La lucha de la mariposa

Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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Alguien dijo: “a muchos les gusta la historia de Job… hasta que les toca ser Job”.

Debo confesar que el libro de Job, ha sido y aún lo sigue siendo en una buena parte, un enigma difícil de comprender para mí. Hasta enojo me causó en algún momento de prueba y angustia, que a raíz de una discusión entre Dios y Satanás, Dios le permite a Satán tocar los bienes de Job, su familia, su salud… lo único que no le autorizó a quitarle, fue su vida, que es propiedad de Dios. ¿Y qué tenía que ver Job con esa discusión en las altas esferas de los cielos? Nada. Absolutamente nada. También he leído y aprendido sobre la Soberanía de Dios… pero aún así me parecía arbitrario e inclusive, hasta caprichoso. No entendía nada.

Pero esta historia me ayudó a comprender un poco más.

Un hombre observaba una mariposa a punto de salir de su capullo. El pequeño insecto se retorcía y forcejeaba para romper la envoltura, hasta agotar sus fuerzas. Entonces, aquel  hombre, con mucho cuidado para no dañarla, decidió intervenir y “ayudarla” a romper el capullo.

Pero su sorpresa fue tan triste como lo fue su decepción. Cuando la mariposa por fin emergió del capullo, no tenía los hermosos colores que habitualmente tienen las mariposas… ni siquiera tenía fuerzas para volar. Su vida recién comenzada y ya se estaba extinguiendo. Rato después, murió gris y sin haber volado.

¿Qué había pasado?

Precisamente es el intenso esfuerzo que hacen las mariposas para abrirse camino a través  del capullo, lo que hace que ciertos fluidos que se hallan en el cuerpo se desplacen hacia las alas y les den el colorido y las fuerzas para volar. Es justamente esa lucha por emerger de su natural envoltura la que hace que aparezcan los bellos colores y motivos en sus alas. Una mariposa sin ese intenso trance previo a la salida de su capullo, muere sin fuerzas ni hermosura.

Y esto es justamente lo que hace en nuestras vidas, las pruebas y el sufrimiento autorizado por el Señor.  Me emociona y me alienta, al tiempo que me ayuda a comprenderlo, por qué Nuestro Amado Señor permite adversidad y tribulaciones en nuestras vidas; y esto, nunca en mayor medida de lo que estamos en condiciones de soportar. Y es que sin esa clase de “entrenamiento” sucumbiríamos sin pena ni gloria en un mundo corrupto y caído, como el que nos toca transitar.

Dios tiene el poder para romper el capullo de las adversidades que tantos dolores de cabeza nos dan. Dios tiene el poder de reprender y disipar la tormenta con tan sólo una palabra de su boca. Muchas veces clamamos en soledad y en medio de nuestra desesperación por esa intervención divina. Y no pasa nada.  Es que sólo gracias a esas dificultades, hemos de transformarnos en la mariposa con las alas de la Gracia y el alto vuelo del Espíritu de Dios para ser ministrados sobre quienes nos rodean, a través de nuestras vidas.

 

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.

(Romanos 5:1-5 RV 1960) 

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