SOMETIDOS AL HERRERO

William Brayanes

Cuentan que un herrero, quien durante años había llevado una vida libertina, decidió un día cambiar, corregir su conducta,  entregando su vida al Señor. Y así lo hizo. No obstante, pese a dicho cambio sincero, las aflicciones no le faltaban.   

Intrigado por ello, alguien le preguntó:

-¿Por qué tu vida sigue llena de problemas? ¿Acaso ahora no estás viviendo bajo la voluntad de Dios?  

El herrero le respondió con el siguiente ejemplo: En mi tarea diaria de transformar un pedazo de acero en espada, comienzo enfrentando  el  metal a altas temperaturas, hasta que esté al rojo vivo; luego, con el martillo más pesado le propino varios golpes hasta darle la forma adecuada; y, finalmente, lo enfrento a una reacción violenta, al sumergirlo bruscamente en agua fría. Dicho proceso lo repito las veces necesarias, hasta obtener la espada perfecta. Mas, si el acero no logra soportar el duro proceso y se llena de rajaduras, lo dejo de lado en el sitio que he destinado para chatarra vieja. Así como el herrero, es Dios conmigo. 

Amig@  :

Efectivamente, el Señor, nuestro calificado herrero, a punta de fuego, martillazos y cambios bruscos de temperatura, que representan las pruebas, dificultades o aflicciones diarias, va forjando el recio metal de nuestro corazón. 

Por ello debemos someternos obedientemente a su brazo fuerte, dirigido por Su sabia y perfecta voluntad, a fin de que haga la obra que Él ha proyectado en nosotros.

Nuestro anhelo debe ser entonces, convertirnos en espada eficaz, y no terminar abandonados en el sitio destinado para chatarra vieja. 

 

Estoy convencido de esto:

el que comenzó tan buena obra en ustedes

 la irá perfeccionando

hasta el día de Cristo Jesús.

(2 Timoteo 4:7)

 

 

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