Si Jesús no hubiese resucitado

Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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¿Qué hubiera sido si Jesús no hubiera resucitado? ¿Qué sería de la humanidad si este hecho no se hubiese consumado? ¿Qué sería de nuestro tránsito por este mundo sin una esperanza?

Obviamente no existiría una fe cristiana. Difícilmente se pueda recordar por más de dos mil años a un profeta mentiroso y sus enseñanzas, crucificado como cualquier miserable transgresor; tal la cruel y horrible muerte que los romanos tenían para los delincuentes que no eran ciudadanos romanos.

La paga del pecado es muerte, dice la Escritura (Romanos 6:23). Tenemos una cantidad abundante de transgresiones, sí; pero la gran mayoría de nosotros jamás ha matado a nadie. No es para que nos condenen a muerte. ¿Por qué tan drástico, entonces?

En los sistemas judiciales de muchos estados del mundo, si una persona mata a otra, dependiendo de las circunstancias y de las leyes del estado o país, la condena puede variar desde varios años de prisión hasta Cadena Perpetua, es decir, reclusión de por vida o por un período de tiempo muy prolongado. Pero si la víctima resultara ser un Magistrado, Gobernante, Funcionario Público o Policía, la condena es, sin más ni más: Muerte. Es que no es la ofensa, sino la MAGNITUD DEL OFENDIDO lo que determina el castigo. Y en este caso, todos nosotros tenemos una deuda pendiente nada más ni nada menos que con DIOS, el DUEÑO Y DIRECTOR SUPREMO DEL UNIVERSO.

La resurrección de Jesús es prueba de que Dios aceptó el sacrificio, es prueba de que la deuda judicial que todos nosotros teníamos con Dios a causa de nuestras transgresiones, fue cancelada por Jesús en lugar nuestro. Por lo tanto, si Jesús no hubiese resucitado, no habría perdón por el pecado.

¿Y cómo estamos seguros de esto? No sólo porque la Biblia así lo dice, y ello debería ser suficiente para todos nosotros. Los apóstoles, los discípulos, la gente que tuvo la oportunidad de ver la tumba vacía, lo confirmó y así lo comunicó. La tradición y la historia nos enseñan que la mayoría de los Apóstoles tuvieron una muerte violenta por causa de su fe y su prédica. El único que tuvo una muerte natural, fue Juan… y esto, preso en la isla de Patmos desde donde escribió el Apocalipsis o Revelación. Parece que Dios lo reservó amorosamente para esa última gran misión.

Pedro creyó la causa fracasada cuando Jesús fue crucificado. De hecho negó en reiteradas oportunidades conocer o haber estado con Jesús. Tomás, dijo: “si no lo veo, no lo creo”. Sin embargo, ambos, igual que casi todos los demás, a la larga dieron sus vidas por causa de las enseñanzas de Jesús. ¿Qué motivó tremenda transformación? ¿Qué hizo que gente común y ordinaria, se convirtiera en extraordinaria? Nadie estaría dispuesto a dar su vida por algo, a sabiendas de que se trata de una mentira. TRANSFORMACIÓN, CONVICCIÓN y GRATITUD, son la clave.

Hoy no podemos menos que doblar las rodillas y con un corazón contrito y humillado,  expresar un sencillo pero encendido:

“GRACIAS, AMADO JESÚS, qué habría sido de todos nosotros si no hubieras resucitado!”

Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre,  también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren,  también en Cristo todos serán vivificados. (1 Corintios 15:20-22 RV60)


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