SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS

Pablo Martini
Una Pausa en tu Vida
https://labibliadice.org/unapausaentuvida/
Todos los derechos reservados-Publicado con permiso



Tal vez te sorprendas si te digo que en ningún texto sagrado del Nuevo Testamento de la Biblia se nos exija pedir perdón por nuestros pecados como requisito para ser salvos. (También yo tuve la misma sensación cuando me lo dijeron, no te asustes). La palabra que el apóstol Juan emplea en su carta magna es “confesar”, que es radicalmente diferente a pedir perdón. Confesar da la idea de revelar, declarar, descubrir. Al ocultar ingenuamente mi transgresión hacia las leyes divinas, el primer perjudicado soy yo mismo, pues Dios es “el Viviente que todo lo ve”. Es en ese contexto que el mismo Juan advierte: “si digo que no tengo pecado me engaño a mí mismo y lo tengo a Dios por mentiroso cuando señala mi pecado”. Si lees atentamente todo el contexto del pasaje arriba citado podrás ver claramente que el tema que el Espíritu Santo está exponiendo no es la remoción del pecado sino la restauración de la comunión. Es que cuando niego, oculto, minimizo, le cambio el nombre a mi pecado, consciente o inconscientemente me alejo del Padre y la comunión con Él se interrumpe.

El asunto del perdón de mis pecados y los tuyos ‒pasados, presentes y futuros‒ fue un asunto tratado y consumado en un monte con apariencia de calavera, el Gólgota, y su cruz hace ya más de dos mil años. Allí, en un trato privado entre el Dios ofendido en su santidad y el Hijo sustituto y voluntario, absolutamente todos tus pecados fueron perdonados. Dios los cargó sobre su Hijo y le cobró a Él tu deuda. Rogarle a Dios que se compadezca y te perdone cada vez que pecas es una total afrenta a lo que Él mismo declara en su Palabra. Es dudar de su amor y de la obra de Cristo en la cruz a tu favor. Tus pecados y los míos ya fueron perdonados. Al confesarlos, me apropio de esa verdad y experimento el poder liberador de ese perdón.

Cuéntale arrepentido a Él cuando hayas pecado, sí, pero sabiendo que ese pecado ya fue perdonado en Cristo, y que ese amor te impulse a no volver a pecar.

Pensamiento del día: El perdón de mis pecados no depende de la medida de mi quebrantamiento sino del suyo, porque por “su llaga fuimos nosotros curados”.


Encuéntranos también en:

Comentarios

Entradas más populares de este blog

UNGES MI CABEZA CON ACEITE...

El poder del ayuno

PARECIDOS, PERO NO IGUALES