No hay peor pecado...
La Roca Ministerios
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Cometemos errores. Muchos.
Muchísimos. Demasiados para mi gusto, diría yo. Los que vemos y los que no
vemos. Los conscientes y los inconscientes. Pero eso es parte de lo que viene
en el “combo”, en el “pack” que heredamos de nuestro padre natural Adán.
Pero la palabra “Error” la
encuentro demasiado elegante para el tema que hoy nos ocupa. “PECADO” lo llama
la Palabra de Dios con certera justicia. A veces se da con conciencia de lo que
hacemos, otras no. A veces estamos advertidos de que algo está mal y sin
embargo, lo hacemos. Otras veces la transgresión viene a punta de
rebeldía. A veces pecamos por comisión,
otras por omisión. Es decir, porque hicimos, dijimos, elegimos, decidimos, lo
que no debíamos; o porque no hicimos, no dijimos, no elegimos, no decidimos lo
que sí teníamos que hacer.
Como sea, siempre está a nuestra
disposición la opción de reconocer las faltas delante de Dios, arrepentirnos,
pedir perdón; y de ser posible, hacer
algo para subsanar o al menos ayudar a mitigar los perjuicios causados por
nuestro accionar… o falta de accionar. Pero siempre, siempre, SIEMPRE; en mayor
o en menor medida, HAY CONSECUENCIAS QUE AFRONTAR, culpas y remordimientos que
procesar después de la caída. Y no es fácil. No es NADA fácil.
Es duro asumir, reconocer,
hacerse cargo del error. Pero luego de eso… ¿qué? Podemos levantar cabeza y seguir
adelante sin importar más nada; quedarnos tirados lamentando lo sucedido,
lamiéndonos las heridas; o buscar el castigo que creemos que merecemos. Ninguna
de estas opciones es la correcta.
Alguien dijo que uno de los más
graves problemas por los que atraviesan las comunidades cristianas hoy, es la
falta de perdón para con nosotros mismos. Tal vez con dificultad podemos perdonar
al hermano, al vecino, al compañero de trabajo. Pero dura cosa es perdonarnos a
nosotros mismos, lidiar con nuestro propio fracaso.
Afortunadamente Dios no es así.
No importa qué tantos errores cometiste en tu vida. No hay nada que puedas
hacer para que Dios te ame menos de lo que te ama. Pero, cuidado, no
confundirse: Dios ama al pecador, no así al pecado que viene con él. Lo cierto,
es que no hay peor cosa que puedas haber hecho que la Gracia del Perdón de Dios
no pueda alcanzar.
Hoy Dios extiende su mano para
que te aferres a ella y puedas levantarte. Hoy Dios espera que derrames tu
corazón delante de su presencia, toda vez que no hay peor pecado que Dios no
esté en condiciones de perdonar, tan sólo si lo reconoces y confiesas a Él con
un corazón sinceramente arrepentido, contrito y humillado.
Jesús escribía con el dedo en
tierra cuando la turba enfurecida le trajo a la mujer adúltera antes de
apedrearla (Juan 8:6). Nada dice la Biblia sobre qué es lo que Jesús escribía.
Pero muchas veces me imagino que lo que Jesús escribía en tierra, eran los
pecados de la mujer; donde el viento borra las rebeliones y trae perdón al
alma.
¿Quién está consciente de sus
propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente! Libra,
además, a tu siervo de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me
dominen. y de multiplicar mis pecados. Sean, pues, aceptables ante ti mis
palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío.
(Salmos 19:12-14
NVI)
"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1ª Juan 1:9)
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