Impávidos, indiferentes

William Brayanes
Haz de Sabiduría
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A finales de 1955, tras acabar un día de trabajo, Rosa Parks, una costurera negra de Montgomery  -uno de los lugares identificados como racistas en aquel entonces en  los Estados Unidos- tomó el autobús  como todas las tardes. El vehículo se llenó enseguida y el conductor ordenó a Rosa y a tres hombres negros que cedieran sus asientos a los blancos. Los tres obedecieron, no así Rosa, quien permaneció sentada, presa del cansancio y posiblemente harta de la situación. Eso generó que  la saquen por la fuerza y la arresten.  Finalmente fue juzgada y multada con 14 dólares, por no haber acatado las normas establecidas. 


El incidente encendió la chispa: Martin Luther King, pastor de la Iglesia Baptista, (Premio Nobel de la Paz -1964)  dirigió una medida de protesta, a través de la cual  ningún negro tomaría un autobús  para desplazarse a sus trabajos, hasta que no consiguieran los mismos derechos que los blancos.  

Inspiradora la actitud de Rosa Parks y la de Luther King, éste último pacifista por naturaleza, quien no obstante, no veía correcto que el pueblo cristiano se muestre indiferentes ante las  perversiones con que alguna gente, abusa de otra.    

Querid@ visitante:

 

La trata de blancas y de niños, narcotráfico, racismo, xenofobia, homicidio, sicariato y otras formas de corrupción y esclavitud, son flagelos de la humanidad que siguen extendiendo sus tentáculos. No es correcto que ante tales atropellos, los creyentes nos encerremos en cuatro paredes, pretendiendo ignorar esa realidad.

Y no se trata de combatir la violencia con más violencia, pero sí de ser luz, influyendo públicamente para el cambio. El escritor Edmund Burke decía: “lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada.”

Jesús no se quedó impávido cuando constató que el templo de su Padre  lo habían convertido en mercado (Marcos 11:15-19); tampoco fue indiferente ante el apedreamiento que la multitud dirigía  hacia la mujer sorprendida en adulterio; (Juan 8:3-7); y,  mucho menos calló su voz ante el doble discurso y la manipulación que mostraban algunos fariseos y maestros de la ley (Mateo 23:13-36).

 «Si ustedes permanecen en mi palabra,

serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad,

y la verdad los hará libres.» 

(Juan 8:31,32)

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