Cuatro razones bíblicas por las que debemos orar por todos y también por nuestros gobernantes
Alex López
La Catapulta
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“Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, por los reyes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida devota y digna. Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador, pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien dio su vida como rescate por todos. Este testimonio Dios lo ha dado a su debido tiempo, y para proclamarlo me nombró heraldo y apóstol. Digo la verdad y no miento: Dios me hizo maestro de los no judíos para enseñarles la verdadera fe.” 2 Timoteo 2:1-7
De estas palabras del apóstol Pablo, encontramos cuatro cosas:
Dios nos manda orar por todos incluyendo los reyes y las autoridades
La
oración a Dios tiene poder. Además, demuestra nuestra dependencia total
en nuestro Padre Dios. Somos llamados a orar por todos. Ese todos
incluye explícitamente a los reyes y a las autoridades. Ellos tienen
autoridad no sólo delegada por Dios, sino también por nosotros los seres
humanos. Las buenas autoridades, le hacen bien a un pueblo. Las malas
autoridades, hacen sufrir a un pueblo.
El propósito de la oración es que tengamos paz y tranquilidad y podamos llevar una vida devota y digna
Las
autoridades tienen mucho que ver con la paz de un pueblo. Las
autoridades de acuerdo a la Biblia, son vistas como extensión de la
autoridad de Dios, para impartir justicia. Los malos deben temerlos y
los buenos, disfrutar del beneficio de buenas y justas autoridades.
Nuestro Dios es justo y santo y no tolera el pecado. El espera lo mismo
de toda autoridad terrenal. Esta autoridad ejercida en justicia produce
paz y tranquilidad para un pueblo. Las autoridades son importantes para
el ambiente de una nación. Ellas establecen el tono de la misma. De
ellas depende en gran parte, que podamos llevar una vida devota y digna.
El propósito de la oración y que le agrada a Dios es que todos sean salvos y conozcan la verdad
Este
mundo terrenal con lo más esplendoroso que pueda tener, no es eterno.
El ser humano nace, crece, se reproduce y muere. Las autoridades desde
la máxima autoridad de una nación que es un presidente o primer
ministro, hacia abajo, también morirán. Pero ahí no termina todo,
tenemos una eternidad prometida por Dios en su palabra. Su salvación no
es difícil, pero es humanamente imposible. ¿De qué nos salva Dios? De su
propia ira contra el pecado y la injusticia. ¿Cómo nos salva Dios? De
eso más adelante.
Note que dice: que sean salvos y que conozcan la verdad. Jesús es la
verdad. Jesús nos muestra al Padre. La verdad no está en nosotros, ni en
las mayorías. La verdad al igual que la vida, proviene de Dios. Todo el
que conoce la verdad, ahora vive para cumplir con entrega total la
verdad de Dios. Le ama con todo y a su prójimo como a sí mismo. Vive
para la agenda de Cristo que es paz para con Dios y paz para con los
hombres. Se reviste de humildad y enfoque no sólo en él sino hacia los
demás, porque el mayor ejemplo de entrega fue el mismo Cristo. La verdad
nos muestra, la verdadera fe que todos debemos tener y, que, somos
llamados a proclamar.
Sólo existe un mediador entre Dios y los seres humanos
Humanamente,
salvarnos frente a Dios, sin él, es imposible. Su nivel de exigencia es
santidad absoluta. Y, el que ha pecado una sola vez, ha quebrantado
toda su ley. Y, lo que le espera, es juicio eterno. Pero Dios no se
complace en la muerte del malvado, sino más bien quiere que se
arrepienta de su conducta y viva. ¿Cómo nos salva entonces? Por medio de
la fe en muerte de Jesús en la cruz.
Esto significa que, sólo
Jesús – la segunda persona de la Trinidad que se hizo hombre y quien
nunca pecó – podía realizar un sacrificio por nuestros pecados en la
cruz. El justo muere por los injustos liberándonos de la condenación del
pecado.
Jesús es el sacrificio por nuestros pecados. Por la fe en su muerte, somos perdonados de nuestros pecados, somos adoptados por Dios como hijos, somos sellados por el Espíritu Santo como su propiedad y garantía de nuestra esperanza eterna y tenemos paz con Dios.
Entonces, su Espíritu Santo, empieza a trabajar en nuestras vidas, cambiando no nuestra conducta, sino nuestro corazón – sentimientos, pensamientos y voluntad – de donde proviene lo bueno y lo malo en nosotros. Y, entonces, un nuevo corazón, produce frutos dignos de arrepentimiento. Y, si pecamos, abogado o intercesor tenemos ante el Padre. Su gracia – favor inmerecido – y misericordia – pasar por alto el castigo – están presentes gratuitamente y por la fe para nosotros en su trono. Al que somos llamados a acercarnos cuando lo necesitemos.
Oremos por todos y también por nuestros gobernantes, para que tengamos paz y tranquilidad y llevemos una vida devota y digna. Pero sobre todo, porque todos conozcamos vida verdadera y la paz duradera, que sólo se encuentra en Dios. Sus caminos, son vida y paz eternamente. Amén.
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