Confrontando el cristianismo: ¿No es la religión causa de violencia?

REBECCA MCLAUGHLIN
Coalición por el Evangelio
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso


Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Confrontando el cristianismo: Doce preguntas difíciles para la religión más grande del mundo (Andamio Editorial, 2023), por Rebecca McLaughlin.

Sin duda, el cristianismo ha tenido un gran impacto para la paz y la justicia, sin precedentes en ninguna otra cosmovisión. Pero el historial de fracasos cristianos también es largo. ¿Por qué los cruzados se dedicaron a llevar a cabo matanzas innecesarias? ¿Por qué tantos pastores alemanes apoyaron a Hitler? ¿Cómo pudieron la mayoría de los cristianos estadounidenses aceptar la esclavitud? La lista continúa.

Las dos razones que Jesús enseñó

Creo que hay dos razones principales por las que los países supuestamente cristianos no están a la altura de las enseñanzas de Jesús. El propio Jesús fue el que formuló estas dos razones.

En primer lugar, no podemos suponer que todos los que se identifican como cristianos auténticos lo sean, sobre todo en aquellas sociedades donde afirmar que eres seguidor de Jesús no te conduce al martirio sino al poder. Cuando describió el juicio final, Jesús habló de que muchos se sorprenderán al ser condenados, cuando el no haber cuidado a los pobres y oprimidos revele que no eran en realidad seguidores de Jesús.

En segundo lugar, la Biblia nos enseña que el fracaso moral de los cristianos es normal. No somos buenas personas por naturaleza que actuamos mal solo si no hemos tenido la familia, la educación o las circunstancias correctas. Más bien, somos pecadores por naturaleza y nos desviamos hacia el egoísmo como un vehículo con el volante mal alineado. Lo veo en mi corazón, día tras día.

La realidad de la santidad y la pecaminosidad del creyente

Aunque la muerte de Jesús liberó a los cristianos del castigo por sus pecados, la Biblia deja claro que los cristianos no serán libres de la plaga del pecado hasta que Jesús regrese. Puedo ver indicios de crecimiento en mi vida, pero debo armarme de valor para mantener una lucha constante durante toda la vida con el pecado. Como dijo el apóstol Juan: «Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad» (1 Jn 1:8).

El cristianismo no glorifica la violencia, la humilla

Para muchos de nosotros hoy en día en Occidente, la violencia no tendría ninguna utilidad para nuestro egoísmo. Mi vida no mejoraría si cometiera un asesinato. No obstante, ponme en una situación en la que la violencia me beneficie y quién sabe de qué podría ser capaz. Me gustaría pensar que habría dado mi vida para luchar contra los nazis, pero nunca he tenido que demostrar mi valentía moral de ese modo y, cuanto mayor me hago, menos segura estoy de mi propia virtud.

No obstante, la cosmovisión cristiana, en general, ayuda a las personas a amar más y a ser menos violentas. Sin embargo, incluso en el microcosmos de una iglesia, los cristianos se enfrentan al fracaso moral. Como dijo Bonhoeffer: «Decepcionados por los demás y por nosotros mismos, Dios nos va llevando al conocimiento de la auténtica comunidad cristiana».1 La decepción no es el fin de la vida cristiana, es el comienzo.

La violencia central de la fe cristiana

Justo en el corazón del cristianismo hay un símbolo de violencia extrema: la ejecución brutal, escabrosa y patrocinada por el Estado de un hombre inocente. No obstante, los cristianos creen que esta ejecución fue orquestada por Dios mismo. Algunos argumentan a partir de esto que el cristianismo glorifica la violencia. Sin embargo, el significado de la cruz es precisamente lo contrario.

La violencia es el uso del poder por parte de los fuertes para hacer daño a los débiles. En la cruz, el Hombre más poderoso que jamás haya vivido experimentó la muerte más brutal que existía, para salvar a los indefensos. El cristianismo no glorifica la violencia, la humilla.

El cristianismo ha sido promotor de la democracia, de una motivación para luchar por la justicia y de un mandato para la curación

La violencia clavada a la cruz nos habla de nuestro mayor problema, que no es una mala educación o no tener una democracia o la falta de oportunidades, sino la espantosa realidad que la Biblia denomina como el pecado. La extraña afirmación de que Jesús ha resucitado nos da esperanza de que el mal no será el que tenga la victoria final y que cualquiera que dé su vida por seguir a Cristo la encontrará. Esta creencia, si dejamos que cale, nos motiva a actuar. Inspiró a los cristianos del siglo IV a crear lugares en los que cuidar a los enfermos y pobres, lugares que ahora llamamos hospitales. Inspiró a Martin Luther King a creer que la resistencia pacífica podría superar la opresión violenta. Motiva a los cristianos hoy en día en todo el mundo a sacrificarse para servir a otros.

En el artículo de opinión del New York Times titulado Evangelicals without the Blowhards [Evangélicos sin fanfarrones], el periodista ganador de un premio Pulitzer y activista de los derechos humanos, Nicholas Kristof, escribe:

Ve a los frentes de batalla, tanto en casa como en el extranjero, a la lucha contra el hambre, la malaria, las violaciones en la cárcel, la fístula obstétrica, el tráfico de personas o el genocidio, y algunas de las personas más valientes que encontrarás son cristianos evangélicos (o católicos conservadores, similares en muchas maneras) que de verdad ponen en práctica su fe.2

¿Es la religión causa de violencia? Sin duda, puede serlo. Pero la fe cristiana impulsa a millones de personas a amar y a servir a otros. El cristianismo, en concreto, ha sido promotor de la democracia, de una motivación para luchar por la justicia y de un mandato para la curación.

Si pensamos que el mundo sería menos violento sin el cristianismo, quizás debamos revisar algunos datos estadísticos.


1 Dietrich Bonhoeffer, Life Together The Classic Exploration of Christian Community (New York: HarperCollins Publisher, 1954), p. 27.
2 Nicholas Kristof, “Evangelicals without Blowhards”, New York Times (31 de junio de 2017).

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