PERDÓN: UNA DECISIÓN, NO UNA CUESTIÓN DE SENTIMIENTOS
Staff
Unos cuantos quizás puedan
recordar la escena de esa película que a los niños les encanta, en la que un
enorme y malhumorado mamut lleva junto a sus amigos -un perezoso y un dientes
de sable- a un niño pequeñito para devolverlo a su familia humana. En la
travesía, el mamut encuentra en una cueva, una pintura donde se representa una
cacería de mamuts. Entonces, revive intensamente el recuerdo de cuando perdió a
su familia a manos de los cazadores humanos. En ese momento, el bebé extiende
sus bracitos y dulcemente se abraza a su enorme y peluda trompa. Con lágrimas
en los ojos, el mamut conmovido hasta su fibra más íntima, con mucho cuidado y
delicadeza toma al bebé y lo monta sobre su lomo para continuar el viaje.
Podría haber dado rienda suelta a su dolor y matado al niño allí mismo, después
de todo, pertenecía a la misma especie que ultimó a su familia. No obstante,
movido a compasión, tomó la decisión de continuar y devolvérselo a su familia
sano y salvo.
Alguien definió el perdón como
la intensa fragancia que emana de una rosa aplastada. Mientras más herida, más
rota, más intensa es la fragancia que sus pétalos destrozados liberan. Es que
para pedir perdón es necesario humillarse; pero para perdonar, muchas veces es
necesario humillarse aún más. Es renunciar con el alma rota, a cualquier
intento de justicia por mano propia; es deshacerse de las ataduras del dolor y
el resentimiento; es renunciar al orgullo herido que clama por justicia, o tal
vez por venganza, soltar y dejar ir.
No es una cuestión de
sentimientos, es una DECISIÓN. Hasta que por fin podemos comprender que nuestro
perdonar no es absolver de culpa y cargo al ofensor, ni mucho menos renovarle
la licencia para que nos siga lastimando. Es liberarnos nosotros mismos de las
tenazas del odio, el resentimiento, la amargura. Mientras nosotros nos sumimos
en una espiral de resentimiento y dolor, el otro simplemente continúa con su
vida. No le importa. El que transita la vida pisando cabezas y los sueños de
los demás, simplemente lo seguirá haciendo, mientras que el que sufre por su
causa se consumirá en dolor si así lo permite. La decisión del perdón nos
libera de esas terribles ataduras y pone el asunto exactamente donde debe estar:
en las manos de Dios.
Para pensar: En la medida en que un mal episodio de nuestra vida se pueda convertir tan sólo en un mal recuerdo, hará la diferencia con un mal recuerdo que aún hace daño.
Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal.
(Mateo 6:12 DHH 1996)
No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
(Romanos 12:17-19 RV 1960)
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