NO PARES DE TOCAR
Ministerio Haz de Sabiduría
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Nicolás Paganini (Génova 1782 - ) fue considerado uno de los mejores violinistas que jamás hayan existido en la historia. De él se cuentan diversas anécdotas, como la siguiente:
Una noche, en el mayor teatro de Roma, un enorme auditorio se había reunido para escucharlo. No bien el maestro empezó su concierto, una de las cuerdas de su violín se rompió. El director se detuvo. La orquesta también. Pero Paganini no, pues mirando fijamente su partitura, continuó la ejecución. El director y la orquesta maravillados volvieron a acompañarlo.
A los pocos momentos de aquello, otra cuerda del violín, se arrancó. Iban dos. Nuevamente director y orquesta pararon, pero Paganini continuó, como si nada. El público se hallaba totalmente deslumbrado ante tal hazaña.
Pero aún faltaba la cima de lo increíble, y ésta se dio cuando la tercera cuerda de su instrumento, igual se rompió, quedando disponible solamente una. Pero ni siquiera aquello logró que el célebre violinista deje de tocar, por el contrario, en medio de la euforia colectiva, siguió hasta concluir con toda brillantez su concierto. Los aplausos se extendieron, tanto como la gloria de Paganini.
Querido visitante:
En nuestro diario convivir, hay tiempos en que las cosas se complican, empujándonos a rendirnos, a claudicar. Sin embargo vale recordar que si tenemos una meta o ideal afinado a la voluntad perfecta de Dios, debemos continuar haciendo nuestra tarea, interpretando nuestra “partitura”, sin importar si lo hacemos con una, dos o tres cuerdas menos. Esto equivale a decir: sin importar si lo hacemos al límite de nuestras posibilidades y con los pocos recursos que nos queden.
Lo que cuenta es confiar en el Señor y perseverar, incluso aunque el resto haya decidido detenerse.
Seguro que al final de la jornada, Él nos recompensará con la corona del triunfo.
Si Dios nos guía, ninguna dificultad logrará paralizarnos.
“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera,
me he mantenido en la fe.
Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor,
el juez justo, me otorgará en aquel día;
y no solo a mí, sino también a todos los que con amor
hayan esperado su venida.”
(2ª Timoteo 4:7,8)
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