QUIÉNES SON LOS 144 000 EN LA BIBLIA?
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Están estos 144,000 redimidos en el cielo o en la tierra?
Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él 144 000, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. 2Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. 3Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos 144 000 que fueron redimidos de entre los de la tierra. 4Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; 5y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.
Los 144 000 Sellados
- doce mil de la tribu de Judá
- doce mil de la tribu de Rubén
- doce mil de la tribu de Gad
- doce mil de la tribu de Aser
- doce mil de la tribu de Neftalí
- doce mil de la tribu de Manasés
- doce mil de la tribu de Simeón
- doce mil de la tribu de Leví
- doce mil de la tribu de Isacar
- doce mil de la tribu de Zabulón
- doce mil de la tribu de José
- doce mil de la tribu de Benjamín
El contraste entre Dios y Satanás es el tema recurrente de Apocalipsis y, sobre todo, lo es en los primeros versículos de este capítulo en comparación con el capítulo anterior. Juan describe el aspecto e influencia de la bestia que sale de la tierra (13:11–18), que contrasta con el Cordero y con la multitud de 144 000 en el monte Sión (14:1–5). He aquí en columnas paralelas las diferencias:
Después de revelar el intento de la bestia de obligar la rendición de los santos, Juan les garantiza su seguridad y victoria. Describe un cuadro del gozo y felicidad que los santos expresan en seguir al Cordero y en estar en su presencia.
Son los 144 000 redimidos de la tierra que tuvieron el privilegio de aprender un cántico nuevo de gloria y gozo que se escuchó desde el cielo. No es la bestia que sale de la tierra, parodia del Cordero, ni Satanás el imitador, sino el Cordero es Rey de reyes y Señor de señores.
Está de pie lleno de majestad en el monte Sión como el vencedor sobre todas las fuerzas anticristianas en el mundo. Así pues, los santos deben sentirse animados y no desesperar, porque comparten la victoria del Cordero.
y vi, y mira, el Cordero está de pie en el monte Sión y con él 144 000 que llevan su nombre y el nombre de su Padre escritos en la frente.
«Y vi, y mira, el Cordero está de pie sobre el monte Sión».
La interpretación de esta cláusula varía: algunos estudiosos toman el lugar en forma literal como nombre alternativo para Jerusalén, donde el Señor, cuando venga, estará con los 144 000 en el monte Sión. La proyección, pues, es futurista pero situada en el marco de algo que ya ha ocurrido.
La dificultad que presenta este punto de vista es que las Escrituras enseñan el retorno de Cristo sobre las nubes del cielo, la resurrección de los muertos, la transformación de quienes en ese momento estén vivos, y los santos que están para siempre con el Señor (Mt. 24:30–31; 1 Ts. 4:16–17).
Jesús y Pablo describen la segunda venida de Jesús con un mandato hecho con voz fuerte, con gritos y con la llamada de Dios por medio de trompetas. Pero en Apocalipsis Juan observa sin ninguna indicación previa que el Cordero está de pie en el monte Sión mientras sigue con toda intensidad la batalla entre las fuerzas de Satanás y los seguidores del Cordero. En síntesis, el Cordero ha estado de pie en ese lugar todo el tiempo.
Otros estudiosos ven la ubicación en el monte Sión en el cielo, donde los 144 000 residen como los redimidos de la tierra (v. 3). Es la Jerusalén que está arriba, porque ahí es donde se reúne la iglesia de los primogénitos en gozosa asamblea (Heb. 12:22–24). Ahí mora Dios con su pueblo en la Jerusalén celestial (Gál. 4:26).
Una tercera explicación es que, en este libro de contrastes y simbolismo, Juan ubica al Cordero en el monte Sión en contraposición al cordero que sale de la tierra (13:11). Si bien parece que el Anticristo gobierna como jefe supremo en el mundo y consigue que las innumerables multitudes lo adoren, el Cordero está de pie en el monte Sión. No acude de repente en ayuda de su pueblo, sino que ha estado ahí todo el tiempo como Rey de reyes, el comandante en jefe, el gobernante supremo en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18).
Así les dijo Moisés a los israelitas:
«Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro» (Dt. 4:39).
Cuando los santos en la tierra son perseguidos por las fuerzas anticristianas y se les dice que la bestia es el gobernante supremo en la tierra, no deberían desesperar. Cuando abren sus ojos espirituales, ven al Cordero que está de pie en el monte Sión dándoles garantía de que están sanos y salvos. Los días del Anticristo están contados, porque caerá derrotado.
¿Cuál es, pues, el significado de monte Sión?
