La marca de la salud de la iglesia que solemos omitir

JARED KENNEDY
Coalición por el Evangelio
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¿Cuál es la marca de la iglesia que más se descuida hoy en día? ¿Podría ser la predicación expositiva o la práctica de la disciplina en la iglesia? ¿Podría ser la formación de líderes que estén a la altura de las cualidades de carácter descritas en las epístolas pastorales?

Si pudiéramos preguntar a Martín Lutero, nos sorprendería su respuesta. En su obra Sobre los concilios y la iglesia (1539), señala siete características de la iglesia. Las seis primeras son las que uno esperaría: la iglesia de Dios es reconocida por (1) la posesión de la Palabra de Dios, (2) la administración correcta del bautismo, (3) la administración correcta de la comunión, (4) el ejercicio de la disciplina eclesiástica, (5) un liderazgo cualificado y (6) una adoración caracterizada por la oración y la acción de gracias.

Sin embargo, la séptima marca de Lutero puede sorprenderte. Dice que la vida cristiana debe estar marcada por la cruz. «El santo pueblo cristiano se reconoce externamente por la santa posesión de la sagrada cruz», escribe. «Deben soportar toda desgracia y persecución, toda clase de pruebas y males del demonio, del mundo y de la carne… para llegar a ser como su cabeza, Cristo».

Lleva una cruz y señalarás que eres cristiano; soporta la cruz y lo demostrarás. Los creyentes de hoy podemos sentirnos sorprendidos por las pruebas o tentados a adoptar una mentalidad de víctimas cuando nos encontramos con ellas. Lutero, por el contrario, creía que para conocer a Cristo debemos conocerlo en Sus sufrimientos.

¿Por qué el sufrimiento?

Este es particularmente el caso de los líderes. Tan temprano como 1518, en la Disputación de Heidelberg, Lutero escribió: «Merece ser llamado teólogo… quien comprende las cosas visibles y manifiestas de Dios vistas a través del sufrimiento y la cruz». Aunque se hacía eco de la descripción que hace Pablo de su mensaje y ministerio en 1 Corintios 1:18-25, Lutero no solo imploraba a los líderes de las iglesias que predicaran «a Jesucristo, y Este crucificado» (2:2). También contrasta a un «teólogo de la cruz» con un «teólogo de la gloria».

La predicación moldeada por la cruz requiere una vida moldeada por la cruz

El ministerio cristiano no se ajusta a los patrones de desempeño, poder y pompa que Lutero veía en la iglesia medieval. Por el contrario, los líderes cristianos deben predicar el don del perdón de Dios a través de la cruz y también conformarse a la cruz abrazando el sufrimiento y las pruebas. La predicación moldeada por la cruz requiere una vida moldeada por la cruz.

Propósito en el dolor

En el prefacio de 1539 a la edición de Wittenberg de sus escritos alemanes, Lutero argumenta que la manera de buscar un discipulado saludable, la manera de conocer la Palabra de Dios, es a través de la meditación y la oración combinadas con pruebas y dificultades. Él ve esto en los Salmos.

David se acercó a Dios cuando fue perseguido por sus enemigos (Sal 59), traicionado por sus amigos (Sal 41) y confrontado con su propio pecado (Sal 51). Nos guste o no, dice Lutero, lo mismo ocurre con cada cristiano bajo la palabra de la cruz:

Porque tan pronto como la Palabra de Dios eche raíces y crezca en ustedes, el diablo los acosará y los convertirá en verdaderos doctores, y con sus asaltos les enseñará a buscar y amar la Palabra de Dios. Yo mismo… estoy profundamente en deuda con mis papistas, que con la furia del diablo me han golpeado, oprimido y angustiado tanto. Es decir, han hecho de mí un teólogo bastante bueno, cosa que no habría sucedido de otro modo.

Dios siempre tiene un propósito en nuestro sufrimiento. Puede utilizarlo para matar nuestro pecado y entrenarnos en el amor piadoso. Como Santiago animó a la iglesia: «Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia» (Stg 1:2-3). Podemos confiar en que, en nuestro dolor, Dios actúa para hacernos crecer. Cuando participamos en los sufrimientos de Cristo, haciéndonos semejantes a Él en Su muerte, nos está preparando para la resurrección (Fil 3:10-11).

Marca, no punto de referencia

Sin duda, Lutero tocó un importante tema bíblico. Pero ¿deberíamos pensar en el sufrimiento con Cristo como una marca de una iglesia sana? ¿Es una vida moldeada por la cruz una señal de fe, o existe un peligro al pensar en las pruebas de esta manera?

Es peligroso pensar que el dolor y el sufrimiento son un punto de referencia que los cristianos deben perseguir. Incluso cuando Pablo nos dice que hagamos morir nuestro pecado (Ro 8:13), no anima al ascetismo ni a la autoflagelación. Debemos luchar contra nuestra naturaleza pecaminosa, pero el dolor no es algo que debamos buscar.

Sin embargo, cuando llega el sufrimiento —ya sea a través del dolor, la persecución, la discapacidad o un día la muerte— debemos estar preparados con una perspectiva en forma de cruz. A los niños luteranos se les enseña a hacer la señal de la cruz antes de orar y sus iglesias celebran los movimientos del antiguo calendario eclesiástico, que destacan los momentos clave de la vida terrenal de Jesús; ven el tiempo en forma de cruz. En su mayor parte, las iglesias reformadas y evangélicas han abandonado estas tradiciones extrabíblicas. Aun así, necesitamos hábitos y prácticas como celebrar regularmente la comunión u orar juntos de rodillas para recordar el propósito moldeado por la cruz del Señor.

No descuides tu llamamiento santo

Cuando olvidamos que Cristo nos llama a sufrir por Su causa, caemos en la tentación de abrazar las modernas «teologías de gloria», como buscar formas más cómodas y complacientes de hablar sobre la ética sexual de la Biblia, o buscar un crecimiento rápido a través de la ostentación y el glamour de una programación atractiva en lugar de un discipulado lento.

Cuando olvidamos que Cristo nos llama a sufrir por Su causa, caemos en la tentación de abrazar las modernas «teologías de gloria»

También podemos caer en la tentación de redefinir nuestra visión de una iglesia sana. Pensamos que si los estatutos de la iglesia reflejan una política más bíblica, los líderes de la iglesia siempre se llevarán bien, o creemos que si nuestra doctrina y las listas de miembros son puras, entonces la iglesia logrará no solo un testimonio más fuerte sino una mayor influencia en la cultura. Este tipo de visión sin dolor de la iglesia es una trampa.

Como escribió recientemente Samuel James:

El cristianismo tiene forma de cruz. No puede ser otra cosa. El impulso que sentimos dentro de nosotros de intentar deformar esa forma de cruz, para hacerla más eficaz, más viral, más poderosa en la era de los medios de comunicación de masas, es un impulso que solo puede acabar en desastre.

Jesús dijo a Sus discípulos: «Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí». (Mt 5:11). «Dondequiera que vean u oigan esto», dice Lutero, «sepan que la santa iglesia cristiana está allí».


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

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