Todo lo que pasa tiene un porqué

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Es comprensible que, en algunos momentos del camino, pienses en rendirte, en tirarlo todo. Enfrentamos varios percances a lo largo de nuestra vida y, de hecho, son capaces de debilitarnos. Pero, en estos momentos de inseguridad, no debes darle la espalda a tu fe y apegarte aún más a Dios.

Por muy grandes que sean las dificultades, debemos comprender que Dios no nos carga con pesos mayores de los que podamos soportar. Todo lo que nos pasa tiene un «por qué«, y su principal objetivo es hacernos mejores, hacernos evolucionar con cada nuevo desafío.

Al fin y al cabo, los momentos de inestabilidad son los que nos sacan de la zona de confort, nos hacen cambiar y querer ser mejores.

La verdad es que, sin dificultades, no podemos vencer miedos e incertidumbres. Sin ellos, no descubrimos qué necesitamos mejorar y qué nos queda por aprender.

Así que no se desespere ni se rebele contra Nuestro Señor cuando las cosas no vayan según lo planeado o cuando sienta que está experimentando un sufrimiento que no se merecía. Nadie es perfecto y, si en algún momento te has rendido a la ilusión de pensar que no merecías una determinada prueba, debo decirte: ¡Estás equivocado!

Nada sucede por casualidad a los ojos de Dios. Él está puliendo tu alma y tu personalidad, poco a poco, porque quiere que descubras un ser humano más correcto dentro de ti. Quiere que averigües cuál es tu mejor versión.

Dios te da las armas que necesitas para atravesar cualquier momento difícil y enfrentarte a cualquier enemigo. Puedes pasar por más pruebas como esta, solo mantente de pie y no inclines la cabeza. Ora, habla con el Padre y pídele que te ayude a permanecer firme en medio de esa situación.

Dios nunca te dejará solo, Él te dará la energía que necesitas para afrontar un día más en todo momento. Solo tienes que creer en su poder y gloria.

No hay dificultad que supere el tamaño de las bendiciones de Nuestro Señor, no hay aflicción que Él no pueda resolver.

Llevas el amor de Dios en tu pecho y en tu alma, fuiste hecho a su imagen y semejanza, por lo que serás digno de todos tus dones, siempre que estés disponible para ser dirigido por Él. No dudes de los propósitos divinos para tu vida, incluso cuando todo parece perdido.

Tu victoria está cerca, solo confía en el Señor.


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