Junto con el término Cordero debería entenderse de manera simbólica. Esto resulta evidente cuando leemos el Salmo 2, donde las naciones, pueblos, reyes y gobernantes confabulan contra el Ungido de Dios, el Cristo. Quieren liberarse de todas las leyes y normas que Dios les ha dado, pero Dios se mofa de ellos y declara que ha colocado a su real Hijo sobre el monte santo de Sión.
El Hijo gobierna las naciones con cetro de hierro y los destruye como alfarería (Sal. 2:1–9). El gobierno del Anticristo concluirá porque el Hijo de Dios está de pie en el monte Sión.
No es el cordero que sale de la tierra sino el Cordero de Dios, el Rey de este mundo. Como en este salmo, también en Apocalipsis la intención de la expresión monte Sión es simbólica. Es el lugar donde mora Dios como símbolo de seguridad y estabilidad para su pueblo.
«Y con él 144 000 que tienen su nombre y el nombre del Padre escritos en la frente».
Por segunda vez aparece en Apocalipsis (véase 7:4) la cantidad 144 000. En ambos casos se omite el artículo definido (pero no en 14:3). Los dos grupos son idénticos: son los santos que recibieron el sello y el nombre del Cordero y del Padre. El sello que certifica autenticidad y posesión significa que todos los santos pertenecen a Dios.
Los incrédulos con el nombre y el número de la bestia pertenecen al Anticristo (13:16). Pero el pueblo de Dios con los nombres divinos del Cordero y del Padre en la frente vive entre los seguidores de la bestia en esta tierra. Junto con el Cordero, son los representantes de Dios. Su número total indica que de todos los que el Padre ha dado a su Hijo (Jn. 10:29) ninguno se pierde.
Es decir, el Anticristo es incapaz de desviar a los 144 000, porque sus nombres están inscritos en la palma de la mano de Dios (Is. 49:16). Su número como tal representa la incalculable multitud de los santos que se encuentran en la presencia del Cordero (véase el comentario sobre 7:4, 9). Los seguidores del Anticristo están marcados con el número 666, pero el número total de creyentes es 144 000.
¿Están estos 144 000 redimidos en el cielo o en la tierra? ¿Son un grupo selecto? La respuesta a la primera pregunta es que el Cordero siempre está con los santos, sea que se encuentren en la tierra o en el cielo.
La segunda respuesta es que ni el versículo 1 ni el 3 («los que fueron redimidos de la tierra») se refieren a un grupo especial de santos. Están todos incluidos en el número total del pueblo redimido de Dios.
- Y oí un sonido del cielo como un sonido de muchas aguas y como el sonido de un fuerte trueno, y el sonido que oí fue como el de arpistas que tocan sus arpas.
Juan vio primero al Cordero y a los 144 000 en el monte Sión, y luego oyó un sonido que le llegaba procedente del cielo. Sus ojos se fijan en un lugar representativo en la tierra, en tanto que sus oídos prestan atención a un sonido en el cielo. No identifica a quien habla, lo cual es común en Apocalipsis (véase v. 13; 10:4, 8; 18:4).
Describe las características del sonido mediante comparaciones tomadas de la naturaleza. Compara el sonido con el de muchas aguas, que se asemeja a la voz de Jesús que se dirigió a Juan en la isla de Patmos: «su voz era como el sonido de muchas aguas» (1:15; 19:6; Ez. 43:2). También es como el sonido de un fuerte trueno, lo cual indica que el que habla quiere que todos le presten atención (véase 6:1).
Además de los intensos retumbos de truenos que se escuchan en la naturaleza, el sonido es como música suave que proviene de arpistas celestiales que tocan sus instrumentos (5:8; y ver 15:2). Juan escucha música celestial que le llega a los oídos, primero como de trueno y luego suave y placentero.
Se puede comparar al de una orquesta y coro que aumentan o disminuyen su volumen a instancias del director. El sonido es solemne y gentil, elevado y agradable. Juan tiene el privilegio de oír esta música celestial estando todavía en la tierra.
- Y cantaban un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, y nadie pudo aprender el cántico excepto los 144 000, los que fueron redimidos de la tierra.
«Y cantaban un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos».
Nótese el lugar especial que se les permite ocupar a los músicos y cantores: están delante del trono, en la presencia de Dios mismo, y están frente a los cuatro seres vivientes y a los veinticuatro ancianos que rodean el trono (4:4, 6). La identidad de los cantores no se revela (compárese con 11:15; 12:10).
Sus voces cantan un cántico nuevo que sale de corazones llenos de gratitud y amor de Dios. No se nos dice cuáles fueron las palabras del cántico que cantaron, pero asumimos que glorificaban al que estaba sentado en el trono y daban gracias al Cordero por la redención que había llevado a cabo en la tierra.
«Y nadie pudo aprender el cántico excepto los 144 000».
