Para usted que quiere servir a Dios
Alex López
La Catapulta
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Quiero servir completamente entregado a la obra de Dios. Esta fue la afirmación que un joven me hizo y quien está en sus veintes. El propósito de la reunión era simple, quería un consejo.
Cristo es nuestra cabeza y nosotros el Cuerpo de Cristo. Como familia espiritual, somos llamados a servir a Dios. Por lo que definir servicio, es lo primero que tenemos que hacer.
¡Qué tan rápido podemos engañarnos! El servicio no es un horario en una iglesia, es una vida rendida a Dios. Mi primer consejo a este joven fue: busca la santidad. Servir a Dios es rendir nuestra vida por completo a él. Es darle la espalda al pecado y consagrarnos completamente a él.
Servir a Dios requiere dejar de servir a otros dioses – con minúscula -, cualesquiera que estos sean en nuestros corazones: avaricia, envidia, placer, egoísmo, etc. Antes de servir a Dios en la iglesia, en un ministerio o en cualquier otro lugar, debemos servirle a Él. Bien se dijo: “El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros.” La Biblia en 1 Samuel 15:22
Hace mucho leí una frase de un autor que decía: “Nunca se encuentre sirviendo en la obra de Dios, sin ser un hombre de Dios”. Cada vez que quebrantamos un mandamiento, estamos sirviendo a otros dioses. Y debemos arrepentirnos inmediatamente y levantar muros que nos salvaguarden de la tentación. Dios es misericordioso y justo. Nos perdona y demanda obediencia.
Sin santidad nadie verá al Señor. Somos llamados a consagrar nuestras vidas y esto no comienza en lo público, comienza en lo privado. Nuestro tiempo de oración, de lectura de su Palabra, de reflexión a lo largo del día en lo que leímos y compartirlo, de vivir conscientes que Dios nos observa 24/7 y para él vivimos. Dios observa nuestras vidas y conoce hasta las intenciones del corazón.
En segundo lugar, animé al joven a capacitarse en todas las áreas de su vida y no sólo en el área en el que deseaba servir. Comenzando por supuesto, por capacitarse en el estudio de la Escritura. La revelación de Dios y la fuente de la verdad.
Pero no debe terminar con capacitarse sólo en la Escritura. Si fuéramos un machete, de la calidad del filo del mismo, así también sería nuestro servicio. Somos llamados a afilar nuestro machete para que nuestros talentos glorifiquen a Dios. Y el machete, lo componen todas las áreas de nuestra vida.
Lo animé a aprender a hablar en público, a organizarse, a manejar bien sus finanzas. En fin, todo aquello que nos servirá para servir a Dios con mayor excelencia.
El tercer consejo era muy particular para él. Pero quiero dejarle un último. Sirva con pasión. La pasión que viene de adentro es la que verdaderamente necesitamos. Esa pasión que viene de saber que soy salvo, que no merezco perdón, que Dios me amó en Jesús, que mi vida vale porque Él lo dice, que soy su hijo, que me espera la gloria eterna.
El que sirve con pasión a Dios, lo sirve bajo el liderazgo de cualquier líder. Lo inspiren o no, el apasionado, sirve con pasión. Lo feliciten o no, el apasionado sirve con pasión. Necesitamos llegar a nuestras congregaciones y en todo tiempo y lugar, servir con pasión. Y la pasión nace de adentro.
Muchos llegan a la iglesia a servir esperando porras, que nuestras porras vengan del cielo. Del Creador que nos ama, de la gran nube de testigos que nos rodea desde el cielo y nos ve correr esta carrera. Que el sufrimiento y la fidelidad de Job nos inspiren, que la muerte de un Esteban que vio la gloria de Dios nos lleva a darlo todo por el Todo. Cuando la motivación viene de adentro, nada nos detendrá.
Nadie motivó a Pablo y a Silas cuando estaban en el calabozo. Sino la fe en el Dios vivo y que les había alcanzado en Jesús. Tan convencido estaba el apóstol Pablo, que ningún sufrimiento o prueba le detuvo. Tanto así que exclamó: “Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. De la misma manera debemos vivir nosotros.
Sirvamos a Dios en todo tiempo y lugar. Consagremos nuestra vida a él. Capacitémonos en el estudio de su Palabra y en todas las áreas de nuestra vida. Y sirvamos con pasión en todo tiempo y lugar. Esto es dentro y fuera de la congregación. Porque donde quiera que ando, sirvo o no sirvo a Dios. ¿Cómo le servirá?
