Ayuda! Quiero hacer amigos en la iglesia

PAIGE PIPPIN
Coalición por el Evangelio
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Tanto si eres nuevo en tu iglesia como si llevas años en ella, conocer a hermanos y hermanas en Cristo puede ser todo un desafío. Tal vez sea el ajetreo y el bullicio del domingo, tu incapacidad para asistir a un grupo pequeño o estudio bíblico, o la incompatibilidad percibida; cualquiera que sea la razón, hacer amigos en la iglesia a menudo toma trabajo.

Pero si nos esforzamos, nos comprometemos a orar y nos ponemos a disposición de los demás, descubriremos que estas amistades tan difíciles son algunas de las más enriquecedoras. ¿Por dónde empezamos?

1. Preséntate a una persona cada domingo.

Incluso mientras escribo estas palabras de ánimo, me da escalofríos pensar en acercarme y tender la mano a un desconocido o, peor aún, a alguien a quien he visto con regularidad y aún no he saludado. Pero ¿qué es lo peor que podría pasar?

Si nos esforzamos, nos comprometemos a orar y nos ponemos a disposición de los demás, descubriremos que estas amistades tan difíciles son algunas de las más enriquecedoras

Podrías, como he hecho yo, presentarte a la misma persona más de una vez. A veces está bien hacer el ridículo para que los demás se sientan conocidos. Recuerda cómo Pablo nos instruye para que miremos «por los intereses de los demás» (Fil 2:4). El Señor puede ayudarnos a olvidarnos de nosotros mismos y a animarnos a conocer a los demás. Considera comenzar con «¿Nos hemos conocido antes?». Si la respuesta es un incómodo sí, ríete de ello. Compartir una risa ayuda a romper el hielo.

2. Pide a Dios que guíe tu disponibilidad.

A veces, mientras estoy de pie en la parte de atrás de la iglesia, me siento abrumada por todas las personas que desearía conocer mejor. Así que le pido al Señor que me ayude a utilizar sabiamente mi tiempo y mi atención después del servicio. Tal vez necesites orientación sobre a quién acercarte porque tus hijos tienen hambre, tu corazón introvertido está agotado, o no puedes llegar a suficientes personas lo suficientemente rápido. Dios es fiel para guiarnos con sabiduría y discernimiento, incluso en pequeños detalles, como la forma de administrar nuestra limitada disponibilidad antes de salir de la iglesia (Stg 1:5).

3. Anota los nombres.

Hay veces que me presento y estoy tan nerviosa que me cuesta retener el nombre de la persona que acabo de conocer. En esos casos, puedes preguntar a un pastor o a otro miembro si sabe el nombre de la persona, o acercarte a ella y decirle: «¿Podrías recordarme tu nombre una vez más?». Cuando estés seguro de que lo sabes, escribe el nombre en algún sitio. A mí me gusta ponerlo en la sección de notas de mi teléfono. No te preocupes si esto se siente como si fueras una máquina. Estamos llamados a conocer y animar a nuestros hermanos espirituales (He 10:25). Aprender sus nombres es una parte necesaria del crecimiento en la relación.

4. Ofrécete como voluntario. 

Cada vez que escucho que alguien está luchando por construir relaciones en su iglesia, inmediatamente averiguo sobre oportunidades de servicio. Los grupos pequeños y los estudios bíblicos pueden ser increíblemente útiles para conectar y crecer con un grupo específico de personas. Pero si no puedes asistir a ese tipo de reuniones, anímate. Algunas de mis amistades más cercanas en la iglesia se formaron orgánicamente sirviendo juntos. El vínculo del trabajo en equipo y de la experiencia compartida es esencial para llegar a ser compañeros en el evangelio que tienen la misma mentalidad en Cristo (Fil 1:52:2).

5. Ora por personas concretas.

Podemos orar en general por nuestra comunidad de la iglesia y específicamente por aquellos que sabemos que están enfermos, sufren o piden intercesión. También podemos orar por relaciones concretas. Cuando tengo la esperanza de conectar con alguien y me cuesta avanzar, lo llevo a la oración. Podemos empezar orando para que Dios bendiga a la persona que queremos conocer mejor, y podemos pedirle ideas sobre cómo acercarnos a ella. Podemos orar por oportunidades para tener buenas conversaciones y pensar de antemano en las preguntas que podríamos hacer o los temas que podríamos plantear.

6. Busca los más difíciles.

Espero que tengas amistades fáciles en la iglesia, pero también espero que tengas amistades menos cómodas. Si evitamos las amistades que nos obligan a superar la incomodidad o a esforzarnos por conectar, no tendremos muchas relaciones en una comunidad de pecadores quebrantados.

Una parte hermosa del cuerpo de Cristo son las diferentes perspectivas y experiencias vitales que cada uno aportamos, sabiendo que nuestra mayor compatibilidad es a través de Cristo mismo. ¿Construir relaciones a pesar de nuestras diferencias lleva tiempo? Claro que sí. ¿Exige que nos presentemos y nos sintamos incómodos? Al menos durante un tiempo. ¿Se hará más fácil? Totalmente. No podemos esperar tener una química fulgurante con todo el mundo en la iglesia. Pero podemos confiar en la capacidad de Cristo para unificar Su cuerpo. Puede que incluso sea la falta de química lo que nos obligue a amar mejor, a buscar con más ahínco y a orar con más detenimiento. Esto es Cristo en nosotros.

Buscar amistades en la iglesia y orar por ellas merece nuestro tiempo. Somos más que cuerpos que adoran a Dios codo con codo los domingos. Juntos, somos el cuerpo de Cristo. Cuando invertimos en relaciones con otros creyentes, también crecemos en comunión con el Señor.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

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