DIOS COMIENDO ZANAHORIAS
Daniel Gaydou
DEVOCIONALES CORTOS DIARIOS BIBLICOS
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Mateo 6:22
Hoy quisiera invitarte a ser por un momento, crítico de arte infantil. Te explico. Nosotros, uno de los prejuicios que tenemos, por eso me da rabia el tema de los prejuicios, que están siempre. Que yo tengo tal prejuicio o el otro, porque soy evangélico, y los cristianos son tan llenos de prejuicios. Gente que también está llena de prejuicios. Hay prejuicios en todos lados. Y es cierto que hay prejuicios, que los prejuicios hay que cambiarlos; que son un sesgo incorrecto, que son pecados, que son algo que hay que sacar de la vida de uno. Es cierto eso, es cierto. Pero también las personas que pontifican sobre esto, no se dan cuenta que ellos también están llenos de prejuicios. Solamente que como en muchas ocasiones, la ideología contemporánea es de una forma cuando la tengo yo, y de otra forma cuando la tienen los demás. Y eso es un sesgo que también está incorrecto.
Por eso me parece importante concentrarnos hoy en un dibujo infantil. Yo ya te conté esta anécdota de un chiquito que tenía hecho un dibujo y se lo mostró a la mamá. Era un garabato. Garabato es el nombre técnico del dibujo infantil. El dibujo infantil evoluciona desde dibujar como un círculo así, con ojos con un par de redondelitos que son los ojos, y va evolucionando. Después le va agregando. Le agrega manitos, le agrega cuerpo, le agrega la nariz, las orejas y le agrega la boca. Y es interesante cómo va desarrollando, va incorporando en los dibujos, el niño va incorporando más y más información.
Y nosotros tenemos el prejuicio de que los niños son como tontos, que no se dan cuenta y por eso el nombre “garabato” no es un elogio para nadie. Aunque desde el punto de vista, desde el desarrollo neuronal y psicológico de una criatura humana, es fantástico, porque implica un desarrollo complejísimo y muy maravilloso, sólo que no lo vemos.
Entonces hoy quiero que nos concentremos en eso, en un dibujo infantil. Y está este niñito que yo les cuento. Esta criaturita estaba mostrando su dibujo y la mamá le preguntó, como buena adulta que es, mirando un garabato, es decir una cosa fea, una cosa que no tiene ningún sentido. Mira la obra de su criaturita y le dice: ¿Qué es? Y el niñito la mira, como diciendo “no entiende nada esta pobre mujer”, y le dice: “-Es Dios comiendo una zanahoria”.
Por supuesto, es gracioso ¿no es cierto? Es para reírse. Ahora, yo te pregunto, en esa escena, la mamá mirando el dibujo y que le pregunta ¿qué dibujaste? y el chiquito que la mira y le dice “es Dios comiendo una zanahoria”; yo te pregunto: ¿quién de los dos estaba más cerca de la verdad? ¿La mamá que estaba viendo lo que para ella era un garabato, es decir un trazo sin sentido, mas que como lo quiero, pierdo mi tiempo un ratito mirando este trazo sin sentido que ha hecho? o ¿El chiquito que está viendo que él ha representado con un lápiz al mismísimo Dios comiendo una zanahoria? ¿Por qué no?
Y ese es el problema. Que a veces nosotros juzgamos la Biblia también como un garabato. ¡En serio! Yo escucho a la gente haciendo comentarios sobre la Biblia, muchas veces en programas periodísticos que yo suelo ver cada tanto. Y alguno dice: “-Sí esto es un tipo de tragedia bíblica”. Dan la idea de que la Biblia es como un “Harry Potter”, pero cristiano. Se da consejos de confesionales. Y hablan del aborto como “sí, porque la Biblia tiene ideas religiosas …” ¿No estás viendo a Dios comiendo una zanahoria en eso? ¿Qué es lo que ves? Nosotros, entonces leemos la Biblia como que es un libro infantil de cuentos, y no vemos, NO VEMOS a Dios ahí. NO LO VEMOS.
