A dónde vas a cantar?
Daniel Gaydou
DEVOCIONALES CORTOS DIARIOS BIBLICOS
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I
Crónicas 16:26-29
En una película muy graciosa que vi hace unos años el personaje, Mister Bean, que debes conocer . Uno de mis nietos una vez me dijo: “-Abuelo, cada vez que veo Mister Bean, me hace acordar de vos”. ¡Qué honra para mí, la verdad, que me haya encontrado alguna semejanza con Mister Bean!
Mister Bean hacía de una persona que era un oscuro cuidador de un museo. Que como no tenían otra persona para mandar a EE.UU. acompañando una muestra de ese museo que iba a ir a EE.UU, lo mandan a él. La cosa que este era un hombre, un pobre hombre. Y entonces cuando llega a EE.UU. los periodistas lo rodean y le preguntan para la inauguración de esa muestra; le hacían preguntas sobre el arte, los cuadros que habían llevado, entre ellos un cuadro horrible, que es real, aunque no el que él arruinó en la película, que es muy graciosa. Pero le preguntan a él entonces, que iba y estaba medio atemorizado porque no estaba acostumbrado a eso. Le pregunta un periodista: “Bueno, pero efectivamente, ¿qué es lo que hace usted? ¿Qué función cumple ahí en el museo de Inglaterra? Y él, entonces, responde así: “-Bueno, yo llego al museo y voy y me siento y miro los cuadros”. Y todos: “¡Ah! ¡Pero qué maravilla! ¡Qué declaración! ¡Qué profundidad! ¡Es épica y ontológica de este señor!” Y entonces, todos se mataban por publicar en los diarios: “Me siento y miro los cuadros” Profunda expresión de una persona que convive con el arte.
¡Ay, ay, ay! Yo quiero decirte que hacía lo mismo cuando iba a la iglesia, cuando era niño en Adrogué, provincia de Buenos Aires, hasta que me casé ahí en ese templo. Aún mirá, mi casamiento fue hace 50 años.
Hecho en ese lugar, presidido en la parte de atrás de la pared, atrás de la plataforma, me refiero, en el frente; había un cartel que era raro. Porque no era muy común en esa época ver, aunque había otros carteles, pero no de ese tipo y no en iglesias. Un cartel enlozado. Un cartel de chapa enlozada con forma, que tendría unos tres metros de largo por unos veinte centímetros de ancho en forma de losanga, sobre un marco de madera con contorneado con las mismas formas de la losa del cartel de losa estampada, que decía el texto que voy a leer hoy. Decía: “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre”.
Fijate vos en esta esta frase, qué sentido profundo se encierra. Y aquí sí es en serio, cada vez que entrábamos al templo a tener el culto, cosa que para aquel entonces a mí me intrigaba la expresión “andá a llorar a la iglesia”. Escuchaba a mucha gente que decía: “!Pero andá a llorar a la iglesia!” Y yo decía: ¡Pobre tipo! ¿no? Andá a llorar a la iglesia. Yo en la iglesia voy a cantar. A mí me encantaba cantar, me encanta cantar, hasta el día de hoy. Por eso los domingos cantamos con Mónica. Cantamos mal. Yo me doy cuenta, sí, ya sé. Pero que es preferible: ¿cantar mal y cantar?; o ¿si no cantás bien, no cantés? Es preferible cantar. Es preferible reírse. Es preferible amar, aunque te hagan llorar. Es preferible. ¡Es preferible!
Es preferible ir a la iglesia a cantar, y cantar fuerte. Yo en los actos públicos canto fuerte el Himno Nacional. Y cuando me doy cuenta, de reojo miro gente que me mira fijo, como diciendo: ”este hombre no tomó la medicación”. ¡No! ¡Mirá qué lindo amor!!
“Oíd
Mortales, el grito sagrado…” (verso con el que comienza el Himno Nacional Argentino-NdE)
¿Es un grito sagrado? ¿Es un grito, o es un murmullo que no es ni siquiera sagrado? ¡Vamos! ¿Qué nos está faltando a la Argentina? ¡El grito sagrado: Libertad, libertad, libertad! ¡Pero por favor! ¡Toda la vida! Es un grito cristiano. Es un grito teológico. Es un grito a Dios: ¡Padre, te pedimos libertad! Vivir en un mundo de libertad. La aspiración a la libertad. Cuántas personas han dado su vida por la libertad, para que nosotros después la cantemos así como zonzos. ¡Ya me hicieron enojar!
