¡Su concepto, cuál era!

¡Ayayay, cuántas personas no entienden que la Ley tiene un espíritu, que es el Espíritu Santo!




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