Como sea, pero terminaré la prueba

William Brayanes
Haz de Sabiduría
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En agosto de 2011, cuando la atleta ecuatoriana, Yadira Guamán, finalizó penúltima en el certamen mundial de atletismo de Daegu (Corea), muchos se preguntaron ¿por qué tan bajo rendimiento, luego de haber sido una de las mejores atletas en su especialidad en el país?

Alguien supo explicar que el día de la competencia, una ampolla ( o llaga) en el pie de la atleta, provocó un dolor tan intenso, que estuvo a punto de hacerla parar y retirarse. Sin embargo emergió de ella una fuerza interior que la motivó a desistir de darse por vencida, avanzando como pudo hacia la meta.

-“Lo importante es que terminé la prueba. Lo peor era que me descalifiquen o tener que abandonarla”, dijo al final con una amplia sonrisa.

Querid@ visitante:

En la carrera espiritual, suele pasar algo similar cuando intempestivamente se nos presentan esas ampollas mentales que comúnmente identificamos como: aflicciones, penurias, sufrimientos, pruebas, problemas, etc. las mismas que nos agotan al extremo de llevarnos a la idea de abandonarlo todo, y desistir de la lucha.

Todos como humanos imperfectos que somos, estamos en constante riesgo de ampollarnos espiritualmente con nuestros errores y limitaciones. No obstante no debemos darnos por vencidos. Como decía alguien: “No es bueno quedarnos mucho tiempo en el suelo, porque podemos encariñarnos de la piedra que nos hizo tropezar”. Nos corresponde entonces alzar la mirada al cielo, y clamar la ayuda a Aquél que todo lo puede.

Indudablemente nuestras súplicas –si provienen de un corazón contrito y humillado- tendrán respuesta. “…Nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes”. dice Su palabra. (Deuteronomio 31:8).

De esa forma aunque no lleguemos primeros a la meta, lo importante será que habremos arribado, y que allí estará el Señor esperándonos para darnos consuelo y recompensar nuestra fidelidad y perseverancia.


A las montañas levanto mis ojos;
¿de dónde ha de venir mi ayuda?
Mi ayuda proviene del Señor,
creador del cielo y de la tierra.
(Salmos 121: 1-2)

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