El odio, esclaviza. El perdón, liberta

William Brayanes
Haz de Sabiduría
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Una reseña biográfica cuenta que una noche de tantas, al final de un  concierto, Facundo Cabral, a sus  46 años de edad,  se llevó una gran sorpresa: en el pasillo lo esperaba su padre. Este era el primer encuentro que tenía con aquel hombre que un día abandonó el hogar,  antes de que Cabral naciera.

Y es que en su mente infantil siempre estuvo rondando  el ingrato recuerdo del abandono paternal, y el que Sara  -su madre- haya sido echada de la casa junto a sus pequeños siete  hijos, de los cuales cuatro murieron de hambre y frío, y  tres restantes sobrevivieron de milagro.

Ahora este hombre –su padre-  al que conocía por fotos,  estaba allí a escasos metros. Un cúmulo de  sentimientos cruzados  paralizaron al cantor..

En ese momento, recordó las viejas palabras de su madre : 

“…   No cometas nunca el error de juzgar a tu padre… recuerda el mandamiento: honrarás al padre y a la madre…  corresponde  que le des un abrazo y las gracias, porque por él estás gozando las maravillas de Dios en el mundo”.

¿El desenlace?: Padre e hijo se fundieron en un poderoso abrazo. Desde entonces fueron  grandes amigos hasta el final de sus días.

Querid@ visitante:

El odio es un cepo que nos  oprime, ata y esclaviza, que no nos deja disfrutar de una vida plena.

El presidente de Sudáfrica Nelson Mandela (1918-2013) escribió: “al salir por la puerta hacia la libertad, supe que si no dejaba atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero.”

Por ello -y aunque para la lógica humana, parezca locura- Dios  nos manda no solo a  perdonarlos, sino  hasta amar a nuestros enemigos. No  es  fácil, ya que  de por medio se halla nuestro orgullo  indomable.  Sin embargo, si se lo pedimos, Dios puede restaurar nuestro  corazón para que ame,  perdone y olvide. 

Si ustedes perdonan a los otros sus ofensas,

también su Padre celestial los perdonará a ustedes.

(Mateo 6:14)

 

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