HE APRENDIDO...
Por: Brendaliz Avilés
Escritos del silencio
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“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:13)
He aprendido a callar, a no dar tantas explicaciones, porque el camino me enseñó que las personas interpretarán lo que ellos deseen.
He llorado en silencio, porque si muchas veces muestras tus sentimientos, piensan que te quieres victimizar o llamar la atención.
Aún sin sentir fuerzas he luchado por seguir caminando. Quizás no haya dado grandes pasos, y me han juzgado y criticado porque según sus criterios y estándares no es mucho lo que he avanzado. Más en lo profundo de mi ser yo sé que mis raíces se han reforzado.
He mordido el polvo y he querido que me trague la tierra, he sentido la vergüenza sonrojar mi rostro y calentar mi cuerpo, pero la gracia de Dios me ha cobijado y sostenido.
¡Sí! He tenido muchas noches largas, oscuras y difíciles en que el insomnio me ha arropado por completo y me he preguntado desde mis adentros, si volveré a ver la nueva luz del día.
He caminado en fe, completamente a ciegas, pero sabiendo que Dios sigue a mi lado cuando parece que estoy sola, porque él es mi amparo, refugio, abrigo y fortaleza.
Incontables son las veces que he caído, que he sentido la fragilidad de mi corazón, cual cristal romperse. Entonces, hecha pedazos y sintiendo que nada podrá arreglarse, el supremo Alfarero me ha hecho completamente nueva y he vuelto a resurgir de mis cenizas.
A veces en mi vuelo, he tenido malos despegues o pésimos aterrizajes, pero mis alas no se han cortado, pues he aprendido a volar por encima de la tempestad y de las circunstancias.
Más de mil veces me he hecho la sorda, pues la crítica, aunque duela, no me inmuta, porque desde mi interior yo sé muy bien quién soy.
Sintiéndome devastada he podido comprender que cuando más débil pueda sentirme es cuando más fuerte realmente soy, porque recurro a mi amigo Dios y él se perfecciona y se glorifica en medio de mis debilidades.
En ocasiones he subido muy alto y en otras ocasiones he bajado al profundo abismo, pero en medio de todo he podido percibir y comprobar cuán grande en su fidelidad. Pues aquel que me estima, el que por mí dio su vida, jamás me ha desamparado, él nunca me ha dejado sola.
Así que amigo querido, ¿puedes pensar por un momento que estás rodeado? Rodeado por su amor, envuelto y cubierto en sus brazos, escondido en la palma de su mano, siendo estimado y nunca pero nunca desamparado. Saldrás adelante no importa cuán grande y sin sentido parezca lo que puedas estar atravesando. Aférrate a él con toda certeza, pues quienes confían en él siempre serán ayudados.
Recuerda que todo lo puedes en Dios, porque Él te fortalece.
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