DE QUIEN MENOS SE ESPERA

William Brayanes
Entre las hermosas fábulas que de niños nos contaban, recuerdo: “La Rosa y el sapo”, de  Beatriz Corvacho Aliseda.

La fábula en mención relataba que había una rosa roja que se sentía complacida al saberse la más hermosa del jardín. Sin embargo la gente no se acercaba a ella para admirarla de cerca; al parecer por recelo, ya que  junto a ella reposaba siempre un intimidante sapo grande y oscuro.

Indignada por tan “mala compañía”, un día la rosa le ordenó al sapo que se aleje inmediatamente de su lado. El batracio obedeció sin ningún reparo.    

Tiempo después, al pasar el sapo por donde estaba la rosa, se sorprendió al verla totalmente maltrecha, sin hojas, sin pétalos lucientes como antes. No pudo callar el comentario:

 - Qué mal que te ves, querida rosa! ¿Qué te pasó?

 La rosa contestó:

-Desde que te fuiste, las hormigas me han comido día a día, no permitiéndome volver a ser la misma.

El sapo dijo entonces:  Claro: cuando yo estaba junto a ti, me servía diariamente las hormigas que se te acercaban; por eso lograbas mantenerte bella y radiante.

 
Amigo, amiga:

A veces, adoptando una actitud de pavo real, ignoramos a determinadas personas, por creernos superiores a ellas: más inteligentes, más acaudalados, más distinguidos, más importantes en la vida.  

Olvidamos que a los ojos del Señor todos somos iguales; que todos nos necesitamos y que siempre tendremos algo que aprender el uno del otro:  el rico del pobre; el sabio del ignorante; el viejo del joven; el gobernante del gobernado…

Y es que muchas veces Dios se vale de quien menos se espera, o a quien más menospreciamos, para darnos una lección de vida. Necesitamos pues cultivar ese fruto del Espíritu, tan opacado por el ego humano y que se llama humildad. 

Al respecto, una conocida cita del legendario entrenador estadounidense de baloncesto John Wooden (1910-2010) señala: “El talento te da Dios, sé humilde; la fama te da el hombre, sé agradecido; el orgullo te lo das tú; ten cuidado.”    

 

Vivan en armonía los unos con los otros.

No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes.

No se crean los únicos que saben.

(Romanos 12:16)

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