Es mi arrepentimiento real si sigo cometiendo el mismo pecado?
Un oyente del podcast llamado Doug nos escribe desde Ohio con una pregunta muy común e importante. Lo vemos todo el tiempo en la bandeja de entrada y por una buena razón. La pregunta es esta: Si mi arrepentimiento es genuino, ¿por qué sigo confesando el mismo pecado? Así es como lo expresó Doug: “Querido Pastor John, hola y gracias por APJ. Sus respuestas bíblicas me han ayudado en momentos en los que necesitaba orientación para manejar las circunstancias de mi vida. Mi propia pregunta tiene que ver con el arrepentimiento. ¿El arrepentimiento verdadero significa que nunca le pedimos perdón a Dios por el mismo pecado dos veces? Han sido numerosas las veces que he tenido que pedir perdón por todo tipo de pecado. Pero ¿cómo puedo decir que me he arrepentido si cometo el mismo tipo de pecado una y otra vez? Esta pregunta me atormenta hasta el punto en que a veces me deprimo pensando en ella”.
La pregunta de Doug es una de las preguntas más comunes que un cristiano honesto y serio debe hacer, especialmente a la luz de las demandas de santidad del Nuevo Testamento, junto con sus advertencias:
- La fe sin una vida cambiada está muerta ( ).
- Hay una santidad sin la cual no veremos al Señor ( ).
- Jesús dijo: “Si ustedes me aman, guardarán Mis mandamientos” ( )
- Muchos le dirán a Jesús en el último día “Señor, Señor” y Él les dirá: “Jamás los conocí porque no hicieron lo que yo les mandé ( )
- ¿Cómo puedes seguir caminando en tus pecados si has muerto con Cristo? ( )
Ésta es una pregunta urgente y común (con mucha razón) entre los cristianos serios y honestos.
Enfrentando el pecado a diario
Permíteme comenzar con una aclaración de cómo plantear la pregunta en un lenguaje que creo que quizás es más consistente con la forma en que el Nuevo Testamento habla, que con la forma en que Doug formuló su inquietud. Doug usa la palabra arrepentirse para plantear su pregunta. Él dice: “¿El verdadero arrepentimiento significa que nunca le pedimos perdón a Dios dos veces por el mismo pecado? ¿Cómo puedo decir que me he arrepentido si cometo el mismo tipo de pecado una y otra vez?”. Sugeriría que no usemos la palabra arrepentimiento para la forma en que respondemos al pecado diario como cristianos. Eso puede sorprender a la gente, pero permíteme intentar explicarlo.
El pecado es una condición del corazón que se aparta de Dios en preferencia por otras cosas
Sí, asumo que los cristianos pecan todos los días porque justo después de decir “Danos hoy el pan nuestro de cada día”, Jesús dijo “perdónanos nuestras deudas” ( ). Doy por sentado, entonces, que Él no habría dicho eso si no hubiera una necesidad del perdón diario de nuestros pecados, nuestra deuda con Dios. Por supuesto, estoy dando una definición neotestamentaria muy radical del pecado cuando digo esto. Mi definición es esta: pecado es cualquier pensamiento, actitud, palabra, expresión facial, gesto o acción que no fluya de una apreciación de Jesús.
El pecado no son solo las grandes y malas acciones como el asesinato, el robo o el adulterio, o aun pecados más regulares como la deshonestidad, el lenguaje soez o la impaciencia. El pecado es una condición del corazón que se aparta de Dios en preferencia por otras cosas y el pecado es cualquier expresión de esa preferencia en nuestra mente, actitud o comportamiento. El pecado estará con nosotros; sí, lo estará, lamentablemente, y nos rompe el corazón. El pecado estará con nosotros hasta que esa condición interior sea completamente eliminada en la presencia de Cristo.
Estoy diciendo que el Nuevo Testamento no nos exhorta a usar la palabra arrepentimiento para la actividad diaria de reconocer esos pecados y llevarlos a Dios, expresar nuestro dolor, odiarlos y volvernos de nuevo para caminar en la luz. Más bien, la palabra arrepentimiento en el Nuevo Testamento se refiere a un cambio de mentalidad más básico y fundamental, del tipo que experimentamos al comienzo de nuestra vida cristiana y que tal vez tengamos que experimentar si nuestra vida da un giro terrible hacia un camino de destrucción de la cual necesitamos ser llamados de regreso, como en las iglesias en los primeros capítulos de Apocalipsis, que fueron llamadas a arrepentirse porque iban a ser destruidas; sus candeleros serían quitados si no se arrepentían y se alejaban de ese patrón de vida que habían estado viviendo.
El Nuevo Testamento no usa la palabra arrepentimiento para el hábito diario de lidiar con el pecado recurrente que mora en nosotros. Más bien, sugeriría que propone la palabra confesión: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” ( ).
Dos tipos de confesión
¿Qué hay de los pecados que cometemos más de una vez? De hecho, tan a menudo que amenazan con destruir nuestra seguridad de ser cristianos. Esta es la manera en que yo lo diría: hay dos clases de confesión y dos clases de pecado, así que ponte a prueba ahora para ver cuál estás cometiendo.
