¿DE VERDAD POSEES ESA PLANTA?
Según la trama de un antiguo cuento, un emperador convocó
a todos los varones solteros del reino,
para proponerles el siguiente acuerdo :
-Yo les daré una semilla diferente a cada uno de ustedes; y
al cabo de seis meses deberán traerme en un macetero, la planta que haya nacido
de dicha semilla. Aquél que traiga la planta más hermosa, tendrá como premio,
la mano de mi hija.
Llegado el día, todos
los concursantes arribaron al castillo, portando cada quien una planta mejor que otra. Todos,
menos un joven, cuyo macetero se hallaba
vacío. Como era obvio, esto provocó la burla del resto de concursantes.
No obstante, finalizada la inspección, el rey declaró
como vencedor precisamente al joven que
se había presentado sin ninguna planta. La sorpresa y los reclamos del resto no
se hicieron esperar. Anhelaban saber cuál era la razón para haber declarado
ganador a alguien que ni siquiera se había tomado la molestia de llevar una insignificante
planta.
El rey respondió:
-“¿Saben por qué ganó?... pues por ser honesto. La semilla que yo les di, era infértil y todos
ustedes trataron de engañarme, menos este
joven que al presentarse con su macetero vacío, demostró tener
integridad y coraje, cualidades que un futuro rey y esposo de mi hija
debe ostentar”.
Amig@ :
Muchas veces intentamos cubrirnos con las apariencias, haciendo
gala de frutos o cualidades que en el
fondo no poseemos. Ésa era una característica de algunos fariseos en tiempos
bíblicos: presumían en público de cumplir con ritos, ordenanzas y
comportamientos, que ellos mismos no efectuaban en su vida privada, lo que hizo
ganarse adjetivos como: “hipócritas”, o “sepulcros blanqueados”, de parte del
propio Jesús.
Nuestro testimonio de vida, dentro o fuera, debe ser
auténtico. Que no resulte que puertas afuera aparezcamos como amorosos
corderos, en permanente campaña política, mientras que puertas adentro,
escondamos el verdadero lobo que somos.
Así también ustedes,
por fuera dan la impresión de ser justos,
pero por dentro están llenos
de hipocresía y de maldad.
(Mateo 23:28)
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