CRÉEME: NO TUVE TIEMPO
En el
internet encontré la siguiente ilustración, de autor anónimo:
“Alguna vez me invitaron a conocer a Dios, pero
les dije que no tenía tiempo por cosas pendientes que hacer en la casa, el trabajo,
los estudios, los amigos, los proyectos… en fin.
Y así se me pasó la vida; sin tiempo para pensar
siquiera en Dios; siempre estaba demasiado ocupado. Hasta que llegó el día final
de ir a su presencia.
Ya estando frente a Él, vi que en sus manos
tenía un libro: era el Libro de la Vida. Dios empezó a buscar; pasó y repasó
páginas, hasta que finalmente lo cerró, diciéndome: ´Hijo mío, tu nombre no
está. Y claro, ahora que recuerdo, una vez estuve a punto de anotarlo, pero
créeme, no tuve tiempo.”
Amigo, amiga:
Años
atrás algunos buenos amigos e integrantes de un colectivo cultural, sosteníamos
en nuestros debates que Dios era un invento
del humano, un tema de dudosa comprobación científica; consuelo de mentes
débiles, religiosos y viejecitos jubilados. “Ver para creer”, añadíamos al estilo
de Santo Tomás, considerando que nuestro intelecto andaba por encima de
cualquier rasgo de fe. Sin saberlo estábamos ajustándonos a lo que dice la
Sagrada Escritura: "profesando ser
sabios, se hicieron necios." (Romanos 1:22)
El
tiempo ha pasado; algunos del mencionado colectivo siguen pensando igual; pero
otros finalmente comprendimos nuestro error. Claro, muchas cosas tuvieron que
pasar: tropiezos, caídas, errores, pruebas, tentaciones, vacío interior, y al
final, la mano poderosa de Aquél que negábamos, produciendo milagros en nuestra
vida. Entonces entendimos que Dios es real, y que pese a nuestro soberbio desdén,
siempre había estado allí, protegiéndonos, preservándonos para cumplir el
propósito que nos había reservado.
Desde
entonces decidimos reajustar nuestra agenda, colocarlo en primer lugar y tener
tiempo para Dios.
“Pero Dios escogió lo insensato del mundo
para avergonzar a los sabios,
y escogió lo débil del mundo
para avergonzar a los poderosos.”
(1ª Corintios 1:27)
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