Por qué un mundo poscristiano necesita pastores-teólogos

KEVIN J. VANHOOZER
Coalición por el Evangelio
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Karl Marx se quejó una vez de que la filosofía «solo ha interpretado el mundo de diversas maneras; el punto es cambiarlo». ¿Qué hay de la teología? ¿Tiene un mejor historial efectuando cambios?

Hoy en día, algunos descartan alegremente la teología por considerar que hace tiempo que pasó su fecha de caducidad. Esta postura es corta de vista. La verdad es que los pastores-teólogos son dones del Cristo ascendido para la iglesia (Ef 4:8). Informados por la Palabra y fortalecidos por el Espíritu, Cristo usa a los pastores teólogos tanto para interpretar el mundo como para transformarlo. Como si fueran socorristas, se adentran en la crisis de nuestro mundo poscristiano y forman discípulos para atender sus necesidades más urgentes.

Desastre en potencia

Ya no estamos en países cristianos. Las señales reveladoras de nuestro mundo poscristiano son la disminución de la influencia del cristianismo, el descenso de la asistencia a las iglesias, la disminución del respeto por la iglesia y la disminución de la influencia cristiana en los principales ingredientes de nuestra cultura: sus creencias, valores y prácticas. En nuestro mundo poscristiano, también se ha producido un cambio en la forma en que las personas entienden y reaccionan ante el término «cristiano».

Informados por la Palabra y fortalecidos por el Espíritu, Cristo usa a los pastores teólogos tanto para interpretar el mundo como para transformarlo

En algún momento del siglo XX, el mundo occidental se despertó, al igual que el ministro de la novela de John Updike In the Beauty of the Lilies [En la belleza de los lirios], para descubrir que había perdido la fe. La velocidad a la que el «post» ha afectado el entendimiento del cristianismo es sorprendente. ¿Qué acaba de pasar?

Ningún argumento o descubrimiento científico es responsable del fin de la era cristiana. La obra de Charles Taylor A Secular Age [Una era secular] sugiere que la revolución fue interior, en la forma en que la sociedad imagina el mundo y el lugar de la humanidad en él. Las razones son complejas, pero el resultado es palpable: habitamos un mundo en el que la existencia de Dios no se siente como algo obvio, intuitivamente correcto o plausible. El mundo se siente de este mundo.

Una de las muchas consecuencias de nuestra cultura poscristiana sobresale: la posalfabetización. Desde el principio, y más aún después de la Reforma y la imprenta, el cristianismo se ha centrado en la Palabra. En una cultura posalfabetizada, sin embargo, las personas se comunican a través de una variedad de plataformas multimedia; la palabra escrita ya no ocupa un lugar de honor. En una cultura saturada de TikTok, Instagram y YouTube, los periodos de atención deben ser de solo unos minutos (lo siento, predicadores de larga duración).

Una cosa es tener una visión elevada de las Escrituras, y otra muy distinta saber leer los diversos libros y géneros de la Biblia como parte de una historia canónica unificada

Si combinamos poscristiano y posalfabetizado, el resultado es el analfabetismo bíblico: la incapacidad de comprender la gramática, la historia o la lógica del cristianismo bíblico. Una cosa es tener una visión elevada de las Escrituras, y otra muy distinta saber leer los diversos libros y géneros de la Biblia como parte de una historia canónica unificada. En nuestra cultura poscristiana, incluso a los cristianos les cuesta saber cómo leer bien la Biblia o cómo navegar por los desacuerdos interpretativos.

Las personas siguen consumiendo noticias, pero el evangelio (las buenas noticias) es en gran medida ininteligible en un mundo poscristiano. La sobrecarga de información y las continuas noticias de última hora nos insensibilizan ante lo que realmente necesitamos saber: la verdadera noticia de última hora de que el reino de Dios está irrumpiendo en nuestro mundo a través del Espíritu de Jesucristo. No se puede concebir una noticia mejor.

El pastor-teólogo como socorrista

Para un secularista, el mundo es materia en movimiento, sin sentido a menos que los humanos puedan hacer algo con él. Abundan las historias distópicas y se respira un desencanto general. Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por el pánico, muchos se divierten hasta la muerte.

La situación actual es una catástrofe en la que los pastores-teólogos actúan como socorristas, personas preparadas y capaces de aparecer y ayudar en emergencias y crisis.

Cuando oímos «socorristas», tendemos a pensar en bomberos, paramédicos y personal de búsqueda y rescate. Sin embargo, los pastores-teólogos también están en las trincheras, enfrentándose a vidas quebrantadas, familias fracturadas, muerte y desesperación. Están en la primera línea de los debates sobre ética, espiritualidad y política.

Podría decirse que la crisis más importante a la que deben enfrentarse los pastores-teólogos es el analfabetismo bíblico en la iglesia. La iglesia es la sociedad de Jesús, y los pastores son los encargados de garantizar que la historia que gobierna el imaginario de la congregación es la historia de lo que el Padre está haciendo en el Hijo a través del Espíritu para reunir todas las cosas a Cristo (Ef 1:10) y renovar y reconciliar todas las cosas en Él (2 Co 5:17-19).

Los pastores-teólogos responden a las exigencias de la vida y al reto exegético de leer la Biblia sirviendo a Cristo: proclamando, enseñando y celebrando su nueva realidad de el «ya pero todavía no».

La iglesia local: Lugar para la alfabetización bíblica y el cristianismo de nuevo nacimiento

No es momento para la desesperanza. No necesitamos reinventar la iglesia, sino redescubrirla, porque la iglesia es creación de Dios. No es momento de abandonar la teología, sino de profundizar en ella para llevar cautivo a Cristo todo pensamiento y todo imaginario social. La iglesia local es el lugar para cultivar la alfabetización bíblica, para aprender lo que todo cristiano necesita saber para representar a Cristo y Su reino.

No es momento de abandonar la teología, sino de profundizar en ella para someter a Cristo todo pensamiento y todo imaginario social

La iglesia local es la esperanza del mundo, pero solo si permanece en el dominio de la Palabra, al ser un lugar donde se cultivan hábitos de lectura y donde la Palabra que se lee se escucha y se practica. Los pastores-teólogos, quienes ministran la Palabra, son catalizadores de la alfabetización cristiana en parte ayudando a las personas a leerla como su principal narrativa de identidad.

Es en la iglesia local donde aprendemos la historia del Cristo cuyo nombre llevamos. Es en la vida en común de la iglesia donde el cristianismo se hace sentir socialmente plausible. El lugar de la iglesia local es en el mundo poscristiano, pero no es desde él donde el cristianismo debe nacer de nuevo.

El gobierno de Cristo se hace visible cuando llama, reúne y reconcilia la vanguardia de una nueva humanidad. ¿Puedes ver soplar al Espíritu?

Con disculpas a Marx, quien pensaba que había que superar el cristianismo, la verdad es que el mundo poscristiano nunca podrá ser más que precristiano, porque el mundo ya es y siempre será del Señor: «Del SEÑOR es la tierra y todo lo que hay en ella» (Sal 24:1).


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

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