Cristo es nuestra cabeza y nosotros el Cuerpo de Cristo. Como familia espiritual, somos llamados a servir a Dios. Por lo que definir servicio, es lo primero que tenemos que hacer.
¡Qué tan rápido podemos engañarnos! El servicio no es un horario en una iglesia, es una vida rendida a Dios. Mi primer consejo a este joven fue: busca la santidad. Servir a Dios es rendir nuestra vida por completo a él. Es darle la espalda al pecado y consagrarnos completamente a él.
Servir a Dios requiere dejar de servir a otros dioses – con minúscula -, cualesquiera que estos sean en nuestros corazones: avaricia, envidia, placer, egoísmo, etc. Antes de servir a Dios en la iglesia, en un ministerio o en cualquier otro lugar, debemos servirle a Él. Bien se dijo: “El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros.” La Biblia en 1 Samuel 15:22
Hace mucho leí una frase de un autor que decía: “Nunca se encuentre sirviendo en la obra de Dios, sin ser un hombre de Dios”. Cada vez que quebrantamos un mandamiento, estamos sirviendo a otros dioses. Y debemos arrepentirnos inmediatamente y levantar muros que nos salvaguarden de la tentación. Dios es misericordioso y justo. Nos perdona y demanda obediencia.
Sin santidad nadie verá al Señor. Somos llamados a consagrar nuestras vidas y esto no comienza en lo público, comienza en lo privado. Nuestro tiempo de oración, de lectura de su Palabra, de reflexión a lo largo del día en lo que leímos y compartirlo, de vivir conscientes que Dios nos observa 24/7 y para él vivimos. Dios observa nuestras vidas y conoce hasta las intenciones del corazón.
En segundo lugar, animé al joven a capacitarse en todas las áreas de su vida y no sólo en el área en el que deseaba servir. Comenzando por supuesto, por capacitarse en el estudio de la Escritura. La revelación de Dios y la fuente de la verdad.
Pero no debe terminar con capacitarse sólo en la Escritura. Si fuéramos un machete, de la calidad del filo del mismo, así también sería nuestro servicio. Somos llamados a afilar nuestro machete para que nuestros talentos glorifiquen a Dios. Y el machete, lo componen todas las áreas de nuestra vida.
Lo animé a aprender a hablar en público, a organizarse, a manejar bien sus finanzas. En fin, todo aquello que nos servirá para servir a Dios con mayor excelencia.
El tercer consejo era muy particular para él. Pero quiero dejarle un último. Sirva con pasión. La pasión que viene de adentro es la que verdaderamente necesitamos. Esa pasión que viene de saber que soy salvo, que no merezco perdón, que Dios me amó en Jesús, que mi vida vale porque Él lo dice, que soy su hijo, que me espera la gloria eterna.
El que sirve con pasión a Dios, lo sirve bajo el liderazgo de cualquier líder. Lo inspiren o no, el apasionado, sirve con pasión. Lo feliciten o no, el apasionado sirve con pasión. Necesitamos llegar a nuestras congregaciones y en todo tiempo y lugar, servir con pasión. Y la pasión nace de adentro.
Muchos llegan a la iglesia a servir esperando porras, que nuestras porras vengan del cielo. Del Creador que nos ama, de la gran nube de testigos que nos rodea desde el cielo y nos ve correr esta carrera. Que el sufrimiento y la fidelidad de Job nos inspiren, que la muerte de un Esteban que vio la gloria de Dios nos lleva a darlo todo por el Todo. Cuando la motivación viene de adentro, nada nos detendrá.
Nadie motivó a Pablo y a Silas cuando estaban en el calabozo. Sino la fe en el Dios vivo y que les había alcanzado en Jesús. Tan convencido estaba el apóstol Pablo, que ningún sufrimiento o prueba le detuvo. Tanto así que exclamó: “Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. De la misma manera debemos vivir nosotros.
Sirvamos a Dios en todo tiempo y lugar. Consagremos nuestra vida a él. Capacitémonos en el estudio de su Palabra y en todas las áreas de nuestra vida. Y sirvamos con pasión en todo tiempo y lugar. Esto es dentro y fuera de la congregación. Porque donde quiera que ando, sirvo o no sirvo a Dios. ¿Cómo le servirá?
“Pero, si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor».” La Biblia en Josué 24:15
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