Dos frases importantes para los momentos inciertos de la vida

Alex López
La Catapulta
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Ayer fue domingo de resurrección, pero muchos viven todavía, en el viernes de dolores. Falta que pasen por el sábado de la tristeza y de la desesperanza, hasta que llegue su domingo de resurrección.

Me refiero no sólo al tema espiritual de nuestras vidas, el más importante de todos. Porque separados de Dios nada podemos hacer para ser justificados por nuestros pecados y por obtener un futuro eterno de esperanza. Sin él las fuerzas topan, el esfuerzo en sí mismo ante Dios, es como intentar nadar en arenas movedizas o intentar volar con nuestros brazos.

Pero cuando hablo de un viernes de dolores, también me refiero a los temas financieros, físicos, familiares, emocionales, mentales y cuanta área de nuestra vida por ahora, se pudiera encontrar en el pozo profundo de la desesperación. Estar en un viernes de dolores, puede durar un día, un mes, un año, la duración es incierta, pero el dolor es real y pareciera que no existe salida.

Cuando estamos en el viernes de dolores sólo quisiéramos presionar un botón que se llama: dejar de existir. O poner en pausa nuestra vida, hasta que todo lo malo haya pasado y regresar en un domingo de resurrección. Pero este botón ni existe, ni es el indicado.

En medio de la transición que estoy atravesando, he recibido más de 600 mensajes de personas que me quieren y que en alguna manera he marcado sus vidas. Nuestras conversaciones siempre deben existir para edificar y bendecir y fuera de ello, mejor callar. A todos los he animado, a todos los he bendecido y todos han llenado mi corazón.

Entre todos esos mensajes que recibí por WhatsApp o en mis redes sociales (Facebook, Instagram, Twitter o LinkedIn), quiero compartirles uno que recibí de una amiga – aunque mayor que yo – con espíritu joven y quien, en palabras de su esposo, ya no es la misma que hace unos años, es otra mujer.

Y no es otra mujer por su esfuerzo humano, sino porque topó en lo humano y corrió a Cristo. Verdaderamente sólo Dios hace al hombre feliz. Pero el resultado de esa felicidad no depende de las circunstancias, sino que existe, a pesar de las circunstancias. A esa felicidad que existe incluso en medio de las lágrimas, porque somos perdonados y amados por Dios en Jesús y sabemos que tenemos una esperanza eterna que trasciende a este mundo, le llamamos gozo.

Ella y su familia viven en el gozo del Señor a pesar de haber perdido a uno de sus hijos en sus veintes. Ese viernes de dolores para sus vidas ha sido largo. Pero en medio de ese tiempo, las lecciones aprendidas donde el esfuerzo humano topa y sólo queda la rendición al Padre, destilan enseñanzas que, aunque no encajan al cien por ciento en nosotros, porque fueron escritas en medio de un dolor y un panorama que no es el mismo para nosotros, nos dejan lecciones importantes para aplicar ante el sufrimiento y también, ante los buenos momentos.

Ella me escribió a mi WhatsApp: “Alex… te comparto dos frases pequeñas. Hay dos frases que se han vuelto parte de vida: 1. Un día a la vez, ¡¡de Su mano!! Entendamos o no lo que sucede. 2. Nada es para siempre. Nos toca disfrutar al máximo los buenos momentos… y ver los difíciles con esperanza en Dios. Ambos pasan…”

No sé que pueda estar viviendo usted en este momento, ni cual sea su dolor. Pero estas frases pueden ayudarle y alentarle.

Un día a la vez, ¡¡de Su mano!! Entendamos o no lo que sucede.

En su sufrimiento o dificultad enfóquese en el hoy. Mañana es una pelea que aún no ha llegado. Por algo el Señor Jesús nos enseñó a no afanarnos o a no preocuparnos por el mañana. Basta a cada día su propio afán. Pelear en el mañana, es una pelea perdida, porque ni siquiera se encuentra todavía en el ring. Pelee en el hoy. Todo es un día a la vez. Mi lista para los afanes de hoy, contienen 12 cosas por hacer. Y apenas, estoy comenzando con la primera que este escribir este blog. Pero, relaaaaxxxxxx… diría mi amiga. Un día a la vez.

Pero no es sólo vivir un día a la vez. Es vivir un día a la vez, tomados de Su mano. La mano de un superior, da paz al inferior. La mano de Dios, da paz al que la toma. ¿Viven todos de la mano de Dios? No. La mano de Dios es tan alta, que como no podíamos llegar a él, por lo que envió a su Hijo Jesús. La divinidad que dejó la gloria, tomó la forma de ser humano, conoce nuestras limitaciones y dolores y murió siendo justo para con su muerte aplacar la ira de Dios y reconciliarnos con él. El es el camino al Padre, no sólo a su mano, a sus brazos. Caminar de la mano de Dios comienza al reconocer mi pecado, es llorar mi pecado, es arrepentirme. Dios opera en nosotros por medio de su Espíritu Santo – el representante de Jesús en la tierra – una transformación que humanamente no podemos entender, pero que sí podemos describir. Esa experiencia es conocida como nacer de nuevo, ser salvo, ser adoptado como hijo, es tomar la mano de Dios.

