Anorexia: Un dios falso que promete perfección

BRENDA PÉREZ
Coalición por el Evangelio
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 ¿Alguna vez te has sentido inconforme con tu cuerpo?

Durante años tuve esa lucha en mi mente. Me aterraba subir de peso y deseaba sentirme aprobada por los estándares de belleza que el mundo establece. Pero al mismo tiempo decía adorar y servir al único Dios verdadero.

En mi día a día, desconectaba completamente mi vida espiritual de los temas que consideraba triviales, como la alimentación. Hasta que el Señor me puso frente a frente con mi verdadero problema: estaba adorando a un dios falso que me prometía perfección, si no ponía un freno a mis pensamientos desarrollaría anorexia.

El origen de la anorexia

Algunos de los criterios que se toman en consideración para diagnosticar la anorexia nerviosa incluyen:

  • Restricción de alimentos por temor a subir de peso.
  • Percepción errónea de la imagen corporal.
  • Peso por debajo de los rangos saludables.

La fe cristiana tiene mucho para decir al respecto. Aunque como nutricionista he aprendido que la ciencia no encuentra una razón específica de por qué se desarrolla la anorexia, como creyente puedo ver que en la Biblia encontramos su verdadero origen.

Dios creó a Adán y Eva sin ningún problema o inconformidad con sus cuerpos: «ambos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban» (Gn 2:25). Sin embargo, desobedecieron a Dios, comieron del fruto que no debían comer y sintieron vergüenza por primera vez en la historia (Gn 3:9).

Mientras que la anorexia exige muchos sacrificios, el único Dios verdadero te ofrece plenitud, gozo y paz

A partir de ese momento, el ser humano perdió la comunión perfecta que tenía con Dios y, en su lugar, trató de buscar plenitud y felicidad en cualquier otra cosa antes que en su Creador (Ro 1:25). Del mismo modo, la anorexia surge de la vergüenza por nuestro cuerpo, al pensar que no luce como debería, y esto nos lleva a buscar alternativas rápidas para lograr bajar de peso y alcanzar el «cuerpo perfecto».

La promesa falsa de perfección

El deseo por un cuerpo delgado puede convertirse en un dios al cual le rendimos culto. Esto lo pude notar en mí, cuando pasaba largos ratos de mi día imaginando cómo sería mi vida si fuera más delgada, cuando comparaba mi cuerpo con el de otras personas; cuando tardaba horas en decidir qué comer por temor a subir de peso o cuando invertía varias horas haciendo ejercicio con el único fin de lograr un cuerpo digno de portadas de revistas.

Este dios es falso, pues promete beneficios que nunca cumple. Ofrece reconocimiento, autosatisfacción, valor, bienestar y supuesta felicidad, pero para obtener estos «favores» pide a cambio adorarlo con toda tu mente, alma y corazón. Debes serle fiel, evitando consumir ciertos alimentos, aun cuando esto ponga en riesgo tu salud y tu propia vida.

El Señor me hizo darme cuenta de que esto era similar a lo que Satanás le ofreció a Jesús durante la tentación en el desierto:

Otra vez el diablo lo llevó a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras» (Mt 4:8-9).

Así como Satanás, pretendiendo ser un dios, le pidió a Jesús postrarse ante él a cambio de reinar, también la anorexia pide sacrificios a cambio de un cuerpo perfecto. El «dios del cuerpo ideal» pide ayunos sin propósito y con deseos egoístas, pues, a diferencia del ayuno cristiano, el fin último de este sacrificio no es glorificar a Dios y fortalecer nuestra fe con la abstención de alimentos, sino glorificarnos a nosotros mismos al bajar de peso.

El evangelio es la respuesta

Delante de Dios, la anorexia nerviosa en esencia no solo es una enfermedad o un problema de autopercepción, sino la violación del primer mandamiento: «No tendrás otros dioses delante de Mí» (Éx 20:3). Pero hay esperanza para todo aquel que se arrepiente, gracias a que Jesús cargó en el madero con todos nuestros pecados y en Su resurrección tenemos la esperanza de una vida transformada con el poder de Su Espíritu Santo, para estar satisfechos en Él.

