EN UN INSIGNIFICANTE PORTAL
William Brayanes
Ministerio Haz de Sabiduría
https://hazdesabiduriaministerios.blogspot.com
Staff
Las enciclopedias están saturadas de relatos sobre nacimientos de reyes, príncipes y cortesanos en diferentes épocas de la historia. Y en la mayoría de ellos hay cosas en común: partos realizados en grandes palacios; caravanas de delegados portando saludos y los más costosos regalos; cuadrillas de anunciadores llevando la noticia por todos los confines; festejo, jolgorio y celebraciones fastuosas.
Las Sagradas Escrituras nos cuentan también del advenimiento de un príncipe y rey; acontecimiento que no estuvo revestido de la misma envoltura de majestuosidad terrena, antes citada; pues para comenzar, no se dio en un palacio, sino en un insignificante establo, siendo sus protagonistas: un niño envuelto en pañales comunes; un modesto carpintero que cumplía con su papel de padre terrenal; una humilde joven hebrea, escogida para el rol de madre; unos temerosos pastores que luego harían de portavoces de la noticia; y, unos cuantos animales domésticos.
A juzgar por las apariencias humanas, este evento mostrado así, no revestía ninguna trascendencia para la historia de nadie. Sin embargo, para admiración, escándalo, confusión e incredulidad de alguna gente de tiempos pasados y presentes, allí en ese cobertizo maloliente, en condiciones precarias; con las personas menos influyentes de aquella sociedad, se dio el evento de mayor trascendencia para la humanidad: el arribo de quien sería y es nuestro Salvador y Redentor.
Querid@ visitante :
Regresando al presente: Hasta el año 2019 podríamos decir que la comunidad cristiana pugnaba por competir con su concepto personal de navidad: el pesebre más grande; el árbol más gigantesco; los regalos más distinguidos; los alimentos más exóticos; la decoración más insólita -con Papá Noel y trineo, incluidos- y la mayor cantidad de likes en las redes sociales.
En cambio este 2020, los fríos protocolos de bioseguridad dictaminan: no reuniones numerosas, no festejos públicos, no aglomeraciones; restricción en las ventas, en los viajes y reuniones. A lo que se añade: economías quebradas, temor al contagio, y dolor aún no superado por seres queridos fallecidos por la pandemia.
¿No será que a través de esta adversidad, Dios nos está diciendo que todo ese exceso de ostentación y vanagloria mostrado hasta hace poco, no debería estar en una conmemoración como la del advenimiento de Aquél, que en un marco de humildad y mansedumbre, vino al mundo para darnos salvación y vida eterna?
Siendo así, no tendríamos por qué molestarnos o entristecernos si nuestro festejo navideño esta vez perdió brillo, elegancia y glamour. Lo que debería entristecernos es que olvidáramos darle honra, gloria y honor al verdadero homenajeado, a Jesús de Nazaret, nuestro “Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno y Príncipe de paz”, conforme lo describió el profeta. (Isaías 9:6).
Definitivamente con Dios no cuentan las apariencias, y su estilo impredecible de aleccionarnos, nunca dejará de sorprendernos para bien. (WB)
“Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador,
que es Cristo el Señor.”
(Lucas 2:11)
Qué tremendo mensaje, querido hermano y amigo Willy. Coincido en un 110%: "Definitivamente con Dios no cuentan las apariencias..." Dios te bendice mi hermano.
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