Esos amigos que no nos olvidan sino que marcan la vida
La Catapulta
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Cuando conozco a alguien, suelo hacer preguntas. Es increíble lo que las preguntas abiertas producen. Abren el diálogo y sacan a la superficie historias y temas que, de otra manera, jamás hubieran salido a luz. Y conocernos, mutuamente con otros, nos conecta, nos hace uno.
Uno de mis amigos es un excelente voluntario o servidor en su congregación. De aquellos voluntarios soñados. Ama a Dios con todo su corazón, ama a su prójimo como a sí mismo, es un buen esposo, un buen padre, un buen amigo, un buen trabajador y excelente líder.
Cierto día le pregunté ¿Cómo llegaste a conocer a Jesús? Y así comenzó la historia. Me contó que de niño y de joven fue un buen creyente del evangelio. Sus papás le enseñaron a Jesús, el camino, la verdad y la vida. Asistió semana a semana a su congregación y conocía las Escrituras. Todo cambió cuando comenzó a trabajar.
Cuando comenzó a trabajar, conoció a personas que le proveyeron también de una comunidad, pero de una comunidad no salvadora o protectora como lo es llamada a ser la iglesia, sino de una comunidad destructiva en el corto y digamos en el largo plazo. No porque no exista amistad, sino porque es una amistad que produce mala influencia y malos resultados de vida.
Pronto, adquirió vicios, se desconectó de sus amigos y comenzó a vivir una vida sin Dios. Esto suena algo impresionante cuando usted ve al líder de hoy, consagrado a Dios y amoroso con su prójimo contar este testimonio. Inmediatamente vino mi pregunta ¿Y cómo fue que regresaste arrepentido de tus pecados al Señor?
Entonces me contó, cómo dos amigos jamás dejaron de visitarlo a su casa y de invitarlo a la iglesia para que fuera al grupo de jóvenes. En una de esas, finalmente los acompañó y fue allí donde se reconcilió de nuevo con el Padre Dios y un nuevo amor producto de la gracia de Dios en su corazón, transformó su vida.
Al día de hoy, él sigue agradecido con esos dos amigos que jamás lo abandonaron. Le pregunté ¿Y quiénes fueron? Conocía a uno de ellos. Dios bendiga a ambos amigos que no se dieron por vencido con él. Nos necesitamos. Hay alguien que necesita que un amigo llegue a buscarlo a su casa para llamarlo de nuevo al redil de ovejas que vive en paz bajo el buen Pastor Jesús.
¿Qué vida puede marcar con una visita, una llamada, una video llamada o un mensaje de texto? A lo mejor es usted que me lee ahora, quien está lejos de Dios. Y lo más cercano que llega a una iglesia es por medio de un blog como este, un podcast o un video aleatorio de fe que le aparece por allí. Si no hay quien por usted. Vuelva a su iglesia. La iglesia es la mejor comunidad, porque más que comunidad, se convierte en una familia, porque todos allí, sin importar la edad o lo que sea, somos hermanos en Cristo.
Estos dos amigos marcaron la vida de alguien que hoy marca vidas. Tal y como aquellos cuatro hombres en los tiempos de Jesús que marcaron la vida de un paralítico. El paralítico no sólo recibió su sanidad, sino que, por encima de eso, el perdón de pecados de Jesús.
Seamos esos amigos que marcan la diferencia espiritualmente en la vida de los demás… Yo he tenido varios amigos de este tipo en mi vida y los llevo en el corazón. ¿Quién lo llevará en el suyo?
“Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaúm, corrió la voz de que estaba en casa. Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio ni siquiera frente a la puerta mientras él les predicaba la palabra. Entonces llegaron cuatro hombres que le llevaban un paralítico. Como no podían acercarlo a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo encima de donde estaba Jesús y, luego de hacer una abertura, bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: —Hijo, tus pecados quedan perdonados. Estaban sentados allí algunos maestros de la ley, que pensaban: «¿Por qué habla este así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?» En ese mismo instante supo Jesús en su espíritu que esto era lo que estaban pensando. —¿Por qué razonan así? —les dijo—. ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Él se levantó, tomó su camilla en seguida y salió caminando a la vista de todos. Ellos se quedaron asombrados y comenzaron a alabar a Dios. —Jamás habíamos visto cosa igual —decían.” La Biblia en Marcos 2:1-12
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