En Su gracia el Señor me permitió comprender estas verdades antes de que se agravara el problema. Si había sido redimida y limpiada con Su sangre preciosa derramada por mí, ¿por qué habría de volver a ensuciarme? ¿Por qué habría de preferir el reconocimiento efímero del mundo y despreciar el verdadero amor de Cristo? ¿No había sido capacitada con Su Espíritu Santo para negarme a mí misma, tomar mi cruz y seguirlo?

En el reino de Dios tendremos cuerpos perfectos, no conforme a estándares humanos, sino de acuerdo con el estándar de Dios

Si estás pasando por una situación similar, permíteme recordarte esto: ¡El amor de Dios es suficiente! Mientras que la anorexia, como otros desórdenes de alimentación, exige muchos sacrificios —pasar días de hambre y dolor a cambio de algo que nunca te dará satisfacción—, el único Dios verdadero te ofrece plenitud, gozo y paz por amor.

¿Cómo creer en esto? Debemos alimentarnos constantemente de la Palabra de Dios.

Recuerda que nuestra identidad no está en nuestra apariencia o en nuestra talla. Si somos creyentes, nuestra identidad está en Cristo, quien nos escogió antes de la fundación del mundo. Nuestra identidad está en haber sido predestinados para ser adoptados como hijos Suyos por la voluntad de Dios, con el propósito de que llevemos alabanza de la gloria de Su gracia (Ef 1:5-6).

Consejos prácticos

No hay hábito o pecado del cual Dios no pueda hacernos libres y, aunque en algunos casos el proceso puede ser largo y con recaídas, el Señor no nos soltará. Él nos dará de Su sabiduría para quitar todo temor con Su maravilloso amor.

A continuación, te comparto algunos consejos prácticos que me ayudaron a derribar el ídolo de la anorexia:

  • Busca tener un cuerpo sano para la gloria de Dios. Agradece por los alimentos y sé sabio al consumir verduras y frutas en todos tus tiempos de comida. Incluye carbohidratos, proteínas y grasas saludables, pues el Señor los creó para que nuestro cuerpo funcione correctamente y para que podamos disfrutar de ellos (1 Ti 4:4-5).
  • Filtra tus pensamientos con la Palabra de Dios. Puedes probar escribir en un cuaderno si lo que piensas sobre tu cuerpo glorifica a Dios o busca tu propia gloria. Recuerda que Jesús no entregó Su vida para que todos puedan admirarte, sino para que puedan ver Su gloria a través de ti. ¡Ora por arrepentimiento!
  • Si es necesario, desconéctate un tiempo de las redes sociales. Satura tu mente con verdades de Dios por medio de la lectura de la Biblia. Escucha prédicas y podcasts y lee libros edificantes que te ayudarán a fijar tu mirada en Cristo.
  • Habla con una persona madura en la fe para rendir cuentas de tus luchas con la alimentación y con tus pensamientos.
  • Solicita consejería bíblica.
  • En caso de que lleves varias semanas absteniéndote de alimentos, busca apoyo de un especialista en nutrición. ¡El Señor puede usarlos para enseñarnos a comer correctamente!
  • Recuérdate cada día que fuiste comprado con la sangre preciosa de Jesús, que ya no te perteneces, sino que tu vida y tu cuerpo le pertenecen a Dios (1 Co 6:20).

No olvides que el cuerpo ideal no existe de este lado de la eternidad. No obstante, Dios promete perfeccionarnos, pues en el reino de Dios seremos semejantes a Cristo y tendremos cuerpos glorificados que serán perfectos, no conforme a estándares humanos, sino de acuerdo con el estándar de Dios (Fil 3:21). Mientras llega ese día, ¡agradezcamos a Dios por nuestras vidas y usémoslas como un medio para la propagación del evangelio que nos libra de toda idolatría!



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