Un día a la vez, ¡¡de su mano!! Entendamos o no lo que sucede. La fe en Dios por un mañana eterno o por un mañana mejor en esta tierra, no depende de lo que vemos, sino a pesar de lo que no vemos. No tenemos que entender a plenitud lo que está pasando o lo que Dios está obrando. Pero algo sí podemos entender, que, aunque no lo veamos: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” La Biblia en Romanos 8:28 Aún en la muerte de un ser querido, hay propósito. Guarde esta frase: Un día a la vez, ¡¡de Su mano!! Entendamos o no lo que sucede.

Nada es para siempre. Nos toca disfrutar al máximo los buenos momentos… y ver los difíciles con esperanza en Dios.

Que tanta verdad y en todo sentido. La semana pasada cambiaron en mi casa las láminas sobre la lavandería, cuando llovía parecía que la famosa Llorona – leyenda mítica guatemalteca – estaba llorando, ¡pero debajo de mi techo! Caía agua por todos lados. En sólo 11 años, la lámina había llegado a su tiempo de vida útil. Nada dura para siempre. Y esta lámina nueva, también tendrá su tiempo de vida. Y esto tenemos que aprender a verlo a través de dos ópticas, la óptica de los buenos momentos y de los momentos difíciles.

Nada es para siempre, no significa sólo que lo malo pasará, sino que también lo bueno pasará. Por lo tanto, aprovechemos al máximo cada momento hoy. Porque estos momentos pasarán. Nuestra familia, nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestras fuerzas, nuestra facilidad de comer, nuestra facilidad para subir las gradas, todo pasará. Disfrutemos al máximo estos buenos momentos. Me ha costado, pero ahora he aprendido a vivir y disfrutar en mi ahora. Antes vivía corriendo para lo que tocaba de nuevo. Ahora, aunque por default vivo en el mañana y soñando, disfruto el hoy. Estos buenos momentos, disfrutarlos, pero al máximo.

Ayer al medio día cocinamos mi esposa y yo, una hija hizo el guacamole, otra puso la mesa y las gaseosas, otro el hielo, alguien más la mesa. ¡Equipo! Eso es una familia en donde todos nos amamos, apoyamos y compartimos el hoy. Familia es el lugar en donde el hijo se siente libre para cometer errores porque será amado y enseñado. También se siente feliz porque cada logro será celebrado, será felicitado y animado a superar a sus papás en todo. Y comprendiendo, que los hijos no son competencia entre ellos sino complemento entre ellos y la familia que les quedará, cuando ya no estemos en este mundo sus papás. Mi hijo de 16 años ya es más alto que yo. El empate lo celebramos con un almuerzo y para qué, como que eso lo inspiro y a las semanas ya me había pasado notoriamente. A mi hijo, lo abrazo y le digo: sos más alto que yo y mejor en tanto que yo. Te admiro. Claro, tiene tanto que mejorar al igual que yo. Pero es un regalo. Y verlo en muchas áreas ser mejor que yo, me llena de orgullo y felicidad. Hoy vivo en el ahora.

Pero no somos llamados a disfrutar al máximo sólo los buenos momentos. También somos llamados a ver los momentos difíciles con esperanza en Dios. Toda persona que enseñe la Biblia y hable de prosperidad inmediata sólo por ser cristiano o diga que nunca un cristiano verá enfermedad y siempre será sano sólo por ser cristiano o que las dificultades jamás llegarán a su vida sólo por ser cristiano, téngale miedo, terror y pavor más que a un perro salvaje. Esas personas no han entendido lo que la Escritura misma dice. El autor y consumador de nuestra fe, Jesús, fue tratado injustamente siendo justo, fue crucificado injustamente y experimentó la muerte más dolorosa y vergonzosa en la época del imperio romano y finalmente, murió injustamente y a los ojos de los seres humanos humillado y derrotado.

Esperanza en Dios en los momentos difíciles. Eso es lo que necesitamos. Como suelo decirle a quien atraviesa una enfermedad. Ore hasta que Dios le dé un milagro o hasta que Dios lo llame a su presencia. Morir con la fe puesta en Dios y en la vida eterna prometida en Jesús, es morir con las botas puestas como un buen soldado del Rey de reyes y Señor de señores. La máxima esperanza del cristiano y que jamás se desvanece, es la esperanza de la vida eterna.

La idea era compartirle estas dos frases que esta amiga compartió conmigo, para que las memorizara, las compartiera y las viviera, pero ya me emocioné y me extendí bastante. Todo lo que he escrito, es porque del viernes de dolores al domingo de resurrección siempre hay tiempo de por medio, pero el día llega. Llega en todas las áreas de la vida. Pero cuando Dios le muestra su pecado, ha recibido el regalo más grande que pueda recibir. Nadie viene a Jesús limpio, viene sucio. Nadie viene a Jesús entero, sino destrozado. El nacer de nuevo es un regalo que Dios da. Y es un regalo que nos lleva a morir un viernes de dolores a nuestra vida pasada, para resucitar a una nueva vida que no entendemos, pero vemos ahora con colores vívidos y como nunca, este regalo llamado vida nueva. En donde lo terrenal es importante, pero lo eterno mucho más. Porque, así como Jesús resucitó, un día resucitaremos con él.

Dios se muestre a su vida.

Gracias amiga por regalarme esas frases, pero, sobre todo, por mostrarnos su corazón a mí y a toda mi familia…

“Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo.” La Biblia en 2 Corintios 4:7-10 

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