ABRES CAMINOS...
Por: Luis Caccia Guerra
Cierta oportunidad tuve un encuentro con alguien a quien no veía hacía muchos
años. La conversación, pasada la alegría inicial y café de por medio, pasó desde
los temas habituales de dos personas que hace mucho tiempo que no se ven, hasta
adentrarse en un oscuro y sombrío camino. Mi interlocutor -pastor de una
iglesia- muy a mi pesar se ocupó de que el excelente trabajo que tiene en el
ámbito secular, lo mucho que gana, sus superlativos logros personales y la
familia que tiene, fueran tema recurrente una y otra vez durante el transcurso
de toda la charla. ¡Qué carga tan pesada, resultó ser aquél encuentro para el
olvido!
Pero lo relevante aquí no es el otro, ni sus “éxitos”, ni su voraz
apetito de aprobación; sino el daño que una conversación tan hueca puede hacer
en otras personas, en este caso, en mí. Venía de una navidad entre lágrimas a
causa de una situación familiar que no era nuestra pero que nos golpeaba
directamente y comprometió nuestro futuro; soportaba un terrible maltrato en el
trabajo y las finanzas también estaban comprometidas… y venir a encontrarme con
este sujeto, que lo que menos aportó fue una palabra de aliento… Este “cálido
encuentro” fue la gota que me faltaba para desbordar la copa. La tristeza
profunda y la amargura mal contenida ganaron aquella tarde, terreno sobre la fe
y la esperanza.
Recuerdo que esa tarde, hasta me enojé con Dios, gracias al pastor.
¿Cómo era posible que a unos tanto y a otros nada? Ahora, bien; esto me llevó a
la siguiente reflexión: si un tipo así es capaz de robarte la felicidad, la fe
y la esperanza… el problema no es él. En realidad, es síntoma de que algo no
está bien contigo.
Nuestra condición actual es el resultado de la toma de decisiones en el
pasado… o inclusive la falta de ellas, toda vez que la indecisión es la peor de
las decisiones. Por algo, unos estamos de este lado y otros del lado de la
vereda de enfrente. Pero…
En II Reyes cap. 4:1-7 encontramos a una viuda con la soga al cuello por
las deudas y dos de sus hijos a punto de ser tomados como esclavos para
pagarlas. Eliseo le pregunta: “¿qué tienes?” Sólo una vasija vacía tenía. Tuvo que salir a
pedir vasijas prestadas a los vecinos para contener el milagro de
multiplicación que Dios trajo a su vida. Y con ello le alcanzó para vivir ella,
sus hijos y cancelar todas las deudas. Menos mal que acudió Elilseo en su
ayuda. Si la agarra el “pastoréxito” que me tocó a mí, termina colgada de un
árbol.
De esto precisamente se trata: poner en las manos de Dios TODO lo que
tenemos, no importa qué tan poca cosa nos parezca, pero que SEA TODO. Un antiguo proverbio oriental dice que Dios
está dispuesto a mover cielos y tierra en favor del hombre cuando éste no puede
hacer nada, pero no moverá una aguja en tanto la capacidad humana lo pueda
resolver.
Dios abre camino en donde a
los ojos del hombre es imposible que lo haya; termina con la oposición del enemigo
y nos exhorta a dejar de mirar hacia el pasado, lo que ya fue. Si hemos de
transitar por sendas nuevas, debemos romper las cadenas que mantienen cautivas
nuestras almas en el pasado.
Puede ser que las “cartas” con las que te tocó jugar en esta vida no hayan sido las más afortunadas; pero es nuestra habilidad y capacidad de poner en las manos de Dios, los recursos de que disponemos y sacarle el mejor provecho a nuestro alcance; ello unido a la fe y la sabiduría de lo alto, lo que tiene que potenciar y convertir el corazón de un ratoncito asustado, en el de un león rugiente.
Así dice Jehová, el que abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas; el que saca carro y caballo, ejército y fuerza; caen juntamente para no levantarse; fenecen, como pábilo quedan apagados. No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.
Isaías 43:16-19 (RVR1960)
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