Todo lo puedo en Cristo

Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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Juan ( * ), desde que era un niño pequeño, recibía continuas advertencias “a modo de aliento”, de parte de su madre: si corría jugando, “te vas a caer”; si empezaba con algo nuevo, “no vas a poder”… y así continuamente esos mensajes “alentadores” y “llenos de fe y optimismo”… cada vez que emprendía algo nuevo.

Su padre, por su parte, ausente y despreocupado del devenir de la vida de su hijo, ausente en las mejores y en las peores circunstancias, prometía muchas cosas, pero nunca cumplía.

Hoy, Juan es un hombre adulto y padre de familia. Ha logrado muchas cosas, otras no. Pero cada vez que se lanza tras un sueño, cada vez que recibe una bendición, el fantasma de las palabras de su madre se hace presente en su corazón. Tiene miedo de que tan linda bendición “se caiga”, tiene miedo de no estar a la altura de las exigencias, “no vas a poder” y tiene miedo de que Dios no le responda, “no cumpla”. Y cada vez que las cosas se ponen difíciles, cuando la prueba sobreviene, siente la gran ausencia del Padre.

Ni hablar cuando algo sale realmente mal, cuando encuentra un tropiezo a la vuelta de una esquina. El remordimiento, la culpa y el refuerzo de esas palabras lapidarias. Cada vez que las condiciones de vida, trabajo o familia varían y lo obligan a un cambio, a nuevas estrategias, a realizar otro tipo de esfuerzos fuera de lo habitualmente rutinario; la ausencia del padre se manifiesta y las palabras de su madre se hacen presentes: “no vas a poder”, “te vas a caer”.

Cada vez que Juan debe iniciar algo nuevo, aún antes de comenzar nada; la sombra de la duda, el fantasma del fracaso, la mancha de la derrota cobran vida a través de estas tristes y penosas declaraciones que tal vez escuchó demasiadas veces, desde niñito… y aún hoy sus ecos siguen haciéndose oír en su mente.

Una sana advertencia con sabiduría, es una cosa. Pero cuando se trata de una declaración constante, enfermiza, que mina la autoestima y corrompe los cimientos de la confianza y el valor… es una daga clavada en lo más íntimo del alma. A ello sumada la ausencia…

¡Cuántos de nosotros en algún momento de nuestras vidas hemos recibido “advertencias” como esta, de quién más confiábamos! ¡Cuántos de nosotros hemos sido y aún hoy lo somos, como Juan ( * ), portadores sin quererlo ni merecerlo, del fracaso de otro!

Es que la imagen que tenemos de nuestros padres, cuando niños; es la misma que tenemos de Dios el Padre cuando somos adultos.

¡ROMPE LAS CADENAS HOY!

Dios nos ha dotado de una de las más formidables armas contra esta clase de males… LA ORACION EN FE.

Si hoy un “no vas a poder”, “te vas a caer” y el sentimiento de orfandad y ausencia de Dios, duelen; es hora de derramar en la presencia del Señor ese corazón dolido y quebrantado. A veces ni siquiera es necesario decir nada. Dios también entiende el idioma de las lágrimas y el silencio de un corazón quebrantado y humillado.

Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.

(Romanos 8:26 NVI)

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

(Filipenses 4:13 NVI)

( * ): Juan es un nombre ficticio. Tomado de un testimonio de la vida real y publicado con su permiso.


Comentarios

  1. Las cadenas de un pasado doloroso son difíciles de romper para quien las lleva, pero si las presenta a Cristo, ningún eslabón podrías resistirse a su poder. "Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas." (Salmo 34:19)

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