Paz en la tormenta

Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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“Orábamos a Dios cada día, por un hijo, que  fuéramos buenos padres y que el niño creciera fuerte y sanito, con la ayuda de Dios y en los caminos del Señor. Y mi esposa quedó embarazada. La casa se llenó de esperanzas, de alegría y de ilusiones. Nueva luz y nueva vida alumbraba en nuestros corazones después de una amarga decepción. Tres meses después mi esposa tuvo un aborto espontáneo y ya nunca más volvió a embarazarse”.  

“Orábamos a Dios por que nos fuera bien en el trabajo, que Dios nos acompañara y guiara en ese camino. Porque nos ayudara y protegiera de gente mala que procuraba cada día nuestro perjuicio y nos estaba haciendo mucho daño. Rogábamos a Dios para que el malo no se saliera con la suya. Pues bien: el malo se salió con la suya y nos ocasionó serios perjuicios cada vez que así se lo propuso. Fuimos entregados en las manos del malo”.

“Me habían puesto en nuevas responsabilidades sin una mínima capacitación y sin experiencia en determinadas tareas de control, por lo que oraba a Dios cada día para que me ayudara con las cosas que se me podían pasar desapercibidas, justamente por la falta de experiencia y conocimiento. Ese mes tuve un gravísimo incidente, justamente a causa de algo que escapó a mi control por mi falta de experiencia y conocimientos. Hicieron recaer toda la responsabilidad sobre mí y tuve que afrontar serias consecuencias”.

Tres oraciones totalmente válidas, por motivos más que razonables y para nada egoístas, que procuraban el bien común y el buen testimonio. Tres oraciones que tuvieron en común la peor de las respuestas: oraban a Dios por protección, porque algo malo no sucediera y sencillamente ocurrió lo peor.

Cuando algo así pasa, comienzas a pensar que algo debes estar haciendo mal, que no eres lo suficientemente bueno, que eres poca cosa, que no estás a la altura, que no te lo mereces, que eres un fracaso, o que tal vez estás afrontando las consecuencias de errores pasados. Si ya había UN problema, ahora hay DOS. El problema mismo y la batalla en tu mente.

¿Cómo se sale de esto? ¿Cómo continuamos con las esperanzas, las ilusiones y la confianza hechas añicos? ¿Cómo se carga con la sensación de fracaso, desprotección y orfandad que viene con esta clase de  respuestas? ¿Cómo se sigue cuando la amargura, el quebranto, la confusión, el dolor, el temor, ganan terreno sobre la fe y la esperanza? A todos nos gusta la historia de Job… hasta que de alguna manera, NOS TOCA SER JOB.

Con bultos, animales, niños y ancianos, era un viaje de unas dos o tres semanas, tal vez un mes. No obstante, cuarenta años estuvo el pueblo de Israel dando vueltas en el desierto hasta que por fin entró en la Tierra Prometida. No estaba en condiciones.

A menudo descubro que cuando lloro por lo que pudo ser y no fue,  por lo que se tarda en llegar, o por lo que lisa y llanamente me fue negado; en verdad lo pude haber tenido, pudo haber sido, pero no estaba en condiciones de administrarlo.

El dinero y los bienes materiales son susceptibles de ser administrados. Pero un hijo, una familia, un ministerio, el trabajo, el AMOR, la VERDAD, el TESTIMONIO, también son cosas susceptibles de ser administradas. Absolutamente todo lo que somos y hacemos es susceptible de ser administrado. Cuando Adán estaba en el Paraíso y ponía nombres a los animales, ESTABA ADMINISTRANDO. Pero tuvo que aprender. Ni Adán nació sabiendo. Y todo lleva un proceso. No se nace sabiendo. Algunas cosas las administramos sin problemas, otras no tanto, y otras nada. Hay que entrenar, hay que aprender, hay que practicar. Y en el proceso de entrenamiento, aprendizaje y práctica; las caídas, los errores, las malas decisiones y las zancadillas de gente mala, son inevitables. Jesús nunca nos prometió una vida sin obstáculos y sin gente siniestra cerca nuestro. Él en cambio, nos prometió permanecer con nosotros (Juan 16:33; Mateo 28:20).

Nuestro paso por este mundo, sin importar cuánto tiempo sea, son los cuarenta años de Israel en el desierto. Y el entrenamiento, sin importar cuánto tiempo, conlleva una considerable cuota de dolor. Es doloroso. Un día tendremos que cruzar el Jordán y debemos estar en condiciones de hacerlo. Aunque no entendamos nada, ESTAMOS EN ESE PROCESO.

“Todo va a estar bien” le dijo Jesús a la desconsolada familia de Lázaro cuando llegó después de que éste llevaba cuatro días muerto (Juan 11:40). Y un milagro de proporciones dantescas sucedió aquél día.

Dios sabe lo que sientes, lo que piensas,  por lo que pasas. Ni una sola de tus lágrimas se le ha pasado desapercibida a Papá Dios aunque hoy estés absolutamente convencid@ de que no es así. 

Hoy derrama tus lágrimas delante de Dios. Hoy derrama tu corazón quebrantado delante de Dios. Hoy entrega tu fracaso delante de Dios. Hoy entrega tu derrota delante de Dios. Hoy entrega tu quebranto delante de Dios.

Cuando nos enfocamos en los problemas, estamos presentándole las quejas a Dios de cuán grandes son nuestros problemas y terminamos ahogándonos en ellos. Cuando nos enfocamos en Dios en una alabanza de corazón quebrantado, estamos diciéndole a los problemas cuán grande es Dios.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

(Filipenses 4:7 RV 1960)

 

Comentarios

  1. Aunque no avances a divisar el horizonte de la solución a tus problemas; aunque las estadísticas no apoyen tu esperanza; aunque la lógica te haga sentir como un necio: sigue creyendo y confiando. Dios hará lo que tiene que hacer, en el tiempo que deba hacerlo.

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