SOMETIDOS AL HERRERO
Cuentan que un herrero, quien durante años había llevado una vida libertina,
decidió un día cambiar, corregir su conducta,
entregando su vida al Señor. Y así lo hizo. No obstante, pese a dicho
cambio sincero, las aflicciones no le faltaban.
Intrigado por ello, alguien le preguntó:
-¿Por qué tu vida sigue llena de problemas?
¿Acaso ahora no estás viviendo bajo la voluntad de Dios?
El herrero le respondió con el siguiente
ejemplo: En mi tarea diaria de transformar
un pedazo de acero en espada, comienzo enfrentando el metal
a altas temperaturas, hasta que esté
al rojo vivo; luego, con el martillo más pesado le propino varios golpes hasta darle la forma adecuada; y, finalmente, lo
enfrento a una reacción violenta, al sumergirlo
bruscamente en agua fría. Dicho proceso lo repito las veces necesarias, hasta
obtener la espada perfecta. Mas, si
el acero no logra soportar el duro proceso y se llena de rajaduras, lo dejo de
lado en el sitio que he destinado para chatarra vieja. Así como el herrero, es
Dios conmigo.
Amig@ :
Efectivamente,
el Señor, nuestro calificado herrero, a punta de fuego, martillazos y cambios
bruscos de temperatura, que representan las pruebas, dificultades o aflicciones
diarias, va forjando el recio metal de nuestro corazón.
Por ello debemos someternos obedientemente a
su brazo fuerte, dirigido por Su sabia y perfecta voluntad, a fin de que haga
la obra que Él ha proyectado en nosotros.
Nuestro anhelo debe ser entonces, convertirnos
en espada eficaz, y no terminar abandonados en el sitio destinado para chatarra
vieja.
Estoy convencido de esto:
el que comenzó tan buena obra en ustedes
la irá
perfeccionando
hasta el día de Cristo Jesús.
(2
Timoteo 4:7)
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