NUESTROS FALLIDOS PLANES

William Brayanes

Un relato que no deja de ser jocoso, dice que en cierta ocasión, una secretaria,  un conserje y un gerente de una misma  empresa, iban juntos por un sendero. En eso, hallaron en el suelo una antigua lámpara. Entonces, al igual que en el cuento de Aladino, la frotaron. Y al hacerlo apareció un genio, quien les ofreció conceder un deseo a cada uno de ellos.    

Ni corta ni perezosa, la secretaria mencionó que su mayor anhelo era estar en el mejor sitio del mundo, disfrutando de dinero y unas largas vacaciones.

Apenas terminó su pedido, efectivamente la mujer fue arrebatada hacia la mejor playa del mundo.

A su turno, el conserje pidió riquezas para derrocharlas en el mejor centro de diversiones. De igual forma su pedido se cumplió al instante: fue trasladado a un lujoso sitio de diversiones, con una jugosa fortuna.

Faltaba el gerente, a quien el genio preguntó:

-¿Supongo que tú también desearás: vacaciones, dinero,  placer?...

-“No -respondió el empresario– lo que quiero es que a esos dos empleados míos que  mandaste de vacaciones, me los regreses de inmediato a la oficina.”

Querid@ amig@:

Indudablemente este relato es una fábula, pero en la vida real, cuántas veces trazamos planes al azar, sin bases sólidas, sin cimientos fuertes, igual que si construyéramos castillos de arena, confiados solo en lo que llamamos: golpe de suerte, buena fortuna, destino.    

Por ello, si catalogas tu vida como importante, no la edifiques sobre la movediza arena de las ilusiones, pues éstas muy pronto se extinguirán. Pon en manos del Señor tus planes y proyectos; permite que Él sea el fundamento firme, la roca fuerte sobre la que se levanten; y, déjate guiar. Tú podrás saber lo que quieres, pero Él conoce lo que necesitas. (WB).     

 

Si el Señor no edifica la casa,
de nada sirve que los edificadores se esfuercen.
Si el Señor no protege la ciudad,
de nada sirve que los guardias la vigilen.

(Sal 127:1).

 

 

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