Si lo expresamos en términos positivos, la intención de esta cláusula es incluir a todos los santos, porque pueden cantar este cántico nuevo; ningún santo en el cielo y en la tierra queda excluido de unirse al coro.
Pero ningún incrédulo puede aprender un cántico de alabanza a Dios. Los santos en el cielo cantan constantemente sus alabanzas a Dios. De igual modo, todo el pueblo de Dios en la tierra canta sus alabanzas en el culto, en especial en el día del Señor.
Claro que la línea divisoria entre cielo y tierra sigue existiendo hasta el último día, pero la intención de las alabanzas de acción de gracias es similar. El cántico perfecto de los santos en el cielo resuena hasta llegar a los santos en la tierra y los fortalece en la batalla contra las fuerzas anticristianas.
¿Cuál es el significado del número 144 000? Este número es la suma de doce veces doce veces mil. En Apocalipsis, el número doce se refiere sólo a Dios, a su pueblo, a sus obras (p.ej., doce tribus, doce estrellas, doce apóstoles, doce puertas y doce fundamentos).
Doce, como símbolo de perfección, se eleva a la segunda potencia en 144 y luego se multiplica por mil. Mil es diez veces diez por diez, lo cual representa una multitud. Así pues, el número 144 000 simbólicamente significa perfección multiplicado por perfección multiplicado por multitud. Este número constituye la totalidad del pueblo de Dios, el verdadero Israel de Dios.
«Los que fueron redimidos de la tierra».
El significado literal del verbo en esta cláusula es «fueron comprados». El verbo comprar se encuentra seis veces en Apocalipsis, pero la mitad de ellas con una connotación religiosa de Cristo que redime a los santos (vv. 3, 4; 5:9).
La preposición de significa separación, y en este versículo puede indicar la salida de los santos de la tierra para unirse a los otros en el cielo. Podemos robustecer esta interpretación si nos referimos a 5:9, «compraste [hombres y mujeres] para Dios de cada tribu y lengua y pueblo y nación». Pero esta explicación necesita más evidencia para que resulte completa.
Primero, los versículos 1–5 en este capítulo se contrastan con el contexto anterior (13:11–18) donde la tierra es el dominio del cordero que se opone al Padre y al Cordero.
Luego, la frase redimidos de la tierra tiene un paralelo en «redimidos del género humano» (v. 4) de modo que los términos tierra y género humano son sinónimos. Apocalipsis emplea a menudo la expresión género humano para referirse a los que se oponen a la persona y obra del Señor.
Tercero, los redimidos en esta tierra están obligados a seguir a Jesús, quien los compró, y están dispuestos a dejarlo todo por una vida de servicio incondicional al Señor (Mr. 10:28–31).
- Estos son los que no se han contaminado con mujeres, porque son puros. Son los que siguen al Cordero donde quiera que vaya. Son los redimidos de entre el género humano, las primicias para Dios y para el Cordero. 5. Y en su boca no se encuentra mentira alguna, porque son irreprochables.
Juan ofrece una identificación cuádruple de los redimidos de la tierra:
– son puros
– son seguidores del Cordero
– son las primicias
– son irreprochables
«Estos son los que no se han contaminado con mujeres, porque son puros».
Primero, pues, examinemos el significado de la cláusula «no se han contaminado con mujeres».
A primera vista parece que alude a célibes, y por esto algunos comentaristas afirman que la cláusula se refiere a «la práctica de la continencia sexual».
Este punto de vista, sin embargo, contradice la enseñanza bíblica sobre el matrimonio que Dios instituyó en el paraíso: los seres humanos deberían vivir juntos en matrimonio como marido y mujer (Gn. 2:18–24).
De hecho, el Nuevo Testamento indica que el apóstol Pedro llevó consigo a su esposa en sus viajes misioneros (1 Co. 9:5).
Otros estudiosos interpretan la cláusula en el sentido de que los 144 000 son guerreros enfrascados en batallas por el Señor. Afirman que todos estos guerreros son hombres adultos que se abstienen de la intimidad sexual por pureza ceremonial mientras están en guerra con su enemigo espiritual.
Si bien Bauckham modifica esta interpretación llamando a la pureza ritual «una metáfora de una característica de la vida cristiana», vemos como antinatural la restricción de un ejército sólo masculino de guerreros comprometidos con un celibato de toda la vida.
Además, la enseñanza de que las relaciones matrimoniales son pecaminosas y contaminantes es contraria a la Escritura (véase Heb. 13:4). Tercero, el verbo contaminar (griego molynein) se encuentra tres veces en el Nuevo Testamento y en cada caso se emplea de manera figurativa (1 Co. 8:7; Ap. 3:4; 14:4).
