No hay peor pecado...

Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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Cometemos errores. Muchos. Muchísimos. Demasiados para mi gusto, diría yo. Los que vemos y los que no vemos. Los conscientes y los inconscientes. Pero eso es parte de lo que viene en el “combo”, en el “pack” que heredamos de nuestro padre natural Adán.

Pero la palabra “Error” la encuentro demasiado elegante para el tema que hoy nos ocupa. “PECADO” lo llama la Palabra de Dios con certera justicia. A veces se da con conciencia de lo que hacemos, otras no. A veces estamos advertidos de que algo está mal y sin embargo, lo hacemos. Otras veces la transgresión viene a punta de rebeldía.  A veces pecamos por comisión, otras por omisión. Es decir, porque hicimos, dijimos, elegimos, decidimos, lo que no debíamos; o porque no hicimos, no dijimos, no elegimos, no decidimos lo que sí teníamos que hacer.

Como sea, siempre está a nuestra disposición la opción de reconocer las faltas delante de Dios, arrepentirnos, pedir perdón;  y de ser posible, hacer algo para subsanar o al menos ayudar a mitigar los perjuicios causados por nuestro accionar… o falta de accionar. Pero siempre, siempre, SIEMPRE; en mayor o en menor medida, HAY CONSECUENCIAS QUE AFRONTAR, culpas y remordimientos que procesar después de la caída. Y no es fácil. No es NADA fácil.

Es duro asumir, reconocer, hacerse cargo del error. Pero luego de eso… ¿qué? Podemos levantar cabeza y seguir adelante sin importar más nada; quedarnos tirados lamentando lo sucedido, lamiéndonos las heridas; o buscar el castigo que creemos que merecemos. Ninguna de estas opciones es la correcta.  

Alguien dijo que uno de los más graves problemas por los que atraviesan las comunidades cristianas hoy, es la falta de perdón para con nosotros mismos. Tal vez con dificultad podemos perdonar al hermano, al vecino, al compañero de trabajo. Pero dura cosa es perdonarnos a nosotros mismos, lidiar con nuestro propio fracaso.

Afortunadamente Dios no es así. No importa qué tantos errores cometiste en tu vida. No hay nada que puedas hacer para que Dios te ame menos de lo que te ama. Pero, cuidado, no confundirse: Dios ama al pecador, no así al pecado que viene con él. Lo cierto, es que no hay peor cosa que puedas haber hecho que la Gracia del Perdón de Dios no pueda alcanzar.

Hoy Dios extiende su mano para que te aferres a ella y puedas levantarte. Hoy Dios espera que derrames tu corazón delante de su presencia, toda vez que no hay peor pecado que Dios no esté en condiciones de perdonar, tan sólo si lo reconoces y confiesas a Él con un corazón sinceramente arrepentido, contrito y humillado.

Jesús escribía con el dedo en tierra cuando la turba enfurecida le trajo a la mujer adúltera antes de apedrearla (Juan 8:6). Nada dice la Biblia sobre qué es lo que Jesús escribía. Pero muchas veces me imagino que lo que Jesús escribía en tierra, eran los pecados de la mujer; donde el viento borra las rebeliones y trae perdón al alma.

¿Quién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente! Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen. y de multiplicar mis pecados. Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío.

(Salmos 19:12-14 NVI)


Comentarios

  1. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1ª Juan 1:9)

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