A quién tratas de engañar?
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Una madre le dijo a su hijo: «Ve, mírate al espejo y lávate la cara». Insistió: «¡Ya lo hice!» Pero ella respondió: «¡Te estás engañando a ti mismo!» Su rostro sucio demostró que si realmente se hubiera mirado al espejo, no habría ignorado lo que le reveló.
Pudo haber visto la verdad sobre sí mismo, pero no había actuado en consecuencia.
El apóstol Santiago enseñó que el que escucha la Palabra de Dios y no le obedece, se engaña a sí mismo. Es como alguien que se mira a sí mismo en el espejo y sigue su camino sin cambios (Santiago 1:22-24). Este tipo de persona escucha y lee la Palabra de Dios, pero luego la rechaza al no permitir que las Escrituras lo cambien. Sin embargo, la persona que se mira a sí misma en el espejo de la Palabra de Dios, anhelando ser transformada por él, no es un «oyente olvidadizo, sino un hacedor de ella» (versículo 25).
¿Usted quiere que la Palabra revele sus verdaderas necesidades y le muestre verdades que debe obedecer? Pues entonces comience por mirarse a la luz de ella y hacer todo lo que ella le indique. A medida que obedece, progresivamente se parece más a Jesús. Santiago dijo que este tipo de persona «será bendecida en sus hechos» (versículo 25).
Si realmente queremos ser más como Cristo en nuestras actitudes, acciones y reacciones, debemos mirarnos regularmente en el espejo de Dios, «la Biblia» . Pero no se equivoque, solo mirar no es suficiente. La Palabra de Dios nos transforma, pero solo si la obedecemos.
«ABRA SU BIBLIA CON ORACIÓN, LEA ATENTAMENTE Y SEA OBEDIENTE CON ALEGRÍA».
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