11 señales de inmadurez en nuestro carácter

Miguel Nuñez
Coalición por el Evangelio
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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de Siervos para su gloria: Antes de hacer tienes que ser (B&H Español, 2018), por Miguel Núñez.

En la medida en que somos sinceros, podemos, con la ayuda de la Palabra de Dios y del Espíritu de Dios, ir descubriendo señales de inmadurez en nuestro carácter para llevarlas entonces a los pies de Cristo. A continuación algunas de estas señales:

1. Una necesidad muy grande de aprobación

Debido a nuestra condición caída, todos anhelamos ser aprobados. Sin embargo, algunos tenemos necesidad extrema de aprobación. A la menor señal de que el otro no nos aprobó, nos ofendemos o irritamos, así fuera un simple saludo que alguien dejó de darnos. Otras veces la necesidad está más escondida.

Necesitamos una idea más grande del Dios que adoramos y una idea más pequeña del hombre y de los reconocimientos de esta vida

Somos personas complejas con mecanismos de defensa o formas múltiples de ocultar nuestras disfunciones. En el fondo, estas manifestaciones externas corresponden a inseguridades internas. Necesitamos una idea más grande del Dios que adoramos y una idea más pequeña del hombre y de los reconocimientos de esta vida.

2. El perfeccionismo

El perfeccionismo es una señal de inseguridad. A medida que experimentamos mayor grado de inseguridad, experimentamos mayor necesidad de sentirnos seguros, y el perfeccionismo no es más que una forma extrema de querer controlar nuestro entorno porque el control del entorno garantiza nuestra seguridad, lo cual nunca lograremos alcanzar realmente. Conforme maduramos en nuestra relación con Dios, ese perfeccionismo debiera disminuir al sentirnos seguros en Cristo.

3. Los celos

Los celos son otra indicación de que nuestro mundo emocional necesita madurar. Algunos experimentan celos por sus amistades cuando hacen otros amigos. La persona celosa quiere controlar las relaciones de los demás.

Frecuentemente los hijos únicos experimentan esa sensación cuando sus padres tienen un segundo hijo. Algunos incluso retroceden en su comportamiento y entonces vemos a niños de ocho y diez años que comienzan de nuevo a mojar las sábanas durante la noche, sin “poder” controlar el esfínter urinario. Hasta ahí llega nuestra condición caída. Donde hay celos, invariablemente hay contiendas (1 Co. 3:3; 2 Co. 12:20; Gá. 5:20; Stg. 3:14,16).

4. La condenación frecuente del otro

Esta actitud está motivada por un sentido de superioridad respecto de los demás; es lo que en inglés se conoce como self-righteousness o arrogancia moral. Estas personas tienden a señalar o criticar a cualquier otro que no llene su estándar. Las personas maduras son personas humildes y las personas humildes no se sienten motivadas a condenar al prójimo.

5. El resentimiento y la falta de perdón

El resentimiento y la falta de perdón son evidencias de ira acumulada. Esta es una señal de alerta de que tenemos profundas áreas de inmadurez.

Las personas con dificultad para el perdón olvidan que la mayor víctima de todas fue el Señor Jesús y nosotros fuimos sus victimarios

Las personas emocionalmente maduras perdonan con relativa facilidad. Incluso las no cristianas, pero emocionalmente maduras, pueden lograr otorgar el perdón con relativa facilidad dada la imagen de Dios en el hombre. Quizás esas personas no creyentes que logran perdonar a otros no puedan perdonar con la profundidad con la que un hijo de Dios puede hacerlo, o con las bendiciones que se le añaden por ser un hijo de Dios.

Las personas con dificultad para el perdón se ven a sí mismas como víctimas y olvidan que la mayor víctima de todas fue el Señor Jesús y nosotros fuimos us victimarios.

6. Los arranques incontrolables de ira

Los arranques de ira que no podemos controlar revelan falta de dominio propio. Esta falta de control se relaciona más con nuestra naturaleza carnal que con la imagen del nuevo hombre. Si no podemos controlar la ira, hay algo de nuestra naturaleza pecadora que está tomando el control en esos momentos en lugar del Espíritu Santo que mora en el creyente. Recordemos que el dominio propio es un fruto del Espíritu (Gá. 5:22-23).

7. Amar servir, pero por las razones equivocadas

Cuando nos encanta servir, pero por las razones equivocadas, revelamos nuestro egocentrismo. Muchas veces, nos encanta servir a otros porque al hacerlo somos el centro de atención y, en nuestra inmadurez, nos gusta estar en el centro. Cuando somos el centro, la gente nos ve, nos aplaude, nos aprueba y demás.

Debemos servir, pero por las razones correctas. “Mucha gente ha cambiado su conducta, pero sus motivaciones y deseos todavía están errados, de manera que Dios no se siente más complacido con la nueva conducta que con la anterior”.

8. Dificultad para reconocer el talento de los demás

Cuando tenemos dificultad para reconocer el talento de otro, que no es otra cosa sino una señal de envidia, nos autojustificamos con frases como: “No puedo aplaudir a otros porque entonces se podrían enorgullecer”. Pero la realidad es que en la Biblia frecuentemente encontramos a Dios elogiando a muchos de Sus hijos. De Moisés se dice que era el más humilde sobre la faz de la tierra (Nm. 12:3). De Job, Dios dice que era un hombre justo o intachable. Pablo exhorta a los hermanos a imitar a Timoteo (Fil. 2:19-24).

No debemos tratar de mantener humilde al otro porque ese no es nuestro rol. Nuestro rol es animar al otro, edificarlo, estimularlo, ayudarlo; y Dios se encarga del resto. Esto nos permite apreciar los talentos de los demás.

9. Dificultad para controlar la lengua

La dificultad para controlar la lengua revela una falta de llenura del Espíritu en la persona. Esta es una debilidad pecaminosa de la cual Santiago habla en el capítulo 3 de la epístola que lleva su nombre. La falta de control sobre la lengua no solamente es algo pecaminoso, sino que también evidencia una inmadurez espiritual que es la raíz de la falta de control en nuestro hablar. El fruto del Espíritu (Gá. 5:22-23) es el resultado de la llenura del mismo Espíritu.

La dificultad para controlar la lengua revela una falta de llenura del Espíritu Santo en la persona

10. Dificultad para seguir relacionándonos de cerca con otros que difieren de nosotros

Esto es algo significativo. Los demás no tienen que estar de acuerdo con lo que nosotros apreciamos, con aquello que nos gusta y con lo que deseamos.

Muchos se alejan de personas que difieren de ellos porque se sienten inseguros en su presencia. Otros solo conocen una manera de relacionarse con los demás y es a través de la codependencia. Las personas codependientes necesitan estar de acuerdo en todo para sentirse cómodas. La codependencia frecuentemente es una señal de que tenemos una necesidad extrema de aprobación por parte de otras personas a quienes necesitamos para nuestro sentido de identidad.

11. Actitud de sospecha hacia los demás

Existen personas a nuestro alrededor que sospechan de todo el mundo. Emiten juicios de valor y evalúan las intenciones de los demás como si vivieran en su interior. Estas son personas que viven construyendo rompecabezas y jugando ajedrez en su mente y con la gente. Dicha actitud lleva a la manipulación. Así no podemos vivir. No se vive en tranquilidad, en paz, moviendo fichas todos los días en la mente. Si somos emocionalmente maduros, descansamos sabiendo que las fichas del ajedrez las mueve Dios.

A medida que comprendemos mejor las señales mencionadas aquí, entendemos que no hay nada mejor que vivir emocionalmente libre. En Cristo y por Cristo. No por esfuerzo propio.


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