El primer perfume famoso

Pablo Martini
Una Pausa en tu Vida
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“Entonces María tomó un frasco con casi medio litro de un costoso perfume preparado con esencia de nardo, le ungió los pies a
Jesús y los secó con sus propios cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume.” Juan 12:3

La industria de elaboración y marketing del perfume ha acompañado a la humanidad desde hace muchos siglos. Se cuenta que los romanos llamaban perfume a la fragancia que desprendían ciertas sustancias al ser quemadas.

Aún Alejandro Magno era un aficionado a los perfumes y también capaz de aromatizar sus habitaciones con los ungüentos que utilizaba. En la actualidad, esta industria mueve fortunas en todo el mundo y su oferta seduce a través de colores, formas, envoltorios y caras bonitas que los promocionan.

Pero la marca más famosa y que dio los mejores resultados fue utilizada por una humilde mujer de una aldea desconocida en la actualidad. ¿Su nombre? María, María de Betania.

Ella era amiga de Jesús al igual que sus dos hermanos. En una cena familiar junto al Maestro, decidió derramar sobre los pies del Señor su esencia de nardo puro para enjugarlo con sus cabellos después. Sorpresivamente, la respuesta de los que allí estaban sentados junto a la mesa fue criticar dicho acto y juzgarlo de desperdicio. Sin embargo, Jesús resalta la obra de esta mujer calificándola de buena.

No solo eso, sino que determina que ese acto traspasaría los dinteles del presente para ser recordada en el futuro.

Esta escena deja al descubierto los parámetros con los que Jesús recibe todo aquello que ofrecemos en el marco de la adoración sincera, auténtica y espontánea. Todo lo que hacemos a lo lago de un día cualquiera de nuestras vidas puede convertirse en un acto de adoración.

El mejor perfume que podemos ofrecer es el que tiene como objeto solamente a Cristo. No hay absurdos para Dios cuando nuestra relación con Él es el centro de nuestra vida.

Una experiencia así, trasciende en nuestra comunidad y perdura.

Pensamiento del día:

Cada vez que un hombre se alabe diciendo que es santo, recuerda que un buen perfume no necesita anunciarse.



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