Y es una pena terrible no verlo, porque simplemente con interrogar al niño que hizo el dibujito probablemente él nos podría guiar a entender la vida. ¡Sí! ¡Un niño! ¿Por qué? Porque está en la Biblia. Dice: “de la boca de los niños y de los que maman fundaste la fortaleza” (Salmos 8:2 - NdE). Es decir, la solidez aún intelectual y filosófica, está plasmada en la vida de un niño y aún de los que maman. Que los que maman son los que todavía ni siquiera saben hablar bien, o no saben, directamente hablar.
Pero ahí, si vos lo mirás, ahí hay algo del universo, porque el universo entero tiene el ADN de Dios. Entonces vos lo podés ver ahí. Pero claro, si vos lo que querés ver es un garabato, o ves un niñito hablando tonterías, ves un niñito haciendo macanas, nunca vas a ver a Dios y no lo vas a ver tampoco en otros lados.
Jesús tomó un niño, lo puso en medio de un grupo de gente que estaba rodeándolo como hacían todo el tiempo, y les dijo: ¿ven a este niño? Y la gente se miraban entre ellos como diciendo: ¿cómo que no veo al niño? ¡claro que lo veo! Veo que acaba de agarrar a un chico molesto, travieso, que toca todo, que no obedece, que hay que andarlo corrigiendo, que hay que andarle diciendo: ¡Shhh! ¡Nene callate que va a hablar Jesús! ¡Nene correte, que me estorbás la visión del maestro!” y Jesús les dijo: “si ustedes no me reciben a mí o no reciben a este niño, no van a conocer el reino de Dios”. Así nomás te digo.
Ahora, ¿Jesús estaba exagerando? ¿Estaba queriendo levantar la estima de los niños? ¿Estaba queriendo escribir un libro de pedagogía? ¿Era el “Piaget” de la antigüedad? ¡No! Lo que Jesús quería decir es: “Escúchenme; ¿ustedes quieren ver a Dios en serio? ¿Sí? Bueno, si no son como este niño, que lo va a ver y lo va a dibujar comiendo la zanahoria; no lo van a conocer. No lo van a conocer porque la mera idea de que Dios puede comer una zanahoria, es desafiante y te va a trancar las posibilidades de conocerlo.
Es lo que la gente decía: “¿pero este no es Jesús, el hijo del carpintero? ¿Cómo puede perdonar pecados, como si fuera Dios?”
Porque es Dios. ¡Es Dios comiendo una zanahoria!
Y la gente lo veía y algunos no se animaban a decir: “Este es Dios!” Entonces
simplemente lo adoraban, se postraban delante de Él esperando que pase algo,
para decir “Sí, es Dios”. La mujer samaritana, la mujer de al lado del Pozo de Jacob,
le dijo: “me parece que vos sos profeta”. Y Jesucristo le dijo: yo soy el Mesías,
yo soy el enviado de Dios, yo soy Dios”. Así que la mujer samaritana tenía una
alegría muy grande, porque lo último que hubiera pensado que iba a encontrar en
el pozo mugriento ese, el Pozo de Jacob, en medio del desierto al rayo del sol,
donde sopla la arena y se te mete en los ojos y en la boca; y que hay que bajar
con una soga un cántaro para sacar el agua, después tironearla para arriba, y rogar
que no se te rompa el cántaro, que en el fondo el pozo está lleno de pedazos de
cántaros que ya se han roto antes… bueno; ¡ahí encontrar a Dios! Y Dios ¿qué? ¡Un
Dios que tiene sed! ¡No podés creer una cosa así! a menos que tengas una chispa
interior como dijo Jesús:
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
(Mateo 6:22 Jer 2001)
No se refiere al ojo físico. Se refiere a la perspectiva. Y el cuerpo no se refiere al cuerpo físico, sino a la totalidad de la persona que yo soy. Que soy un cuerpo. A mí me gustaría creer como la teología de la edad media -meotomista- de pensar que yo soy un cuerpo que adentro tiene una chispita, una computadora, un chip, que es el espíritu. Y que el espíritu importa, el cuerpo solamente sirve para llevarlo de un lado al otro.
Bueno, quizá tampoco estamos viendo esa perspectiva, donde yo soy un único ser entero, que tiene el cuerpo, espíritu, mente, pulóver, reloj y amigos; y que mi ojo es mi perspectiva de la vida y que si mi perspectiva cuando ve a Jesús no ve a Dios, es como si no estuviera viendo nada.
Quizás me está faltando un niño ¿no?
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