La Selección (la Selección Argentina de Futbol-NdE) te acordás la época que no cantaban el Himno? Bueno, terminaron convenciéndose. ¡Ahora Messi canta!
Claro, no cantan quizás porque tienen miedo de cantar mal. Pero ¡error! Tienen que disfrutar. Igualmente, cuando vas a la iglesia, disfrutá la presencia de Dios. ¿Cómo, a cuál iglesia? ¡A cualquier iglesia! ¡Sí, señor! Yo soy evangélico de cuna y de mis abuelos, y todo, voy a una iglesia cuando vamos de vacaciones, yo voy a dentro de los templos católicos como el del cura Brochero, acá en Córdoba. Porque tiene un valor histórico y un peso histórico muy grande. Y yo entro ¿Y sabés qué? Siento la presencia de Dios. Vos decís: “No, porque ese lugar es feo, porque está lleno de puras imágenes frías… No sé si están frías porque no las toqué. Pero yo donde voy veo que Dios existe y veo que hay motivos para orar y para cantar. Y entonces, donde tengo la oportunidad lo hago. Y no creo estar haciendo nada malo, sino al contrario, algo bueno. Porque uno, si se cuida mucho, si se cuida de no pasar por loco, si se cuida por no pasar por desubicado; entonces, nunca canta, nunca se ríe, nunca tiene una expresión alegre, nunca le dedica un ratito a los niños; y eso está mal.
Yo contemplaba ese cuadro todos los domingos antes empezar el culto y antes que empecemos a cantar, que a mí me gustaba. Yo iba calculando a ver ahora cuánto faltará, cuántas canciones más cantaremos y que esto y que el otro y todo. Y quién va a predicar. Porque ahí era fundamental. Cuando predicaba mi papá era realmente entretenido escucharlo. Porque yo no sabía, yo no lo veía a él preparar los mensajes. No sé cómo lo hacía, ¡no me importaba, la verdad!. Entonces. yo lo veía a él de traje y paradito predicando. ¡Y tenía cada idea! Por ahí decía: “-Hoy va a predicar el pastor no está, porque se fue a predicar a otro lado. Predicaba fulano de tal. Y había algunos… ¡Ay, Dios mío! Había un hombre que siempre predicaba sobre “La fea costumbre que tienen algunos cuando vienen al templo, de pegar los chicles debajo de los bancos”. Que cada vez que él predicaba, ya sabíamos que en algún momento iba a decir: “tengan cuidado de respetar, porque hay algunos que vienen y comen chicle y lo pegan debajo de los bancos”. Entonces hay gente que es aburrida y gente que es rica para escuchar y aprender y vivir. Porque dice en primero Crónicas 16:26:
Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; pero Jehová hizo los cielos. Gloria y hermosura hay en su presencia; fortaleza y alegría en su morada. Dad a Jehová, oh familias de los pueblos, dad a Jehová gloria y poder. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; traed ofrenda, y venid delante de Él; adorad a Jehová en la hermosura de su santidad.
(1 Crónicas 16:26-29 RVG)
La hermosura de la Santidad de Dios. Vos vas a una fiesta ¿a llorar? Si vos vas a una fiesta a llorar, ¿sabés cómo te van a decir? “Aguafiestas”. En cambio, si vas a una fiesta y te divertís y disfrutás, te van a decir: “sos el alma de la fiesta”
Cuando vas a la iglesia, ¿a qué vas? ¿A llorar? Bueno, muchos han ido a la iglesia y han llorado. Han llorado, pero no han ido simplemente o solamente para llorar. Después, estoy pensando en el caso de Ana, la mamá de Samuel que está relatado y yo hice referencia la semana ésta. Lo mismo creo de Ana, y ella ella fue a la iglesia y vació en lágrimas; pero después, vino y se derramó en alabanzas a Dios porque había recibido una respuesta a su oración.
Te animo a que encuentres en el mundo en que vivís y en la iglesia a donde vas, si es que vas; y si es que no vas… ¿me querés decir por qué no vas?
Y entonces buscá esos elementos que te indican que la presencia de Dios, o dicho en las palabras aquí, “la santidad de Dios”. Es una presencia calificada en santidad. Eso es lo que quiere decir.
Donde estás ahí, ¿te produce alegría? ¿Te produce la sensación de estar delante de algo sumamente bello?
Bueno, me alegro de que sea así. Esa es la pura verdad.
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