Jesús vino para ser el último sacrificio
Coalición por el Evangelio
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Uno de los principales temas a lo largo de toda la Biblia es la presencia real y física de Dios en la tierra. ¿Cómo es posible que un ser perfecto y todopoderoso se relacione y habite entre seres finitos e imperfectos? La respuesta a esa pregunta se encuentra en el relato bíblico de principio a fin. ¡Qué gran consuelo es saber que nuestro Dios es bueno y desea estar con nosotros! Él sabe todas las cosas buenas que puede experimentar el ser humano cuando está en una relación correcta con Él. Porque Él se acercó a Su pueblo en la tierra, las personas tienen la posibilidad de conocerlo y comprender su propósito en la vida, además de muchas otras bendiciones.
En el Antiguo Testamento, antes de que Jesús naciera, Dios eligió habitar específicamente entre los israelitas y en todo extranjero que deseara pertenecer al pueblo de Dios. Ser parte del pueblo de Dios significaba experimentar los favores de vivir en la presencia de Dios. Él ofrecía guía, protección de los enemigos y hasta comida en algunas ocasiones. Esto explica por qué el mayor castigo para una persona que pecaba era ser exiliado de la comunidad. De hecho, cuando una persona desobedecía una de las leyes de Dios, era separada de la comunión con los demás israelitas y, aún peor, quedaba aislada de la misma presencia de Dios. Este era un castigo muy severo.
¡Qué gran consuelo es saber que nuestro Dios es bueno y desea estar con nosotros!
Aquí es donde entra en escena el sacrificio. Las personas podían ofrecer sacrificios (mediante la muerte de un animal) para mostrar que comprendían su culpa delante de Dios y confiaban en Él. De esta manera, Dios les permitía regresar a la plena comunión con el resto del pueblo. Los eruditos Raymond Dillar y Tremper Longman explican la situación con claridad:
“Dios es santo y no puede tolerar la presencia de pecado e impureza. El sacrificio es una forma de volver a hacer puro lo impío y restaurar la comunión en la presencia de Dios. Además, permite que las personas impuras, que fueron expulsadas de la presencia de Dios, regresen una vez más al campamento, que es el terreno de lo santo”.[1]
El tabernáculo y el templo tenían un significado especial para el pueblo, ya que allí moraba Dios mismo. En el interior de ellos, había toda clase de mobiliario que se usaba para las diversas ceremonias religiosas. Estos eran símbolos e instrumentos para entablar una relación entre el pueblo y Dios. Quizás el elemento más importante era el altar. Allí, el Dios santo se encontraba con un pueblo manchado por el pecado y la desobediencia. El altar era un lugar de constante movimiento y actividad, ya que los pecadores se acercaban para presentar sus sacrificios a Dios.
El sistema de sacrificios fue útil por un tiempo. No obstante, todo esto fue el anticipo de un sacrificio más grande y perfecto, el de Jesucristo mismo
Sin embargo, estos sacrificios no eran perfectos. No podían abolir completamente el pecado y, por lo tanto, el pueblo debía ofrecer sacrificios una y otra vez. Además, se necesitaban sacerdotes. Estos actuaban como mediadores entre Dios y el pueblo. Una persona debía llevar su ofrenda al templo y explicar el motivo al sacerdote. La mayoría de los sacrificios se hacían como restitución por un pecado, pero, en algunas ocasiones, se hacían ofrendas como muestra de agradecimiento. Sea como fuere, el sistema de sacrificios fue útil por un tiempo. No obstante, todo esto fue el anticipo de un sacrificio más grande y perfecto, el de Jesucristo mismo. Observa los siguientes pasajes:
Efesios 5:2: “…Cristo les amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma”.
Hebreos 9:26: “Al contrario, ahora, al final de los tiempos, [Cristo] se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo”.
Hebreos 10:14: “Porque con un solo sacrificio [Cristo] ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando”.
Hebreos 10:18: “Y, cuando estos han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado”.
¡Cuán grande es el sacrificio que tenemos en Jesús! Por medio de la fe en Él, somos completamente perdonados de toda nuestra culpa
Estos versículos nos muestran que Jesús se entregó voluntariamente como un sacrificio a Dios por nuestra culpa. Además, señalan que, como Él fue un sacrificio perfecto, ya no necesitamos el sistema de sacrificios que consiste en ofrecer animales por el pecado. Después de la muerte de Jesús, los judíos y los no judíos que comprendieron que Jesús se ofreció a sí mismo por culpa de sus transgresiones dejaron de sacrificar animales sobre el altar porque se dieron cuenta de que lo único necesario era el sacrificio de Jesús.
¡Cuán grande es el sacrificio que tenemos en Jesús! Por medio de la fe en Él, somos completamente perdonados de toda nuestra culpa. Nosotros, al igual que los israelitas de la Antigüedad, podemos disfrutar la presencia plena de Dios entre nosotros cuando reconocemos nuestros errores y aceptamos que Él se entregó a sí mismo por nosotros.
Preguntas para reflexionar
- ¿Por qué fue necesario que Jesús se ofreciera como sacrificio?
- ¿Reconozco que necesito a Jesús para tener comunión con Dios?
Lectura para profundizar
Hebreos 10–11.
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