No importa cuando vino, sino que vino

Luis Caccia Guerra


 

He leído una cantidad de discusiones sobre qué se celebra exactamente en esta época de Navidad y si los cristianos deberíamos o no involucrarnos en la festividad. Desde las posturas más radicales hasta las más moderadas. Hasta alguien por ahí dijo: “Dios no cumple años”.

Bien es cierto que ningún indicio bíblico hay de que los cristianos de la primera iglesia celebraran algo así como “Navidad”. Y tal vez la fecha del 25 de diciembre no sea la más apta, ni la más bíblica. De hecho, la única celebración que Jesús mismo nos encomendó es la Cena en Memoria de Él, no su nacimiento. Y es que mucho más importante que su nacimiento, no importa la fecha, Él mismo nos estaba indicando que es su sacrificio, muerte y posterior resurrección.

En verdad, la Navidad en sí, despojada de todo este movimiento que vemos en derredor nuestro para esta época y sin importar en qué momento del año sea, a mí me inspira gratitud y alabanza. Hoy todo el mundo se intercambia regalos. Pero Jesús vino con un regalo mucho más grande: paz, perdón y Vida Eterna.

Si no lo has hecho ya, AHORA es el momento de decirle a Jesús: “ven Señor, ven a mi corazón, hoy te abro la puerta de mi corazón para que entres en mi vida; hoy reconozco mis pecados, pido perdón, reconozco que viniste a morir por mí, que tomaste mi lugar en la cruz y ACEPTO ese regalo de perdón, paz y Vida Eterna que tú tienes para mí”.

Es que más importante que las discusiones teológicas de cuándo vino, ES QUE VINO, y lo hizo para reconciliarnos con Dios el Padre.

¡Gloria a Dios en las alturas,

Y en la tierra paz, buena voluntad

para con los hombres!

(Lucas 2:14 RV 1960)

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