Cuando la menor jala a la mayor a la iglesia

Alex López
La Catapulta
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Tenemos dos semanas de estarnos congregando en tal iglesia, me dijo. Con libertad, comenzó a mencionar sus errores, sus pecados, sus consecuencias, cómo se había alejado poco a poco de Dios y los enredos que una vida, lejos de Dios conlleva.

Me dio tanta alegría en el corazón, mientras compartía su historia, ver sus ojos llenarse de lágrimas. Y, no en un lugar seguro. Estábamos en donde nos encontramos, en una piscina. Mi hijo y yo, escuchábamos atentamente su historia. Y, la nueva historia que promete escribirse en Dios, como ocurre con todo aquel que se acerca con humildad y arrepentimiento ante Dios.

Me agrada cuando alguien es libre para hablar de su dolor, de sus errores y encuentra gozo. Esto es la iglesia. El lugar para enfermos en donde el Médico de médicos, trabaja en distintas enfermedades. El Médico que jamás enferma, ni muere, aunque se acerque a la lepra. Porque este Médico, no ha enfermado, ya ha muerto y ha resucitado. Hoy resucita vidas, Jesús.

Le recordé brevemente la mejor noticia que un ser humano puede escuchar, el perdón de pecados por la fe en el sacrificio de Jesús. No un ser humano más, Dios que se vistió de carne y huesos. La segunda persona de la Trinidad, que dejó la gloria y vino a identificarse con nosotros, tentado en todo, pero sin pecado, y, murió en la cruz del Calvario reconciliándonos con el Padre Dios. Nos reconcilia, porque nuestro pecado, nos tenía enemistados con el Dios santo.

La sangre es vida. Jesús dio su vida por nosotros. Por su sangre hemos recibido ese perdón de pecados. Jesús tomó nuestro lugar de castigo en la cruz. Y, nosotros, recibimos su justicia por la fe. Hoy somos hijos, hoy somos libres, hoy tenemos esperanza y esperanza eterna.

A esto, le pregunté, Y ¿Cómo llegaste a esa iglesia? Siempre me ha intrigado cómo es que alguien llega o regresa a Cristo. Me recordé sobre cómo una persona testificaba que un día la policía la bajó frente a una iglesia y le dijo, entre aquí, sólo aquí va a encontrar esperanza. Entró y ese día conoció a su Salvador.

¿Cómo llegó esta persona en sus treintas de nuevo a la iglesia? Porque alguien trece años menor, le dijo, no tengas pena. No me digas nada sobre tu pasado. Sólo ven a la iglesia el domingo. Ahí te espero. ¡Trece años menor siendo luz y esperanza para una amiga! Y, ese domingo llegó.

Una sola invitación, una sola llamada, un abrazo o un recordatorio de que no es por nuestras fuerzas, no es por nuestra justicia, no es por un cambio externo, es llegar con el corazón roto, al lugar en donde Dios transforma vidas. A esa reunión de creyentes que se llama iglesia. Que puede ser ya sea dentro de un templo o en cualquier otro lugar.

La iglesia, verdaderamente es la esperanza de todo ser humano. Porque en la iglesia se abre el Libro de libros. La revelación de Dios para nosotros. Y, unimos nuestras voces para adorar al Rey de reyes y al Señor de señores.

En ella hay vida, vida para el que venga, oiga, crea, se arrepienta y experimente el amor que viene del cielo. Pero siempre, alguien habla. ¿A quién invitará esta semana a su iglesia? Esta persona encontró de nuevo a Cristo, porque alguien le dijo ven… Y, le mostró su amor, a pesar de sus pecados…

“A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los que no son judíos. De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe».” Romanos 1:16-17

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