CRÉEME: NO TUVE TIEMPO

William Brayanes :

En el internet encontré la siguiente ilustración, de autor anónimo:

 

“Alguna vez me invitaron a conocer a Dios, pero les dije que no tenía tiempo por cosas pendientes que hacer en la casa, el trabajo, los estudios, los amigos, los proyectos… en fin.


Y así se me pasó la vida; sin tiempo para pensar siquiera en Dios; siempre estaba demasiado ocupado. Hasta que llegó el día final de ir a su presencia.


Ya estando frente a Él, vi que en sus manos tenía un libro: era el Libro de la Vida. Dios empezó a buscar; pasó y repasó páginas, hasta que finalmente lo cerró, diciéndome: ´Hijo mío, tu nombre no está. Y claro, ahora que recuerdo, una vez estuve a punto de anotarlo, pero créeme, no tuve tiempo.

 

Amigo, amiga:  

 

Años atrás algunos buenos amigos e integrantes de un colectivo cultural, sosteníamos  en nuestros debates que Dios era un invento del humano, un tema de dudosa comprobación científica; consuelo de mentes débiles, religiosos y viejecitos jubilados. “Ver para creer”, añadíamos al estilo de Santo Tomás, considerando que nuestro intelecto andaba por encima de cualquier rasgo de fe. Sin saberlo estábamos ajustándonos a lo que dice la Sagrada Escritura:   "profesando ser sabios, se hicieron  necios." (Romanos 1:22)

 

El tiempo ha pasado; algunos del mencionado colectivo siguen pensando igual; pero otros finalmente comprendimos nuestro error. Claro, muchas cosas tuvieron que pasar: tropiezos, caídas, errores, pruebas, tentaciones, vacío interior, y al final, la mano poderosa de Aquél que negábamos, produciendo milagros en nuestra vida. Entonces entendimos que Dios es real, y que pese a nuestro soberbio desdén, siempre había estado allí, protegiéndonos, preservándonos para cumplir el propósito que nos había reservado.

 

Desde entonces decidimos reajustar nuestra agenda, colocarlo en primer lugar y tener tiempo para Dios.

     

“Pero Dios escogió lo insensato del mundo

para avergonzar a los sabios,

y escogió lo débil del mundo

para avergonzar a los poderosos.”

(1ª Corintios 1:27)

 

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