El contexto de estos pasajes indica que el verbo contaminar significa no caer en infidelidad para con el Señor. Y, por último, en el libro de Apocalipsis se mencionan cuatro mujeres (Jezabel [2:20]; la mujer que dio a luz a un niño varón [12:1–2, 4–6]; la gran ramera [17:1–6, 15–18] y la esposa del Cordero [19:7]), de las cuales sólo la primera y la tercera condujeron al pueblo a contaminación espiritual.
Una interpretación figurativa de esta cláusula armoniza con la pauta simbólica de Apocalipsis, a saber, el pueblo de Dios es la esposa del Señor (19:7; 21:2, 9; 22:17).
Pablo dice a los corintios:
«los tengo prometidos a un solo esposo, que es Cristo, para presentárselos como una virgen pura» (2 Co. 11:2).
Esto quiere decir que tanto hombres como mujeres quedan incluidos en la categoría de ser una virgen pura; ambos deben protegerse para no ser engañados e inducidos por la bestia a adorar la imagen del Anticristo.
La pureza de la dedicación espiritual al Señor, por tanto, es la primera en la lista de cuatro características mencionadas antes para describir a los 144 000.
«Son los que siguen al Señor donde quiera que vaya».
Es la segunda característica de formar parte de la gran multitud de santos. Jesús dijo a los discípulos que
«el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» (Mt. 10:38).
Y dijo que, como pastor, va delante de su pueblo:
«las ovejas lo siguen porque reconocen su voz» (Jn. 10:4).
Nótese, primero, que espera que su pueblo camine sobre sus pisadas y no se desvíe (1 P. 2:21). Luego, los santos buscan en él el liderazgo y la dirección en lo que avanzan por la senda de la vida y eluden los ataques del diablo.
Con el tiempo presente de los verbos seguir e ir Juan subraya la actividad permanente del Cordero y de sus seguidores en la tierra. De nuevo, ese versículo muestra que los 144 000 están en la actualidad siguiendo al Señor en obediencia a él.
«Son los redimidos del género humano, las primicias para Dios y el Cordero».
Ésta es la tercera característica. Al derramar su sangre en la cruz del Calvario, Jesús pagó la deuda para liberar a su pueblo de la maldición del pecado y la culpa. Si, pues, Cristo murió para redimir a su pueblo, ¿qué significa la expresión primicias? Hay dos explicaciones.
Primera, cuando los Israelitas recogían sus cosechas, las primeras gavillas de la cosecha de cereales, las consagraban al Señor y esperaban que el resto de la cosecha siguiera su curso.
Por esto Pablo escribe que los miembros de la familia de Estéfanas fueron las primicias en Acaya (1 Co. 16:15), con la implicación de que esperaba que el resto de la cosecha se produjera en el futuro cercano.
Una segunda interpretación aplica el término primicias a toda la entidad, a la totalidad de los 144 000 ofrecidos plenamente en gratitud a Dios y al Cordero. La expresión se puede referir a «la totalidad del pueblo de Dios como ofrenda apartada para Dios sin pensar en que habría más». Así pues, la suma total pertenece a Dios.
«Y en su boca no se encuentra mentira alguna, porque son irreprochables».
Es la última de las cuatro características. En un mundo anticristiano, saturado de mentiras y engaño, los cristianos ocupan un lugar aparte como emblemas de verdad, honestidad e integridad. Si convirtiéramos la primera cláusula en una declaración positiva con una cierta adaptación, diríamos
«y la verdad sale de su boca».
David describe a las personas que pueden vivir en el santuario de Dios y en su santa montaña como el de
«conducta intachable, que practica la justicia y de corazón dice la verdad» (Sal. 15:2).
La primera cláusula se toma de los escritos de Isaías y Sofonías. El primero describe al Siervo Sufriente sin engaño en su boca (Is. 53:9), y el segundo dice,
«el remanente de Israel no cometerá iniquidad, ni dirá mentiras, ni se hallará engaño en su boca» (Sof. 3:13).
Los seguidores de Jesús, a los que el profeta llama el remanente de Israel, se espera que hablen con verdad, como su maestro (1 P. 2:22).
Y la segunda cláusula, «son irreprochables» es un eco de la norma levítica de ofrecer a Dios animales que no tuvieran ningún defecto (véase entre otros pasajes Lev. 1:3; 3:1, 6).
Jesús se presenta a sí mismo «una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable» (Ef. 5:27; ver también Col. 1:22). Estos son los santos que forman parte de los 144 000.
En conclusión, cuatro características describen a la gran multitud de santos que están con el Cordero en el simbólico monte Sión (Sal. 2:6).
En medio de los ataques de las fuerzas del Anticristo contra la iglesia en la tierra, dan prueba de pureza, obediencia, unidad y veracidad. Con estos rasgos los santos pueden derrotar al maligno.
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