Y DIOS OYÓ LOS SOLLOZOS DEL NIÑO
La Catapulta
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La gracia de Dios siempre sorprende…
Dos naciones salieron de Abraham. Los descendientes de Isaac – el hijo de Rebeca y Abraham – y los descendientes de Ismael – el hijo de Agar la esclava de Abraham –. Al día de hoy, continúa una enemistad entre muchos de los descendientes de Isaac y de los descendientes de Ismael.
A pesar que Dios escogió que la descendencia de Abraham fuera la de Isaac y no la de Ismael, ambos fueron bendecidos por Dios. La gracia de Dios siempre sorprende.
Rebeca pide que Agar e Ismael fueran expulsados de su presencia y que Ismael no tuviera herencia. Abraham se angustió mucho, Dios le dijo que no lo hiciera. Porque Ismael también era su hijo, haría una gran nación de él.
Al día siguiente odre en mano y pan, Abraham despide a Agar y a Ismael. En pleno desierto, se termina el agua, lo cual implicaba una muerte segura. Agar no quiere ver morir al niño, pone al niño debajo de un arbusto y se va lejos a llorar. Esta sería una historia con un final terrible, pero no fue así.
El niño comenzó a sollozar. Sin esperanza, con el calor del desierto y bajo un arbusto, esperaba su muerte. Pero Dios habla. Le dice a Agar que no tema porque Dios ha escuchado los sollozos del niño.
Me impresiona que el niño nunca hizo una oración, el niño no dobló rodillas, el niño no emitió palabra alguna, el niño sólo sollozó. Sollozar es respirar de manera continua y entrecortada en medio del llanto. Esa expresión de dolor en lo más profundo del alma, fue escuchada por Dios.
Cuando los ojos lloran una oración se eleva, no porque lo merezcamos, sino porque Dios es bueno y se compadece de nosotros. Aún en la respiración de manera continua y entrecortada en medio de su llanto, Dios acerca su oído.
Dios le dice a Agar, no temas. Esas palabras tienen la promesa más grande para todo ser humano. No temas, es declarar seguridad para el hoy, el mañana y para la eternidad. En Dios no temas, implica que ni la muerte nos detiene. En él hay esperanza eterna.
Dios le promete a Agar que hará de Ismael una gran nación. Le ordena levantarse y tomarlo de la mano. Le abre los ojos, ve un pozo, llena el odre con agua y viven en el desierto hasta que lo casa con una egipcia.
Dios escogió a Isaac para que por medio de él fuera establecida su descendencia. Pero aún en Isaac, serían benditas todas las familias de la tierra, cuando Cristo Jesús, descendiente de Abraham apareciera en escena. Ismael y su descendencia también serían benditas en Cristo Jesús.
Jesús es quien al morir en la cruz y resucitar por nuestros pecados, nos libra de la ira de Dios y por medio de él somos adoptados como hijos. Nos convertimos ahora en el nuevo Israel de Dios, en donde todos somos hermanos. Sin importar si somos judíos, árabes, latinos, norteamericanos o africanos. El que cree, confiesa sus pecados y se aparta, no sólo alcanza misericordia. Encuentra familia que dura hasta la eternidad.
Pero Dios escuchó los sollozos del niño… Saber que Dios se conmueve con el dolor profundo del alma que se manifiesta en sollozos, me llena de paz. Aún en los sollozos más profundos de su vida, Dios está ahí. Dios está para escucharle y aún en su pecado, escuchar la oración que lo lleva a confesar su fe en Jesús, sus pecados y a acercarse al trono de su gracia.
Alabado sea Dios por su incomparable amor por la humanidad. Que todos seamos salvos por la cruz de Cristo. Porque el desierto de este mundo caído, encontrará el pozo de la vida eterna en un cielo nuevo y en una tierra nueva cuando Jesús regrese por su iglesia y reine con justicia. No temas…
“El niño Isaac creció y fue destetado. Ese mismo día, Abraham hizo un gran banquete. Pero Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham se burlaba de su hijo Isaac. Por eso le dijo a Abraham: —¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! El hijo de esa esclava jamás tendrá parte en la herencia con mi hijo Isaac. Este asunto angustió mucho a Abraham porque se trataba de su propio hijo. Pero Dios le dijo a Abraham: «No te angusties por el muchacho ni por la esclava. Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac. Pero también del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es hijo tuyo». Al día siguiente, Abraham se levantó de madrugada, tomó un pan y un odre de agua, y se los dio a Agar, poniéndoselos sobre el hombro. Luego le entregó a su hijo y la despidió. Agar partió y anduvo errante por el desierto de Berseba. Cuando se acabó el agua del odre, puso al niño debajo de un arbusto y fue a sentarse sola a cierta distancia, pues pensaba: «No quiero ver morir al niño». En cuanto ella se sentó, comenzó a llorar desconsoladamente. Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación». En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. Dios acompañó al niño, y este fue creciendo; vivió en el desierto y se convirtió en un experto arquero; habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con una egipcia.” Génesis 21:8-21
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