Señor, ocúpate de lo mío, que yo me ocupo de lo tuyo

Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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Una expresión que separada de Dios y sin reconocer su Soberanía, más bien parece propuesta de cierta clase de “intercambio”, donde el siervo es el que establece las pautas y le ordena a su señor lo que tiene que hacer.

Para el creyente, esta expresión -palabras más, palabras menos- debería tener un sentido diferente. No se trata de un intercambio, sino de dedicarse como siervos que somos, más a los asuntos de Dios y PERMITIR que Dios intervenga en nuestras vidas, haga nuestros planes.

No significa esto, abandonarnos a nosotros mismos, dejar de cumplir compromisos, proyectos y responsabilidades; sino de una cuestión de PRIORIDADES. Dios primero. Anteponer a Dios y sus planes, por sobre los nuestros; al tiempo de depositar en sus manos confiadamente todas nuestras necesidades y problemas. Dejar de decirle a Dios cuán grande es el problema para mostrarle al problema cuán grande es Dios.

Pero aquí no hablamos de nuestra propia fe ni de lo fuerte que podamos ser capaces de permanecer tomados de su mano. No es con nuestras fuerzas; nuestras fuerzas son limitadas y aflojan “¿… no habéis podido velar conmigo una hora?…” (Mateo 26:40 y 41).

No es nuestra propia fe; nuestra fe es fluctuante “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (Mateo 8: 25 y 26). Es en SUS FUERZAS, mas no en las nuestras. Es EN ESA FE QUE ÉL NOS DA, mas no en la propia nuestra. “Auméntanos la fe” (Lucas 17:5) le dijeron los discípulos a Jesús.

Un antiguo proverbio oriental, dice que Dios no mueve una aguja en donde la capacidad humana puede hacer algo, pero mueve el cielo en donde el hombre no puede hacer nada. Y es que nuestro amado Señor está dispuesto a intervenir en nuestro favor ante el más mínimo destello de fe auténtica, genuina.

¡Qué lindo es saber que pasan cosas a tu alrededor y saber que no fue suerte, fue Dios. Dios lo hizo!


echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
1 Pedro 5:7 (RVR1960)

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