HAZ LO QUE YO DIGO, PERO NO LO QUE HAGO

Daniel Gaydou
DEVOCIONALES CORTOS DIARIOS BIBLICOS
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Mateo 23:2-3

Nunca me habían hecho una pregunta tan incómoda como la que me hizo una chica de apellido Motini en Río Gallegos donde yo había ido como seminarista en el año 1970, calculo yo que era; o el año anterior, por ahí, en esa época. O sea, que ya prescribió. Bueno, la cosa es que yo había ido como seminarista. Hacían trabajos los seminaristas; de práctica en los veranos, a veces en las vacaciones de invierno. Salíamos del Seminario, dejábamos todo vacío y nos íbamos a distintos puntos del país a trabajar en las iglesias y a ir practicando ¿no? Practicando, visitando gente, teniendo alguna clase bíblica, haciendo trabajo que se hace habitualmente como pastor de la iglesia, para ir practicando como un taller de clínica pastoral, digamos, en la parte práctica.

Era muy beneficioso eso, porque una de las ventajas que tenía, que una persona que era seminarista, estaba a veces por primera vez en una iglesia que no era la de él, donde él se crió, donde lo mimaban, etc., se iba a una iglesia que no lo conocían, encima era joven, inexperto y eso.

Un domingo me tocó predicar a mí, en la iglesia de Río Gallegos. Creo que hasta ahora está justo enfrente de la Comisaría de Río Gallegos. Y, bueno, prediqué y después comimos ahí al lado mismo, en la casa de la misionera, que se llamaba Norma Motini. Siempre me acuerdo de ella, aunque hace muchos años que no sé dónde está. Y la había ido a visitar a ella, también, por el verano, la hermana de Buenos Aires -estamos hablando, las dos eran de Buenos Aires- y la hermana la había ido a visitar. Y estaba pasando un tiempo ahí. Entonces estábamos comiendo nosotros tres, más, creo que había alguien más que estaba de visita, pero no me acuerdo ahora quien. Y estábamos comiendo y obviamente comentábamos del culto cómo fue todo, y entonces ellas estaban diciendo alguna palabra elogiosa sobre mi mensaje para darme aliento. Porque yo era un pibe de 18 ó 19 años que estaba empezando a jugar en las grandes ligas, a 3.000 km de la familia, etc. Y esta chica, en la mitad -porque le gustaba hacer eso- me clavó el puñal en la herida cuando me preguntó: “-Muy lindo tu mensaje, Daniel. Pero vos, todo lo que vos predicás ¿lo cumplís personalmente?”

¡Mirá qué pregunta! ¿No? A ella le gustaba hacer ese tipo de pregunta. ¿Sabés la que hacía? Cuando alguien comía churrasco delante de ella, y tenía un poco de confianza, lo apuraba diciéndole: “-¡Ay! ¡Qué lindo! ¡Te estás comiendo toda la carnecita que queda pegada al hueso del churrasco! ¡A mí me encanta!” decía así. Un silencio. Y decía: A mí, mi papá cuando era chica, cada vez que comía un churrasco, él me daba el hueso con toda esa carnecita, y yo lo agarraba con la mano. Y mi papá me lo daba porque me quería y sabía que a mí me gustaba.” Y eso lo hacía para que a vos se te aguara el inmenso placer de comer la carnecita pegada al hueso del churrasco.

Pero me la clavo hasta el fondo, ese día ¿eh? Porque, efectivamente a cualquiera de nosotros ¡el Diablo es una de las preguntas que más usa, el desgraciado! Porque sabe que esa pregunta, es una pregunta de extremo compromiso. Porque te pone justamente en el tema de, bueno, bien, vos estudiaste un texto bíblico, lo expusiste, y dijiste: “-Dios dice, así, así y así”. Y entonces la pregunta inmediata, cuando alguien te está mirando, es: Fenómeno, ¿pero vos lo considerás eso en tu vida? ¿Eso es lo que vos hacés?

Entonces, es una salida ser sincero y decir: “Bueno, uno cree, uno trata de practicar”. Y de hecho la vida de un predicador se modifica por lo que predica. No es que solamente uno habla y sale. Sino que el mensaje se termina haciendo carne en uno. Y entonces un montón de cosas de la fe, uno las termina practicando, porque una vez que uno las predicó, las entendió bien. Y quizás nadie de tu auditorio entendió algo bien, pero vos sí, porque lo preparaste. Te pegó, te tocó y te transformó.