Primero, está la confesión que, en un nivel, expresa culpa y dolor por pecar, pero debajo está la tranquila suposición de que este pecado volverá a ocurrir, probablemente antes de que termine la semana.
- Voy a ver desnudez en una película o en algún sitio web nuevamente (o algo peor).
- Me voy a extralimitar con el alcohol de nuevo, probablemente este fin de semana.
- Mañana me voy a reír de esos chistes degradantes en el trabajo.
- Evitaré enfrentar la deshonestidad de mi colega otra vez.
- Voy a responder de una manera despectiva a mi esposa cuando me mire de esa manera de nuevo, probablemente dentro de dos días.
En otras palabras, este tipo de confesión es muy superficial. Es un manto para el fatalismo sobre tus pecados recurrentes. Te sientes mal por ellos, pero te has rendido a su inevitabilidad. Ese es un tipo de confesión.
El otro tipo de confesión es en la que expresas culpa y dolor por pecar, al igual que con el primer tipo, pero tu odio por el pecado es tan real que, al confesar, tienes toda la intención de hacer la guerra contra ese pecado esta noche, este fin de semana. Tienes el objetivo, por el poder del Espíritu Santo, de derrotarlo. Vas a buscar cualquier forma que te ayude a dar muerte a este pecado. Vas a robarle su poder. Ese es el plan, sin hipocresías. Estas son las dos formas de confesar el pecado.
Dos tipos de pecado
Los dos tipos de pecado a los que me refiero son, primero, el tipo de pecado que te ciega. No es premeditado ni planeado y casi no hay una lucha en el momento en que ocurre. Antes de que te des cuenta de lo que estás haciendo, está hecho. En mi propia experiencia, lo ilustraría con ciertos tipos de ira pecaminosa que se apoderan de mí y casi instantáneamente puedo decir que es exagerada, no es santa ni es justa. O tal vez palabras espontáneas y desagradables que simplemente salen de mi boca y me avergüenzo de ellas tan pronto como las digo. Puede ser una fantasía sexual reflexiva debido a una experiencia de hace décadas o un anuncio reciente que viste mientras mirabas las noticias o lo que sea.
No estoy excusando estas cosas; son pecado. Son pecado. Muestran algo sobre mi corazón. Los llamo pecado, aunque sean más o menos espontáneos y no premeditados.
Este es el otro tipo de pecado al que me refiero: el que es premeditado. De hecho, te sientas o te quedas allí sopesando si lo haces o no, si miras pornografía o no, si te quedas y escuchas los chistes sucios o no, si denuncias la injusticia en el trabajo o no, si eres deshonesto en tus declaraciones de impuestos o no. Te tomas diez segundos o diez minutos o diez horas luchando y luego cometes el pecado.
Camino a la destrucción
Creo que es posible para un cristiano cometer ambos tipos de pecados y entrar en patrones de ambos tipos de confesión durante una temporada. Pero yo diría que la confesión que encubre el fatalismo, la desesperanza, la paz con el pecado y el pecado premeditado son más peligrosas para nuestras almas. Ambos son peligrosos. No me malinterpretes; ambos son peligrosos. Pero la confesión que bordea la hipocresía y el pecado que bordea la injusticia planificada son más peligrosos.
El pecado estará con nosotros hasta que esa condición interior sea completamente eliminada en la presencia de Cristo
Pablo reconoce en Romanos, según yo lo entiendo, “no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico” ( ). Grita: “¡Miserable de mí!” ( ). Luego Él recurre a Cristo para su limpieza. Por mucho que me gustaría para mi propia alma, no creo que podamos proporcionar una lista de pecados o un número para la frecuencia con la que puedes pecar y salirte con la suya. No creo que podamos hacer eso de una manera que responda a la pregunta: ¿Qué cantidad de pecado prueba que no soy cristiano?
En cambio, diría esto: en la medida en que tu confesión del pecado haya hecho una especie de paz fatalista con la inevitabilidad del pecado, y en la medida en que tu pecado caiga en la categoría de injusticia premeditada, en ese grado, deberías tener miedo de que estás en un camino que bien puede conducir a la destrucción. Creo que eso es lo que podemos decir.
Fiel para perdonar
El libro del Nuevo Testamento (de manera curiosa y muy paradójica) que es quizás el más difícil para los cristianos que pecan es el mismo libro que advierte más explícitamente sobre los peligros del perfeccionismo. Permítanme terminar leyendo esa sección paradójica de . Esta es la forma en que la Biblia elige hablar de esta paradoja.
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros”.
Esa es la advertencia contra el perfeccionismo. Luego continúa:
“Si confesamos nuestros pecados…”
Esa confesión allí mismo, creo, significa confesión real.
“…Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad”.
Luego vuelve a la advertencia.
“Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Él mentiroso y Su palabra no está en nosotros”.
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