La Biblia transforma la vida. Eso no sé si lo he dicho antes alguna vez, pero en el contexto de lo que charlamos, es así. Vos dedicá tiempo a leer la Biblia, a compartir pensamientos bíblicos, a escuchar los Tips, y vas a ver que te va a cambiar la vida. No, quizá un cambio espectacular; pero te va a cambiar la vida.

Digo esto, porque estos días ha salido un escandalete aquí de la política, donde en plena pandemia en la casa donde vive el Presidente de la Nación, celebraron algunas fiestas y entradas, no cumpliendo con las mismas normas que el Presidente había firmado. Y si te acordás, ¡era bravísima! ¡Era bravísima! Y aun hasta ahora mismo, ya ahora se aflojó la disciplina. Es propio de Argentina ¿no? Pero el año pasado, en pleno invierno vos te acordás, apenas empezó a la pandemia yo me acuerdo que pasamos un tiempo largo que ni salíamos a la calle. ¡A la calle! Te acordás la mujer esa que en una plaza de Belgrano, fue a tomar sol y le cayó la justicia y la obligaban a volver a la casa, todo un escandalete. Y la mujer decía: “-Yo no le hago mal a nadie, y yo me voy a quedar acá”  y lo que ella hacía era una oposición franca y directa a lo que se había resuelto. Y entonces estábamos todos: “!Qué vergüenza! ¡Cómo se rebelan así contra la autoridad! Si es para nuestro bien y para cuidarnos. Y la verdad, es que finalmente en esos días mismos; para colmo, como un corolario ¿no es cierto?; para colmo, como un agravante; para colmo como un remate; en la propia casa que el estado argentino le da al Presidente para que viva mientras dura su mandato, ahí se hacían unas fiestas de cumpleaños que no tenían nada de malo en particular, salvo que lo estaban haciendo mientras estaban prohibidas por un decreto de necesidad y urgencia que había dictado el mismo presidente, que levantaba la copa y decía: “¡salud y felicidad!”

Y ese fenómeno vos tenés que conocerlo. Independientemente de la ideología política o lo que fuera, es una cosa que nos toca a todos los que estamos en algún ámbito. Por ejemplo, si vos te fijás, en la ruta vas a encontrar frecuentemente un auto de la policía, un patrullero, que va sin la luz prendida; o te vas a encontrar un médico que fuma; o te vas a encontrar un maestro que no lee bien; o te vas a encontrar un religioso que no practica lo que cree; y te vas a encontrar un cura pedófilo; y te vas a encontrar un pastor protestante que robó no sé qué. ¿Sabés por qué? Por la familiaridad con el poder. Porque cuando uno está en un cierto ámbito, uno piensa si una persona llega a estar en en un ámbito superior de esa actividad, cualquiera que sea esa actividad, va a tener más responsabilidad porque conoce mejor. Y la respuesta es: No necesariamente, porque es probable que la familiaridad en ese ámbito lo haga confiarse y empezar a hacer maniobras pensando que él tiene el conocimiento suficiente para hacer lo que a él le parece que debería hacer en ese momento y no lo que está mandado, lo que está comandado para su área.

Los maestros de la ley y los fariseos (maestros de la ley) tienen la responsabilidad de interpretar a Moisés.

“Moisés” quiere decir: “toda la ley”, no la persona de Moisés. Aunque también la persona de Moisés. Que casualmente cuando Dios le mandó que le ordene a la roca que largue agua, él le pegó con un palo que tenía en la mano. Y entonces Dios como marca de esa rebeldía, lo castigó y le impidió llegar a la Tierra Prometida liderando al pueblo. ¿Por qué? Porque en vez de hablarle a la piedra, le pegó. Y entonces, ellos que interpretan a la Ley, decía Jesús:

Así que ustedes deben obedecerlos y hacer todo lo que les digan. Pero no hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican.

(Mateo 23:2-3 NVI)

De ahí viene el dicho: “Haced lo que yo os digo, pero no lo que yo hago”.

Y yo te pregunto: ¿Este texto está dirigido a otros, o yo mismo debería preguntarme a mí mismo: la gente puede hacer lo que yo digo? ¡Fenómeno! Pero: ¿Puede hacer lo que yo hago? ¡Aha, há!

 

¿Agobiado por las culpas?


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